17. Hierbas, encantos y lenguas antiguas

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Génesis

Me subí a un árbol y no sé cómo lo hice, obtuve unos raspones pequeños en las piernas cuando me deslicé por el frondoso tronco, no era muy alto, pero su follaje me ocultaba bien.

Llevaba cinco minutos sentada en el cruce de dos ramas mirando a Niell trabajar en su jardín justo detrás de la construcción medio derrumbada de lo que era un pequeño castillo. El humo seguía saliendo de esa altísima chimenea.

No me había visto, o eso esperaba.

Estaba esperando a que se fuera, pero no parecía tener intenciones de irse pronto porque cuando creía que ya se iba, solo regresaba a los dos minutos que me tomaba bajarme, con más cosas en mano para seguir trabajando. Debería de haber preparado una manta y una canasta de picnic para instalarme de una vez aquí.

De momentos contemplaba a mi alrededor verificando que no hubiera señales de Azzl, pero hasta ahora nada, sin embargo, esa extraña sensación de sentirme observada no se iba. Si bien existía la posibilidad de que alguien estuviera escondido en la copa de uno de los árboles cercanos no parecía haber señales de nada cuando miraba detenidamente.

La cera en mi pecho había dejado una mancha roja que por gracia no se había ampollado, pero ardía horrible y el dolor me provocaba unas irremediables ganas de vomitar, eso o era el hambre porque mi estómago no paraba de rugir y sentirse vacío.

En lugar de pensar en las cosas horribles que me harían sino lograba escapar de aquí, porque este supuesto pueblo, parecía un lugar abandonado fuera de este mundo. Me concentré en observar como Niell trabajaba arduamente con la pala alrededor de un árbol de naranjo.

Era sobrenatural el magnetismo que cada uno exudaba a su manera.

Era como estar hechizada.

Su cabellera rubia lograba distraerme, la flexión de sus brazos y la forma en la que sus venas se marcaban en sus antebrazos era la mejor opción a ver lo demás de él que estaba al descubierto.

Su torso. Su pecho y abdomen para ser precisa.

Su espalda y parte de sus brazos estaban cubiertos por un cárdigan liviano de estampado rojo y beige que terminaba sentándole tan bien, eso acompañado de unos pantalones de tela blanca.

Estaba descalzo entre toda esa tierra y hojas de su pequeño huerto lejos de la demás extensión de árboles que formaban un oscuro pasadizo a unos metros de él, las ramas se enlazaban de manera siniestra con los troncos de los árboles huesudos y retorcidos. No me quise ni imaginar pasando por ese túnel a pesar de que me incitaba a hacerlo hasta el punto de sentir que me hablaba.

Me hablaba.

- ¿De quién nos escondemos?

De nadie.

Le respondí con un susurro extraño que me salió de la garganta sin poder quitar la mirada de ahí ya con los ojos resecos por no poder parpadear.

- Génesis... - se pronunció esa voz varonil cantarina, parpadeé por fin y me di cuenta de que apretaba algo en mi puño con demasiada fuerza, tomando valor mis ojos se posaron en lo que ahí reposaba.

Una rosa de grandes pétalos rojos.

No...

- ¿De quién te escondes, Génesis? - un sobresalto acompañado de un escalofrío casi me tumbó del árbol, sentí el corazón en los oídos y que lo podía palpar con facilidad en mi pecho.

Miré hacia todos lados de los de donde creía provenía la voz, sin dar hasta al final el lugar donde estaba el responsable.

Niell.

Larscifer [parte 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora