5. Reminiscencia de una rosa

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La primera noche de Génesis en Rosaville.

Eran alrededor de las seis y el ocaso comenzaba a entrelazarse en los grises y rosáceos colores de un día caluroso y cansado. Se sentía el peso de un viaje de cinco horas en autobús desde uno de los muchos pueblos aledaños que rodeaban la gran ciudad. Génesis se había mudado varias veces, pero este viaje fue el más difícil y en un lugar más lejano.

Las casas comenzaron a desaparecer y seguido de ello un pueblo desértico con sus pedregosas distancias. Dos horas más y grandes millas de arboleda se divisaron hasta llegar a Rosaville, un cartel en lo alto de un puente lo indicaba, confundida pidió parada en un restaurante de carretera. No sabía bien su destino, pero luego de varios minutos por obra divina, decidió llamarlo así, un joven bastante interesante a simple vista. La orientó.

No tenía ni idea de lo que los bosques de Rosaville podían ocultar en su follaje verde y oscuro, entre cantos de aves indivisibles. Las piernas le pesaban a cada paso que daba intercalándose entre los árboles y teniendo a la vista la carretera; autos y escasas motocicletas pasaban como ráfagas abandonando Rosaville.

Más oscuro.

Más tétrico.

Más misterioso.

Y más frio.

El clima cambió totalmente mientras el susurro del viento difuminaba el tiempo, no sabía cuánto había recorrido, el sudor le empapaba la frente, manos y espalda. Le parecía sentir que los brazos le colgaban sin vida como trapos; gracias al peso de la maleta.

Suspiró y apoyó la espalda en un tronco nudoso y viejo de un roble de unos cuarenta metros de altura. Distante de los demás árboles y extendiéndose majestuoso, poderoso e imponente.

Génesis miró al cielo entrecerrando los ojos e inspiró lo más profundo que sus pulmones podían aguantar, los animales nocturnos hacían ahora su función y las ramificaciones de la madre naturaleza impedían la vista completa a la gran bóveda oscura. Era difícil ver el camino entre ramas y el misticismo del bosque.

Cansada y abatida con miles de pensamientos acumulándose en la mente, la mejor opción no era quedarse ahí disfrutando de la flora ni hipnotizarse con la fauna.

Haciendo acopio de las débiles fuerzas; levantó la maleta y solo dio dos pasos cuando su cuerpo se erizó presintiendo algo malo: silencio.

Completo y absoluto silencio.

Era extraño, tomando en cuenta de la orquesta que brindaban los animales poco tiempo antes. Incluso unos cuantos lampíridos que comenzaban a brillar, se extinguieron y ahora todo era oscuridad y mudez.

Una farola enviaba su resplandor, tan débil y tenue, suficiente para calcular unos pasos y buscar a manos torpes la linterna que guardaba en la maleta.

Cuando Génesis encontró su guía y generador de luz: una linterna que parpadeaba con los temblores de su mano.

Los pasos se volvieron torpes y rápidos.

Le pareció que alguien o algo la seguía a paso lento, entre unos de los muchos árboles le pareció divisar la figura de algo, y sentir el peso de ojos carcomiéndole el alma. Mientras un estremecimiento le recorría la espalda, ramas crujían bajo sus pies y más detrás.

Una fuerte nausea y el frio se fue apoderando de su cuerpo con velocidad vertiginosa.

- No - susurró con voz débil y cargada ya de un nudo agolpado en la garganta, la escena en su cabeza comenzó a recorrer las conexiones cerebrales de sus recuerdos; las voces, los olores, texturas y ante todo el miedo cobró vida ante la recreación de una escena pasada más que la afirmación de que alguien la seguía.

Larscifer [parte 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora