14. Un cordero acorralado

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La respiración ahora agitada por el repentino cambio casi disipaba las emociones embargadas del efusivo encuentro de besos y caricias que habían tenido.

Ambos de pie, Lars la contemplaba con los labios entreabiertos, el cejo fruncido apenas imperceptible, verlo con la camisa blanca mojada pegada al cuerpo era el equivalente a verlo con el torso desnudo, cada músculo era palpable y era difícil debatir si ver su cara o su torso era más alucinante, sus risos mojados ahora si estaban desordenados, uno rebelde se deslizaba por su frente y el resto de su piel pálida era historia porque lo empañaban los impactantes ojos verdes. Esos posos insondables de misterios.

- ¡No! No te acerques, por favor - Génesis apenas se podía sostener en pie gracias al temblor de nervios que estremecía todas sus extremidades; con una mano se sostenía del tronco frondoso de un árbol a su espalda y con el otro brazo estirado y de palma abierta interponía espacio ente él. puede que el temblor se debiera a su primera experiencia con un hombre de una forma singular bajo esa lluvia ahora convertida en brisa -. Yo... lo siento de verdad. Esto no tenía que pasar.

Las hebras castañas caramelo de su cabello se pegaban a los lados de sus pechos, prohibiendo la transparencia, para dejar claro su protección con esa brecha de piel cremosa, su rostro lucía más asustado que de costumbre y un mechón se arremolinaba en su mejilla haciéndola lucir inocente.

- Yo no lo siento - habló con tono ronco Lars que estaba de pie respetando las distancias que interponía la joven -. Ha sido alucinante probar de tus labios.

«Yo debería decir eso» pensó Génesis, pero lo reprimió en ese rincón donde guardaba sus secretos y pensamientos más insanos.

Bajó la guardia ante aquellas palabras y no puso objeción ante la aproximación de Lars hasta que su palma podía percibir ese calor salvaje que emanaba su largo y fuerte cuerpo. Un paso más que diera alguno y sería suficiente para que tocara esa piel otra vez. Tragó saliva y dudosa deslizó sus ojos desde su pecho hasta los ojos más increíbles creados jamás, eran únicos porque eran los ojos de Lars y ese hombre era la perfección encarnada.

Lars dio, más y más pasos hasta crear una atmosfera similar a lo que los humanos llamarían un infierno, él era el infierno. Tan ardiente y perverso en todos sentidos descritos de las palabras existentes.

Su tacto en el de ella, en la cintura esa mano grande y bien esculpida a palma abierta tallándole, deslizándose por aquella pequeña, blanda cintura cubierta por la delgada tela que dejaba transparencias en ciertas partes.

Lo era todo. Lars y Génesis intentaban fusionarse una vez más, aquellos tentativos y diabólicos labios estaban demasiado cerca, el espíritu carnal estaba despertando algo intenso difícil de contener dentro de Génesis. Era tan similar a lo que le ocurría en el bosque, pero la única diferencia era que este era tan placentero, le borraba la cordura y solo provocaba lanzarse y decir si a todo proveniente de Lars.

La levantó tan fácil como una pluma con manos fuertes sosteniéndole por la cintura, por inercia las piernas de Génesis se enroscaron en las caderas de Lars, de un momento a otro una de sus piernas se deslizó por el bien firme y constituido trasero de Lars que no dejaba nada a la imaginación. Eran las posiciones, las manos en su cuello, sus dedos enredados en los castaños rojizos, las piernas colocadas de forma justa y correcta, la distancia perfecta entre ambas caderas como para no rosarse y encenderse con facilidad necesaria de un nanosegundo. Los labios, los milímetros exactos para sentirse, pero no dispuestos a arriesgarse.

Eran no solo dos cuerpos; húmedos, perfectos, emanando calor y contrastando la escena de la naturaleza, era más bien el arte perfecto de la pintura de la lujuria y la belleza.

Larscifer [parte 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora