Capítulo 32.

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Federico.

—¡No tengo donde quedarme!— se lamenta Dayana—.

Han pasado dos días después del ataque, mis heridas no se infectaron y estoy relativamente bien. Ya me puedo ir a casa.

La relación con Dayana se ha hecho más estrecha los días que hemos compartido en el hospital. No se ha separado de mí en estos dos días, ha estado comiendo a mi lado, durmiendo y consintiéndome en todo lo que se me antoja.

La recuperación va bien, tengo moretones en mi cuerpo y en el de ella que recuerdan lo que pasamos juntos.

—Quédate en mi apartamento— le digo mientras acomodo el brazo en el cabestrillo—.

Agacha la cabeza. Su apartamento sufrió graves daños en el ataque y no es apto para vivir, en estos días mientras convivimos me dijo que no quería molestar a sus padres. Así que le ofrezco mi apartamento, al finales un lujo que solo sirve para descansar breves momentos en mi agitada vida.

—Creo que Magda me puede recibir por unas semanas— se encoge de hombros—.

—Mírame— la tomo del mentón para conectar nuestras miradas—. Quédate en mi apartamento— le sonrió—. Es muy seguro, vas a estar bien y tendrás un lugar grande para estar tranquila.

—Pero... y ¿Tú?

—Yo vivo en Bellavista con mi hermano— le digo para que entienda que va a estar sola, que no voy a invadir su privacidad y no la voy a obligar a estar conmigo todo el tiempo—. Es un apartamento que tengo desde hace mucho tiempo y casi nunca frecuento, es mejor que quedarse en un hotel.

—No sé, déjame pensarlo.

Se estaba planteando irse a un hotel por unos días.

—No tienes nada que pensar, solo dime que sí— regreso a verla mientras ella está sentada en el mueble de la habitación recogiéndose el cabello—.

Conseguir un apartamento bueno toma su tiempo. Estar semanas en un hotel es cansado y prefiero que esté en un lugar seguro, mi apartamento lo es.

Ya me di cuenta que tiene más de un peligro acechando.

—Préstame el apartamento por un par de días, gatito— me saca una sonrisa por el apodo y  gatea el poco espacio de la cama para darme un beso—.

—Entonces gatito...

La estrecho entre mis brazos mientras respondo a sus besos, la adoro con la boca y la profano con las manos cuando pongo mis manos en sus glúteos, tiene un culo perfecto.

—Tienes las manos muy largas gatito— me devuelve el abrazo y me da un azote en el culo—.

—¿Yo?

La beso. Me pierdo en sus labios, son adicción y fuego. Son veneno y antídoto.

Sus besos son todo en este efímero idilio para un ser que solo quiere venerarla. Ella ha impactado en mi vida de tal forma que quiero tenerla de manera permanente aquí, junto a mí conmigo.

—Si tú— me muerde el labio inferior—.

—Ajá— le devuelvo el gesto y paseo la nariz por su cuello—.

Empiezo a meter las manos bajo su sudadera y un carraspeo nos hace detenernos.

—Caramelo— dice Joaquín—.

—¡Papá!— se pone completamente roja—.

—¿Interrumpo?— dice con aire burlón ante lo obvio—.

Ministro +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora