Capítulo 2

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Dayana Bravo,

1 de mayo de 2021.

-...Para el gobierno es importante destacar a aquellos que un primero de mayo de hace mucho tiempo salieron a pelear por sus derechos, se que hoy muchos se van a congregar en las calles para continuar con esa tradición, les hacemos el llamado de hacerlo con mesura...

No se porque tengo el maldito televisor encendido, cuando está hablando el imbécil del ministro Federico Valencia, sobre la conmemoración del día del obrero o del trabajador en nuestro país. Se nota que el idiota que escribió el discurso no sabía que más poner y sale con pendejadas respecto al movimiento obrero de Chicago de 1886, que pretendía estipular una jornada laboral de ocho horas, como las que tenemos en este momento, dado que las condiciones de trabajo en aquellos tiempos estipulaban jornadas esclavizantes donde no importaba tu edad para laborar en las fabricas y no se tenía sentido del descanso o la recreación.

Vuelvo a revisar los objetos que estoy metiendo en la mochila, por si las cosas se complican en la movilización. Tengo un rociador con vinagre, otro con agua y bicarbonato de sodio, un envase con leche, una sudadera de color blanco para cambiarme cuando me retire del lugar de la movilización, dinero y las llaves de mi casa. 

De fondo el ministro sigue hablando sandeces sobre la movilización y es algo que no le presto atención, simplemente me termino de arreglar la cola de caballo que mantendrá mi cabello quieto y me hace sentir más fresca para la caminata que voy a realizar. Ajusto la escarapela que contiene mis documentos como defensora de Derechos Humanos para esta movilización, me pongo el chaleco de color azul que me identifica y meto los dos celulares que siempre cargo para este tipo de actividades, son completamente funcionales y necesarios cuando se presentan situaciones que pueden ser riesgosas.

Salgo del cuarto y mi madre me dice...

-No te vayas hija, quédate con nosotros este día y vamos al almuerzo que ofrecen para los empresarios de la ciudad, es de parte del gobierno, sería lindo que vayamos los tres.

Mi madre es la mujer más dulce del mundo, con su cabello entrecano por sus años y sus ojos chocolate, doña Aurelia Nieto, con sus 58 años encima me mira con ojos de súplica. Avanzó por inercia y la abrazo, es imposible evitar comparar nuestra altura, pues los centímetros que le saco son muchos y estos se hacen evidentes siempre que estamos cerca, mi madre es una mujer muy bajita, pues yo mido 1,73 centímetros y ella a duras penas raya el 1,60. 

Además, la elegancia es algo que en ella destaca, lleva puesto un vestido negro que le queda un poco suelto, pero demuestra su recato, luce aretes de oro en forma de flor que mi padre le regaló hace unos años, la cadena que yo le di cuando tuve mi primer sueldo y el anillo con un diamante incrustado que lo obsequió mi hermana mayor cuando cumplió sus 55, todo esto acompañado con zapatos de tacón moderado, la hacen ver como la señora más hermosa del mundo.

-Mami, vayan ustedes tranquilos, sabe que estos eventos nunca me han gustado y prefiero estar con los pelados gritando un rato contra el sistema-. Le digo y ella suelta la carcajada cómplice ante mi rebeldía. -Antes de que ustedes regresen estaré aquí, además, el hacer labor social me está ayudando a olvidar esos días...

A mi madre se le encharcan los ojos al entender de lo que le hablo, vivir con mis padres ha ayudado mucho a superar ese momento de mi vida, pero bueno. No solo contrasto con mi madre por la estatura, mientras ella está hermosa como se las describí la hijita está con vaqueros, crop top, chaleco y zapatillas para correr, nada peor que esa ropa, quedó en ridículo con mi madre cerca.

-No te preocupes hija ve con mucho cuidado y regrésate rápido, no quiero que nada malo te pase-. Le doy un beso en la frente y me giro para ir a la cocina a tomar mi adorada taza de café e iniciar el día con el pie derecho. 

Ministro +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora