Federico.
Llego a Uldavia el domingo cuando está despuntando el alba en el cielo, los tonos rojos y amarillos predominan en el horizonte.
Estoy cansado, no he dormido una mierda, tengo hambre, estoy de mal humor, a pesar de que la ciudad acaba de despertar, yo no he dormido, salí de la bodega y de inmediato abordé el avión para ponerme en camino a casa.
Para mí desgracia esta tuvo problemas, al vuelo se le sumaron dos horas más, uno de los dos motores falló y el estado del tiempo no daba para seguir con el viaje sin ponernos en riesgo.
Fue inevitable comunicarse con la aeronáutica y pedir apoyo para evitar colisiones, o cualquier vaina que pudiera matar a la tripulación y a mí en el aire por las fallas.
Es extraño, generalmente, se hacen todas las revisiones antes de abordar, es más una o dos horas antes los encargados dejan todo funcionando con normalidad.
Pero, en esta ocasión el equipo falló y eso no pasa con regularidad, además, el maldito estado del tiempo no ayudó, la tormenta estaba fuerte y son de más cosas que aunque prevés, no quieres que pasen nunca, porque puede cobrarse las vidas de quienes van a bordo.
No soy de dormir en el día, pero el cansancio cobra factura y cuando llego a la casa pasó directamente a la habitación de Max que sale de la ducha con pantaloneta y se mira con cara de preocupación.
—¿Fede, estás bien? — cuestiona preocupado, supongo que le contaron los imprevistos en la aeronave.
—Al menos estoy vivo, eso es lo que importa, ¿Verdad? — respondo con ironía.
—Por Dios Fede, estaba asustado cuando me avisaron— se acerca a darme un abrazo reconfortante.
Me aprieta y con ese solo gesto me hace entender lo preocupado que está por mi seguridad.
Se supone que yo lo debo cuidar y casi me mato en el aeronave, irónico, eso solo me avisa que tengo que redoblar la seguridad en todo y en todos los que me importan.
—No me pasó nada, pequeño— le revuelvo el cabello y por primera vez no me mira enojado, por la palabra o la acción. —Tu hermano siempre va a estar aquí para protegerte, soy inmortal— declaro.
Suelta una risita y se quita de mis brazos de inmediato.
—Entonces, "señor inmortal," — pone comillas en sus manos—, por favor, no se ponga en riesgo.
Asiento afirmando.
—Me voy a dormir, este fin de semana ha sido intenso y necesito descansar para mañana volver a trabajar.
Caigo rendido en la cama, me duermo por no se cuantas horas y es el hambre lo que me despierta.
Bajo a la cocina y abro el refrigerador para ver que puedo desayunar o almorzar, no sé y no me importa en realidad, lo único que quiero es comer.
Agarro una manzana, yogurt, cereal y pongo a hacer café en la cafetera que acompañaré con tostadas.
Max aparece con vaqueros y una camiseta negra, me mira con diversión y yo lo único que hago es poner los ojos en blanco por su evidente burla mientras tengo la intensión de atiborrarme con la comida que estoy poniendo en la mesa.
—Mucha hambre, Fede— me da una sonrisa guasona que le llega a los ojos iluminándole la cara.
—¿Qué hora es pequeño?— cuestiono.
—Son las 3 de la tarde, bella durmiente.
—No me llames así, respeta nenito o ve a tomar tu biberón y deja de joder.
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Ministro +21
RandomElla es docente, cursa una maestría en Historia y milita en una organización de izquierda. Ellos, tres hombres con defectos y cero virtudes, no entienden que el fuego y el hielo pueden convivir en un solo ser, resultando fascinante, atractivo para...