15. La ciudad perdida

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Génesis

Me palpitaba un lado de la cabeza y aun sentía el adormecimiento en la lengua mezclado con el sabor amargo de lo que me dieron a ingerir antes de caer inconsciente, para luego despertar en la cueva tétrica.

¿Por qué hacían esto?

¿Por qué me costaba creer que eran malvados?

¿Por qué mi mente no quería concebir la idea de todas las cosas horribles que podrían hacerme?

Las lágrimas se agolparon en mis ojos cerrados que me negué a abrir a pesar de que sentí como la luz me golpeó un lado del rostro, donde descansaba mi cuerpo era tan cómodo, moví apenas la mano rosando con la yema de mis dedos la delicada seda. Había un olor demasiado agradable que luché por no reconocer a pesar de que mis sentidos ya habían reaccionado a él con locura.

Eso estaba mal, era como estar sufriendo una enfermedad.

Él estaba aquí.

Mi cuerpo se sintió como siempre quitando el hecho de que me drogaron con hierbas, aun reconocía los olores de las plantas que pusieron bajo mi lengua y que aun exudaba mi cuerpo. Olía a naturaleza pura cada rincón, a lluvia, tierra mojada y...

Él estaba aquí.

No quise abrir los ojos, me dolía la existencia entera y tenía miedo, todo el tiempo lo había sentido, estaba grabado en cada célula de mi cuerpo, me alimentaron con el. El sentir de esa emoción se asentó con fuerza en mi estómago como una bola de acero que estaba gritando me escondiera.

Pero no lo pude hacer, aunque él me perturbara y me tranquilizara a la vez con su naturaleza que parecía sobrenatural. Me dieron nauseas saber que me tenía aquí, donde sea que fuera, en contra de mi voluntad.

Sentí su presencia en esta misma habitación como si con garras afiladas intentara arrancarme la garganta, no pude ni siquiera negar cuan atraída me sentía a su cuerpo y al espíritu diabólico que desprendía.

Él estaba aquí, más cerca de lo que podría imaginar.

Cada terminación nerviosa se me desarmó, la sentí como hilos destensándose en todo mi cuerpo, dejándome tendida, como una masa amorfa derretida de la que solo quedaba un corazón muy deshecho que creció con muchos No, y la estabilidad mental pendiendo en la orilla de un abismo.

Esta Génesis que soy y estaba tendida en la blanda cama se sentía tan desarmada, indefensa y herida que le resultaba tan doloroso si quiera abrir los ojos.

Pero es esta misma Génesis la que está encogida en posición fetal como un pequeño ser muy herido quien estaba embelesada por la belleza, la gracilidad y la inocencia de las cosas es la que quería ver lo que le esperaba.

Tuve destinos horribles desde pequeña, me enfrenté a situaciones perturbadoras, pero no dejé que el amor por lo simple se apagara. Lo más sencillo y tonto me tenía de pie.

Mis párpados eran pesados y la línea de luz que se colaba a través del pesado, pero transparente cortinaje de la cama acechando mi rostro mostrándose muy alegre en lo que creí era la mañana más soleada de mi existencia.

Me desperecé poco a poco temerosa de hacer demasiado ruido y perturbar el silencio que rodeaba la estancia, miré los colores que me rodeaban; estiré las piernas engarrotadas y vi cómo se deslizaron por debajo de la seda azul oscuro, relucían bajo la poca claridad que se filtraba más allá en las delgadas cortinas de la amplia ventana a mi derecha, había un hueco donde la cortina se enrolló descuidadamente y era ahí por donde el sol resplandecía dando el toque a las cortinas verde olivo.

Larscifer [parte 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora