Capítulo 55

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Dayana.

El cuerpo de Federico está encima mío, me protegió con su cuerpo para evitar que el impacto me dañara y su maldito acto heroico lo dejó herido.

Líquido caliente se desliza por mi cuerpo, lo tengo entumecido ante la fuerza del impacto y el peso de su cuerpo, sin embargo, siento como algo tibio me empapa y temo por la gravedad de las heridas.

Siento las lágrimas correr por mis mejillas, la humedad y el cosquilleo de mi cuerpo al volver en sí del trauma.

Respirar duele y espero de corazón no tener costillas rotas o un pulmón perforado porque no sería capaz de mover el cuerpo del hombre que está dando su vida por mí.

No soy digna de actos heroicos, soy más escoria que el causante de todas mis desgracias y que un alma noble venga a querer salvarme solo hace que quiera salir corriendo.

Es mucho lo que le debo a Federico y en este punto, no sé que somos.

—Preciosa— dice en un susurro.

La voz le sale dolorida.

—Fede— a mi hablar me duele.

El abdomen se me contrae y el paso del aire se me dificulta.

—¿Estás bien?

Necesito moverlo para revisar su estado.

—Me duele respirar— le digo.

—Te estoy aplastando— responde y un jadeo sale de su garganta.

—¿Puedes moverte?— cuestiono con miedo a su respuesta.

—No lo sé— una pequeña sonrisa se instala en mi cara.

—¿Lo intentamos juntos?— pregunto.

—Quiero que todo sea juntos, preciosa— su voz tiene una confesión implícita que me niego a aceptar—. Si la vida me lo permite, mi deseo más grande es que de aquí en adelante nuestra vida sea juntos.

Mi cerebro deja de procesar sus palabras y pierdo la noción de la situación en la que me encuentro.

Federico ajusta su mano ensangrentada a mi hombro y hace el primer intento de moverse, consiguiendo que pueda oxigenar mi cuerpo con mayor facilidad.

—No digas esas palabras tan bonitas en esta situación, Fede— susurro.

—No sé si supere estas horas, preciosa— dice con la voz ahogada.

—Sí, sí lo harás— lloro más a medida que él se va moviendo y siento como la piel se me eriza ante la neblina que se conjuga con la oscuridad de la noche y el piso mojado no solo de agua lluvia.

Vuelve a moverse consiguiendo que nuevo gemidos de dolor salgan del fondo de su garganta.

—Casi lo consigo— susurra.

Mi cuerpo está casi al completo libre de la presión de su cuerpo y recuperó la movilidad. Hecho una mirada rápida a mi estado consiguiendo solo unos raspones con algo de sangre seca, no obstante, es Federico quien me preocupa cuando mi visión panorámica capta algo incrustado en su espalda.

—Ahí ya puedo sostenerte, Fede—Como puedo me logro sentar, acomodo su cuerpo entre mis piernas para acariciar su cabello ensangrentado, las hebras de cabello castaño se van enredando en mis dedos y siento como algo los moja—. No te vayas, por favor no lo hagas.

Busco contusiones en su cabeza, sin embargo no encuentro nada, pero los trozos de metal salen de su cuerpo y no son pocos... alcanzo a contar cuatro o cinco, pero no sé a ciencia cierta cuantas heridas tenga.

Ministro +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora