Génesis
- No... no... - las palabras me tropezaron en la lengua, estar consiente me hizo renegar de algo que no terminé de entender.
Lo primero que vi fue el cielo cubierto con un manto negro, dos estrellas han decidido acompañarlo para hacerse ver ante mí. Las ramas de unos árboles le iban bien de telón, danzando lentamente con el aire que me resultó caliente en cuanto me golpeó a un costado de la cara.
Eran copas de árboles inmensos, me parecían igual de lejanos que el cielo.
Intenté moverme, pero fue imposible, creo que seguí negando. Otra vez ese sabor agrio y herbal en mi paladar.
Mis ojos bajaron primero con cierto pesar por mi brazo derecho, vislumbré siluetas en la lejanía, pero no me permití detallarlas, todo estaba borroso, solo me fijé en mi extremidad extendida por la tierra del bosque, como si estuviera atada.
Pero no veía ataduras, era solo mi brazo inmovilizado de tal manera que no podía moverlo ni un poco. Lo mismo con el otro, y mis tobillos separando un poco mis piernas...
Escuché mis propios jadeos de pánico, la tela delgada de lo que vestía no evitó que mi piel ardiera ante el roce de la tierra en mis forcejeos desequilibrados.
Grité en cierto momento, no supe lo que dije, era ajena a mi cuerpo, parte de mi mente ya había asimilado que era lo que estaba pasando en conclusión al último recuerdo consciente que tenía.
Lucifer...
Detuve mis movimientos abruptamente y me quedé escuchando como mi respiración acelerada se iba calmando. En este momento no me importó que la ropa se me hubiera bajado o subido.
- Termínalo ya - mi voz salió ronca, desconocida, sentí miedo, pero más anticipación -. Anda... sal de donde estés y termina tu mierda ya.
Sentía a Lilith inquietarse en mi interior, sentir a Lilith era como un pequeño revoloteo de una mariposa en el alma, solo que ese pequeño aleteo que se iba incrementando dependiendo de cuanto yo le dejara espacio, quemaba.
Pero justo en este momento me quemaba más mi propia rabia.
Escuché como unos pasos se acercaban, viniendo hacia mí. Presionando las ramas secas a su paso. Sentí su presencia, el frío primero, después ese fuego abrazador.
La presión abrumadora de su presencia taladrándome todos los sentidos de todas las formas posibles.
Se paró a mi derecha, tan alto e imponente que empecé mi recorrido visual por sus pies antes de toparme con su mirada, quería que se grabara tan bien mis ojos en su cabeza.
Que sin importar que fuera el mismo demonio, mi presencia le persiguiera por el resto de su eternidad. Mis ojos tenían que causarle desorden, si no, no me iría en paz.
Sus pies estaban descalzos, vestía como solía hacerlo siempre, con esos jeans roídos y la camisa de tela tan delgada que casi podía verle la piel a la perfección, desabotonada y remangada hasta los codos, lo justo para verle los antebrazos, seguí mirándole con lentitud, abrazando la tensión del ambiente, la tensión que provocaba estar cerca el uno del otro.
Llegué a sus clavículas y pasé de inmediato a su rostro, una mirada dura, aguantando sus ojos sobre mi rostro, sin vacilar, no como las otras muchas veces que no aguanté su mirada.
Esta vez sus ojos eran más duros, tenía la verdadera oscuridad, de un verde apagado como el que el fuego de la fogata le atribuía al verde de los árboles, y ese brillo que me resultaba a tortura pura.
Se puso en cuclillas, me amedrentó un poco más esta posición, pero más me tuvo a la expectativa el movimiento de sus dedos cuando tomó un mechón de mi cabello y lo analizó como si fuera lo más interesante.
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Larscifer [parte 1 y 2]
General FictionPero, como todo pecador tiene su maestro o su musa, para los caídos existía Él. El primer caído. El que no tenía como característica especial la Lujuria, la Violencia o la fascinación por el ocultismo. Lo contenía todo en su interior, tenía como ins...