Capítulo 54

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Federico.

No se si son segundos, minutos u horas lo que me demoro en incorporarme, no obstante el entorno sigue agitado mientras más y más disparos se escuchan en el aire.

Todos los que estaban en la mesa conmigo tienen arma en mano y están agazapados cerca a mí protegiéndome con sus cuerpos.

—Tenemos que salir de aquí.

—De acuerdo— susurro—. ¿Me desmayé?

—No Ministro, pero esa cosa que te dispararon es para romper chalecos antibalas— espeta Dayana.

Fuera del círculo que me protege, se arma otro círculo con personal de la guardía que ya traen escudos para sacarme con bien del lugar.

—Que nadie salga— exclamo enardecido por los hechos que acaban de pasar.

Las balas no cesan de centellear contra los escudos, los trillizos y Dayana ponen sus cuerpos como escudo para evitar que las balas me alcancen, no tengo radio ni equipo que me permita comunicarme con refuerzos para mis hombres y que desplieguen el operativo candado en el hotel.

Maldita gala, todo salió mal.

—Fede no tiene heridas notorias, pero la prioridad es salir de aquí— susurra Dayana con los dientes apretados.

Los escudos aguantan la lluvia de disparos y los hombres no tienen chance para hacer más que maniobras defensivas.

—Vamos a arremeter— dice Renzo entre dientes.

—Puedes morir en el intento— habla Tom queriendo que entre en razón.

—Ellos son francotiradores y nosotros tenemos armas de corto alcance— es Kelvin quien le explica la situación a su hermano.

Renzo resopla con frustración.

—No seas Necio Renzo— dice Tom.

—Vamos a quedarnos con los brazos cruzados— se molesta Renzo ante su inactividad.

Lo sanguinario y sádico lo pone de mal humor cuando no puede hacer parte de lo divertido.

La arremetida cesa de un momento a otro y es la oportunidad que tenemos para inspeccionar lo que ocurre, algunos escudos caen y los trillizos salen del círculo interno que habían formado para protegerme, solo me quedo con Jocelyn y Dayana que no sueltan las armas de sus manos.

Los trillizos disparan afuera y nosotros nos preparamos para apoyarlos junto con los otros hombres del escudo. Primero Jocelyn, después yo y por último Dayana.

Siento sus pasos tras de mí, hasta que un jadeo me detiene y me obliga a regresar la mirada a ella que está con el vestido ensangrentado y agarrándose el costado mientras los tatuajes del brazo del hombre relucen en su cintura.

—Si no es mía, no es de nadie— sentencia.

Arremeto contra él hiriendo en el proceso a algunos de mis hombres haciendo que Jocelyn se lance contra mí.

Los disparos se inician de nuevo y veo el vestido blanco teñirse del carmesí de su sangre con el paso de los segundos.

Jocelyn se mueve rápido para detener la sangre de la herida, mientras veo cómo van bajando hombres y me preocupa los mellizos.

No han regresado.

Salgo mientras las mujeres quedan cubiertas por los escudos, el círculo de hombres se cierra y las mujeres dentro se supone están protegidas por la poca guardia que aún queda en pie.

Los centelleos de las balas empiezan a caer a mi pies y me muevo con agilidad para esquivarlos mientras escaneo el panorama encontrándome con cuerpos tirados por todo lado, en su mayoría a mis hombres muertos, al fondo un desconocido sostiene a Renzo y los otros dos hermanos no están por ningún lado.

Ministro +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora