Capítulo 23

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Dayana.

La vida siempre pretende tener los destinos escritos, o eso creo, pero a mi me gusta borrar los trazos y re dibujarlos a mi antojo.

La pantalla de perfección confunde, pero esa simpleza con la que se mueve el mundo a mi alrededor me estresa, necesito un poco más de acción en mi vida y tomar decisiones determinantes para salvar a unos y condenar a otros.

—¿Estás segura Trululeca?

Pregunta mi hermana sacándome de mis pensamientos.

—No hay lugar a discusiones Magda, voy a tomar tu lugar y seré la encargada de los negocios—sentencio.

No lo hago por envidia, ni mucho menos, considero que es mi deber ser la encargada de la parte no tan legal de los negocios de la familia con el único fin de proteger a mi hermana y a mi sobrina.

—Tú sabes que esas responsabilidades las llevan sobre sus hombros los hombres, de lo contrario, la primogénita—me recuerda—, me corresponde a mí encargarme— tuerce el gesto con cansancio.

—Lo sé, pero no voy a dejar que te arriesgues, algo salga mal y Mariana quede desprotegida —pongo los ojos en blanco mientras camino con Magda pisándome los talones—. De hecho, ya limpié la mayoría de los negocios que manejas para que nada te ensucie y puedas tener una buena vida con ella—le informo—.

—Papá se va a oponer, él no va a permitir que te encargues porque no eres su primogénita y esas son mis funciones— dice hecha un manojo de nervios. Me molesta que le tema a mi padre por las acciones de él en la infancia, conmigo no fue tan severo como con ella—. Dayana, por favor no enfrentes a papá por esas cosas, ya he aceptado mi destino y ante su inminente retiro mi deber es encargarme de los negocios.

Su afirmación no es genuina, con todos los líos que tenemos encima no tiene cabeza más que para pelear la patria potestad de su hija, si se la quitan, ese sería un golpe que no podría soportar nunca.

—Hablemos con él, le voy a decir mis razones y si se niega asumirías esas responsabilidades- ni de coña voy a permitir que ella se encargue, no quiero ponerla en riesgo, tiene que proteger a mi sobrina—. Ya lo soluciono, no te preocupes Ma- le doy una pequeña sonrisa.

Estamos a unos cuantos pasos del despacho de papá, los reproches se volvieron susurros a medida que nos fuimos acercando.

Agarro el pomo de la puerta, lo giro, le doy una última mirada a mi hermana con una pequeña sonrisa tranquilizadora. Entro al despacho, aunque ella acelera el paso e intenta ingresar, le cierro la puerta en la cara con seguro y me enfrento al hombre que nos dio la vida.

—¿Desde cuándo no tocas la puerta para entrar, Caramelo?— me reprende poniendo los ojos amarillos en mi.

—Desde qué quieres retirarte y dejarle a Magda tus responsabilidades— contesto altiva—. Sabes que ella no es la mejor opción en este momento, bueno en este y nunca.

Me mira con el ceño fruncido, sus ojos iguales a los míos se conectan y me dedica una mirada de indignación.

—¿Estás celosa, hija?— pregunta con desconfianza en su voz.

—No papá, no estoy celosa— niego con la cabeza y resoplo—. No es justo que expongas a Magda, cuando sabes que si se muere o va a la cárcel Mariana se va a quedar sin nadie que la proteja— los ojos se me llenan de lágrimas de impotencia al plantearme la situación.

—Mi nieta tiene un padre que se debe hacer cargo— siento como si la boca se me llenara de ácido y me abstengo de hacer una arcada ante sus palabras.

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