Federico.
Las revelaciones de los últimos días dejaron atónitos a muchos. Conocer el testimonio del horror que Magda vivió es doloroso, todo el país comenta lo sucedido y las redes sociales están inundadas de mensajes rechazando las acciones de Esthefan.
Las voces se levantaron, ella se convirtió en un icono de la lucha contra la violencia de la mujer en el país, las movilizaciones con trapos morados que se han izado en las calles han volcado a multitudes diversas que rechazan sus acciones.
Toda esta situación se ha vuelto peligrosa con la docente a la cabeza detrás de todo esto, no hay que ser adivino para saberlo. Ella es la que tiene la experiencia para convocar de esa manera.
Esa fue su estrategia para ganar en un principio, fue evidente desde el momento cero al convocar prensa para que documentaran el juicio. Reconozco, fue un movimiento inteligente.
Informa, ejerce presión y destaca. ¿Qué más quiero?
La quiero a ella, triunfando, brillando y demostrando de lo que está hecha.
—Fede, no hay reporte de disturbios— dice Matías sacándome de mis pensamientos—.
—No hay necesidad de sacar a los antidisturbios, aún— comento para los dos—.
—Por el momento es mejor que no saques a nadie de aquí— argumenta dándome la razón—.
Miro a los 80 agentes antidisturbios uniformados con el traje especial para entrar en choque con una turba, las lacrimógenas adornan sus pechos, los Trufly empuñados por varios de los encargados, otros cargando los escudos a la expectativa de órdenes.
Estar de nuevo en el cuartel general de la policía es emocionante, las blancas paredes impolutas se ven manchadas por el negro de nuestra vestimenta, la amplia sala está rodeada de más artillería para ser usada y por la puerta se alcanzan a ver las tanquetas especiales de esta rama de la policía listas para partir.
Algunas motocicletas dispuestas con todo lo necesario para ser abordadas y acompañar a los agentes.
Todos me miran con cautela, con miedo y respeto. Tras la máscara soy irreconocible e inrrastreable a menos que investiguen y el tema es que tengan los medios para hacerlo.
Saben que soy el alto mando, quien dirige este tipo de operaciones y decide en qué momento actuar. No saben que soy el ministro, los cascos protectores y las máscaras internas no permiten que se me reconozca porque no llevo el distintivo, ni el código ni absolutamente nada, solo dice comandante.
Entre ellos, saben sus nombres, vidas e historias, pero nunca la mía y la del segundo al mando. En Uldavia nosotros somos los encargados de manejarlos, no voy a negarlo, esta rama de la milicia me gusta y mucho.
Antes eran poco destacados, con escaso apoyo económico, sin potencial y ya eran repudiados. Ahora, siguen siendo repudiados, pero el material bélico contra las masas ha incrementado y lo que estoy desarrollando en el laboratorio ayudará aún más.
En caso de disturbios, usamos oficialmente los gases de la gama de colores fríos.
Una voz en el intercomunicador me saca de mis divagaciones.
—Señor, todo en orden. Son ríos de mujeres que están cantando y bailando, por el momento no se observa nada sospechoso— habla Vanesa desde el intercomunicador—.
Ella continúa como infiltrada, no ha logrado estar cerca de Dayana, pero no lo necesito de momento. Debe estar enfocada en otro objetivo y ha tenido avances significativos.
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Ministro +21
RandomElla es docente, cursa una maestría en Historia y milita en una organización de izquierda. Ellos, tres hombres con defectos y cero virtudes, no entienden que el fuego y el hielo pueden convivir en un solo ser, resultando fascinante, atractivo para...