12. Lo que le sucede a ella en el bosque

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Con ojos muy abiertos y los labios entreabiertos conteniendo la respiración, divisó la figura vestida de negro de Keith, alejándose a paso decidido más allá de la calle, donde la oscuridad hacia su ritual de unión. Era absorbido por la misma oscuridad que parecía emanar. La luz de la farola los alumbraba a ambos y mientras seguía preguntándose en el momento preciso en el que se abrió el telón para que hiciera su entrada triunfal Lars. Ahora se sentía parte de un juego.

- No ¿Qué haces aquí? - se obligó a hablar con tropezones y quiso alejarse de él con el corazón palpitando rápido, unas lágrimas se le acumularon, pero las retuvo. Muy asustada intentó inútilmente poner distancia entre ambos, fracasó ante el agarre firme pero no grosero de él. La miraba con firmeza pero con curiosidad, como si los roles se hubieran cambiado y ahora quien observaba con detalle fuera Lars.

Callado, triste, salvaje y perdido. Sus pupilas estaban dilatadas como en asombro o fascinación: una mezcla de ambas. El verde de sus iris se movía con recelo por el rostro de Génesis, se detuvo en la mirada de ojos marrones claros como miel, dulces como la misma, pero misteriosos como la tierra que pisaban sus pies, ocultaban algo más que dolor, sus labios rosados, suaves como la seda, bastó la suave caricia de su pulgar para comprobarlo; ante tal acto se sobresaltó, pero no se alejó. Permitiéndose solo fruncir sus pequeñas y expresivas cejas. Lars se permitió observando y detallando mentalmente cada fragmento de ese rostro asustadizo, sus chispas del color de la miel, disfrazadas en esa piel cremosa: unas cuantas pecas esparcidas por su nariz, pómulos y frente.

El pulso en su cuello saltaba bajo su piel, su cuello y clavícula estaban expuestos ante ese frío de la noche. Lars abandonó su rostro como si de una tierra ya explorada se tratara y se enfocó en esa parte de su cuello donde los latidos exhortaban suplicas de desahogo, deslizó su mano grande de color semejante al mármol donde sus venas recorrían como ramificaciones misteriosas y salvajes. Con recelo ella observó la mano trazar un camino pausado, su índice se detuvo en donde el pulso retumbaba silenciosamente. Callados se observaron, a la espera de cualquier movimiento y no de una respuesta, hasta que un trueno rompió el cielo con estrépito, Génesis demasiado sumida en la situación no pudo evitar sobresaltarse.

La tensión que había entre ambos era demasiada.

- ¿Qué escondes? - su voz ronca rompió el silencio espeso que se había propagado como el trueno, fue el tono y la dirección de la pregunta que la regresaron a un sentimiento indescifrable. Como si la manera en la que la observaba fuera un método de análisis.

- ¿Qué? - se intentó soltar del agarre de su mano en la cintura, hasta entonces no se había percatado de lo bien y mal que se sentía con su tacto, su voz le fallaba, era muy baja. Como la de una niña asustada -. ¿A qué quieres jugar conmigo?

Sintió que las lágrimas regresaban a su posición dispuestas a salir, pero se armó de valor a dos pasos de distancia, dispuesta a una pelea con lo que parecía un titán dispuesto a destrozar con dos palabras.

- ¿A qué juegas tú? - inquirió con voz fría al igual que su mirada.

- No sé qué es lo que quieres, pero no pienso seguirte - respondió confundida y decidida a mostrarse fuerte.

- Quiero conocer a una misteriosa forastera, no hay juego en eso - su voz había adoptado un tono juguetón y de sus comisuras tiraba una sonrisa maliciosa.

- Supongo que es eso, no les agradan los forasteros. Ha sido un día muy largo, te presentas de formas extrañas y lo que haces también es muy raro.

- Solo quiero saber tus intenciones ¿Por qué estás aquí? - se detuvo para escanearla de abajo hacia arriba, una rápida mirada que le quemó la piel-. Y yo soy más que un extraño.

Larscifer [parte 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora