Capítulo 36

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Federico.

Horas antes...

Muchos se acercaron a darme una felicitación, pedirme una entrevista por mi controversial discurso o solamente mostrar sus inquietudes y puntos de acuerdo respecto a ello, sin embargo, los ignoro y dejo a Tadeo para que se haga cargo de todo.

Supongo que él lo sabía desde un principio, seis horas sin saber de mi hermano y yo aquí perdiendo mi tiempo con gente pendeja.

Matías me habla. Veo negro por lo que me dice, algo de esto sabe mal, muy mal y no estoy para dejarme ver la cara de tonto por malditos ineptos que se creen más que yo cuando no son absolutamente nada.

Termino la llamada con mi segundo al mando en el ejército, pero me es imposible guardar mi teléfono como si nada estuviera pasando cuando está pasando todo.

Me pongo al teléfono nuevamente exigiendo que me preparen el vuelo ahora mismo, de tal manera que apenas llegue, despeguemos.

La angustia al no saber el paradero del pequeño me remuerde los intestinos, la sed de sangre se acrecienta en mi cerebro, la tranquilidad es algo inexistente en las horas venideras y lo peor es que cada maldito reporte mientras estoy en el aire, es negativo.

Trabajo con basura inútil que no da resultados en absoluto.

Reviso una y otra vez las grabaciones del punto negro que crearon los atacantes, todo lo aledaño, analizo minuciosamente cada parte y obligo al piloto a ir contra los protocolos de seguridad para cortar el tiempo de vuelo lo más que se puede.

La voz de mi hermano hace unas horas, relajado hace eco en mi cabeza con cada minuto que pasa. Ahora, la incertidumbre de desconocer su paradero es un castigo que asumo con dificultad incluso para respirar en los momentos en los que la angustia y la rabia danzan a la par jugando conmigo.

He fallado tanto, pero tanto que si algo le pasa no sé qué será de mi vida si no logró evitarle daños.

No se trata de ponerle la vida más fácil de hacerlo un inútil con privilegios. Pero, si es su seguridad la que recae en mis hombros, eso es lo que me jode, a pesar, de intentar mantenerlo seguro y darle todas las herramientas para que pueda defenderse en situaciones de riesgo como esta, vivo fallando.

En situaciones como las que vivió hace unas horas.

¡Joder!

12 horas, 12 malditas horas sin tener una pista de mi hermano y de la mujer de ojos amarillos que lo acompañaba.

Matías me da un respiro de tranquilidad y esperanza cuando me dice que tiene pistas. Cárdenas, excelente agente cuando se la necesita.

La distancia se acorta, la presión interpuesta al piloto surte efecto, cuando antes del tiempo estimado estamos cerca del aeropuerto. En el avión me pongo el uniforme de pila que me recuerda que más allá de ser un diplomático, soy un criminal disfrazado de soldado. Imágenes que manejo a mi conveniencia.

Menos mal siempre ando en mi maleta con un uniforme de respaldo.

Aterrizamos y apenas el avión toca tierra disminuyendo en su totalidad la velocidad me precipito al suelo, las camionetas con soldados prestos para prestar seguridad están esperando mi llegada.

Abordo una que esperaba con las puertas abiertas, doy un portazo y estos se ponen en marcha de inmediato.

—Ministro, el viceministro Villalba ya tiene a los sospechosos en la sala especial de interrogatorios— informa el capitán Domínguez.

—Vamos al parqueadero más cercano del lugar.

—Como ordene, señor— responde—. Está hace con la Coronel Cárdenas y la teniente Moreno, no sé cómo vaya el interrogatorio, porque no dejan ingresar a nadie a parte de ellos y es mejor ni siquiera acercarse.

Ministro +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora