Larscifer
Estaba ahí, de pie frente a él, luciendo como un ángel debería lucir.
Vestida se blanco de pies a cabeza, con el cabello sujeto a una sola trenza larga rozando su pecho, esos ojos inocentes abiertos, el rostro pecoso y sonrojado. Y sus manos temblorosas cubiertas en sangre.
Su sangre.
La sangre de sus heridas.
Se preguntó hasta que punto su única debilidad había sido afectada para verla ahí de pie, luciendo tan inocente, tan real...
Escuchaba los latidos de su corazón, los mismos a los que el había puesto fin con su puñal.
No era ella.
No había ninguna posibilidad de que fuera ella.
Pero esos ojos de miel le miraban con tanto terror, no la pasión y mucho menos la curiosidad con la que llegó a mirarlo aquellos días, era el terror de sus últimos instantes de vida.
-Qué... - se escuchó proferir con esa misma voz que odiaba de sí mismo.
Aquella cosa le había dañado hasta la raíz para que sus alucinaciones fueran tan vívidas.
Parpadeó una vez más, su vista ya no estaba tan borrosa como hacía unos minutos, pero el parpadeo bastó para que aquella figura pudiera escabullirse, correr hacia la puerta y desaparecer.
No era real.
Se tumbó de nuevo en la cama, pero el olor que estaba en la habitación ya no era ese desagradable a medicamentos, ni el suyo que se fusionaba con la lluvia.
Era un olor dulce, el olor de algunos recuerdos.
El olor a miel de su cabello, y el néctar de su sudor ansioso.
Como pudo y sin pensarlo más, se puso en pie y a trompicones avanzó a la puerta, la abrió de par en par y ante las exclamaciones asustadas de ver a un hombre mal herido y con la mirada trastornada correr hacia la salida, alguien intentó detenerlo, pero no pudo con su fuerza y simplemente cedió, dejándolo ir.
Salió a la intensidad de la lluvia empapándose dejando que la sangre de sus heridas se diluyera con el agua.
La figura se desvanecía en la lejanía, un borrón blanco. Porque solo era un fantasma, algo que el miraba con más frecuencia de la que desearía.
No había a donde mirar, ya no estaba.
Porque no era real.
Era el producto del daño que esa creatura le provocó.
Aún sentía sus garras en la carne de su espalda. Raspando hasta el hueso, el chillido de rabia estremeciéndole los sentidos. Pero ahora quedando eclipsados por ella.
Ella murió.
Se cumplirían dos años desde que murió.
Ya no estaba, él se aseguró de eso, porque de lo único que no se aseguró fue de eliminarla de su mente.
Lilth se había ido.
Génesis también.
Pero entonces recordó las palabras incoherentes de Diodor que solo había atribuido a su obsesión por la muerte y por lo vulnerable que se ponía ante una mujer muerta, en especial Génesis que le había llamado tanto la atención.
Él dijo solo esas dos palabras que le valieron enojarse tanto como era posible.
<<Está viva>>
No, no lo está. Eso era lo que había pensado hasta ahora, porque su visión se sentía tan real.
La lluvia disminuyó su fuerza y eso le devolvió a la realidad justo cuando una de las enfermeras intentó tocarlo para hacerlo entrar y de un tirón pudo zafarse y caminar calle arriba alejándose del hospital. Cualquier ayuda que ellos pensaran que podrían darle era innecesaria, ya había obtenido del fantasma la ayuda suficiente.
Ese tacto no le parecía despreciable.
Las heridas de su espalda...
Las costuras que no podría hacerlas un fantasma ¿cierto?
Azz le esperaba recostado en la pared de una casa antigua. Le miró con esas comisuras tirandole burlonas, pero la expresión no pudo mantenerse por mucho porque entonces vio la expresión de su amigo mal herido.
-¿Qué pasa? a parte de lo evidente - la ropa de Azzl estaba hecha jirones y su cabello esta vez más corto estaba alborotado y manchado de una extraña mezcla parecida al alquitrán.
Larscifer no le respondió, se limitó a verlo fijamente hasta que algo en los ojos tormentosos de Azzl entró en contacto con alguna conclusión.
-¿Viste un fantasma? - otra vez sin respuestas, más que solo una mirada larga y comprensiva -. Bien, parece que Diodor tenía razón.
Un suspiro de resignación y un poco de miedo se reflejó en el semblante del bufón de los caídos.
- ¿Quieres buscarla? - inquirió dudoso Azzl.
Sin respuesta, él parecía estar muy dentro de sus pensamientos en donde prefería no encontrar lo que realmente quería.
Miró a su amigo y la repuesta fue pronunciada clara entre sus labios.
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Larscifer [parte 1 y 2]
Ficção GeralPero, como todo pecador tiene su maestro o su musa, para los caídos existía Él. El primer caído. El que no tenía como característica especial la Lujuria, la Violencia o la fascinación por el ocultismo. Lo contenía todo en su interior, tenía como ins...