Capítulo 51

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Juan.

El brazo me arde mientras me aplican alcohol para desinfectar la herida. El recuerdo de ella siendo tan dulce y dándome un recuerdo de lo que construí me pone ansioso.

Quiero apagar su ser, absorber su oscuridad y volvernos uno.

Que la piel se le erice de temor y excitación. Que entienda que todas las cartas que escribí en ese escabroso lugar no eran vanas advertencias, sino la realidad de lo que le espera.

Tengo impregnado en mi nariz el olor cítrico de su perfume, el mismo que usa desde que la conozco, mi Luna.

Quiero volver a recorrer su cuerpo con mis manos y llenarme de su esencia. Desatar su oscuridad y que sea absolutamente sumisa a mí.

La punzada de la aguja picoteando mi piel me saca de mis divagaciones. Las mujeres se mueven en torno a mí, ligeritas de ropa, solo con una diminuta tanga que escasamente les cubre el coño, los pechos al aire y una malla encima, todas de diferentes etnias, pero mi preferida es aquella que tiene ojos miel.

Me recuerda a ella y si no la puedo tener, al menos una sustituta me mantiene entretenido. Veo los moretones en sus brazos y esbozo una sonrisa.

Tuvo que pagar las consecuencias de mi Luna, verla de la mano de ese bastardo me heló la sangre para después ponerla a bullir.

La pedí a ella en mi habitación, estaba tan inestable que miré el rostro de mi Luna y rompí todo lo que necesitaba de ella. Ya tendré la oportunidad de desquitarme con la causante de todas mis desgracias.

La chica que se encarga de limpiar mis heridas, su mirada gacha y concentrada en mi brazo. La sonrisa tímida, los ojos que me recuerdan a mi mujer.

La polla se me pone dura, el recuerdo de ella envuelta en cuero me hace tomar el cuerpo de la mujer que intenta suturar la herida causada por Dayana, pero no importa que sangre.

Ella va tomando la posición que necesito y rompo la tela de su braga con un solo tirón. Me gusta tenerla en cuatro con el culo arriba y el torso pegado al piso mientras le doy desde atrás. Mis dedos están marcados en su cintura con hematomas que le recuerdan que no puede huir. Es mía, un recuerdo de mi Luna y el saco de boxeo que usó para sacarla de mi cabeza.

Las lágrimas se pierden en el mármol del piso y las marcas de la mejilla derecha se combinan con la piel lastimada y pequeñas gotas de sangre.

Mis hombres le perdieron el rastro hace unas horas, algunos ya estaban dispuestos a seguirla cuando me disparó... sus intenciones fueron muy obvias.

Aunque, no puedo negar que me siento sorprendido ante el derroche de energía que demostró, los ovarios para venir a una trampa y enfrentarse sola a un grupo grande de personas. Aún así, irse invicta, sin ninguna herida.

Mató a cinco de mis hombres y dejó heridos a 15 del grupo de cuarenta que dispuse para capturarla. La idea era acorralarla y dejarla sin salida.

Pero, tonta no es y se dio cuenta a la brevedad de mis intenciones.

Tiene un brillo de no sé qué... deseo extinguir, enjaular...

Todos mis pensamientos están desordenados y se concentran en ella. Penetro con fuerza a la mujer y no me fijo que está inconsciente después del tiempo que le he estado dando.

Y aún no me he corrido.

Desecho su cuerpo a un lado y veo mi brazo que está bañado en sangre.

Le resto importancia y pongo los pantalones en mi lugar saliendo del lugar, sé que tenemos que movernos o en anda el ejército llenará todo el sitio con sus perros para capturarme.

Ministro +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora