Diez segundos sin respirar, todos estaban observando el cuerpo inerte alrededor de ella en una escena totalmente discordante a la anterior, la serenidad, el sosiego de sus facciones estaba ahí, pero la pulcritud de su aspecto se había esfumado:
Su camisón de seda estaba manchado del líquido alquitrán tan oscuro como esa misma noche, su cabello maltratado por la tierra en una nube oscura de enredijos, la piel de sus muñecas y tobillos estaba enrojecida por el forcejeo de las cuerdas invisibles.
Pero, a pesar del desastre seguía viéndose como una alusinante y única tragedia.
Lucifer estaba al borde del colapso, con la respiración frenética y los puños tan apretados que le estaban causando llagas en las palmas de las manos.
Pero ella despertó, jadeando, como si saliera desde lo más profundo del océano, boqueando como un pez que había pasado mucho tiempo fuera de su hábitat.
Vivía de nuevo.
Pero ella, no era Ella. Pensó Lucifer.
Esta era Lilith. Con la mirada más avispada, la valentía y el cinismo afilando ese rostro sencillo.
Bostezó, paseó su mirada de uno en uno y sonrió ampliamente. Una sonrisa clara y bonita entre la piel sonrojada bajo sus pecas, y entre los residuos de lágrimas abandonadas.
- No hay nada que se compare a la Felicidad que siento ahora mismo, y todo por ver a mis más viejos amigos – dijo con voz clara y segura mientras miraba fijamente a Lucifer.
- ¿Sabes porqué estás aquí? – fue Lucifer quien se adelantó a preguntar, la aprensión le ganaba por saber aquello que anhelaba con un desespero poco disimulado –. Claro que lo sabes.
Se contestó el mismo al ver esa sonrisilla medio oculta en sus comisuras.
- Debería de tomarme mi tiempo para responder – lucía cómoda incluso entre ataduras invisibles y muy dispuesta a conversar, pero no de lo que Lucifer quería –. Oh, Kes, siempre, siempre es un placer verte, los viejos tiempos...
- Puedo decir lo mismo, excepto que me desagrada que uses mi verdadero nombre así – pronunció Keith con una sonrisa curiosa bailándole en las comisuras.
- Te recordaba más divertido, Kesabell – todos le miraban con aprensión y cautela para captar sus próximos movimientos entre toda la calma que demostraba –. Y tú Agniel, siempre tan fino, a estas alturas ya debería saber que las ataduras no son lo tuyo.
Lilith dio apenas un suave tirón a la atadura de su brazo derecho liberándose primero de uno y luego del otro, así lo mismo con las ataduras de los tobillos. Todos a su alrededor solo le observaron con quietud.
- Podría decirse que me enamoré de tu delicadeza, siempre tan atento, a diferencia de ti Azzl, baja ese cuchillo por favor – Lilith se sentó sobándose las muñecas distraídamente –. Me gusta tu salvajez hasta cierto punto, recuerda que soy una dama delicada e indefensa contra diez demonios de casi dos metros, relájate ¿Quieres?
Un silencio algo prolongado le siguió a sus palabras y solo fue interrumpido en cuanto Lucifer volvió a ponerse de rodillas frente a Lilith, sus dedos romos se elevaron y con sutileza colocó un mechón largo detrás de su oreja, solo eso detuvo los movimientos de Lilith.
- Lilith, cariño, actuar con confianza no te sirve ahora para disimular el temblor de tus piernas y el miedo que sientes – una de las manos de él se deslizó por su pierna para apretarle con algo de fuerza el muslo, provocando que Lilith jadeara de sorpresa –. Sé que sabes que hay en tu sistema, y resulta que no tenemos mucho tiempo para conversar.
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Larscifer [parte 1 y 2]
General FictionPero, como todo pecador tiene su maestro o su musa, para los caídos existía Él. El primer caído. El que no tenía como característica especial la Lujuria, la Violencia o la fascinación por el ocultismo. Lo contenía todo en su interior, tenía como ins...