Capítulo 27.

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Federico.

Dayana.

¿Creíste que no me iba a enterar?

¿Creíste que no te mantengo vigilada?

¿Creíste que no estoy al tanto de cada paso que das?

Que no se te olvide que las cadenas que nos unen salen del razonamiento de algunos, de muchos, más bien de todos.

Que sepas que me encanta nuestro nuevo nido.

Quiero derretir el acero que me rodea, volverlo nada, salir corriendo, flanquear la distancia que nos separa y estar contigo.

Escapar solo por tener tu fragancia en mi nariz, tu piel entre mis dedos y el sabor de tus labios en los míos.

Adorarte como te lo mereces, te extraño y te extraño mucho cariño.

Lo peor de estar en esta jaula no es estar encerrado, es estar lejos de ti, es no tenerte y desearte cada día, pero tengo la certeza de que pronto estaremos juntos y esta vez será para siempre, querida mía.

Anhelo cada segundo de mi existencia aquí, tenerte cerca, pero tu ni siquiera una respuesta a las malditas cartas me das.

Me enerva, yo que tú, empiezo a responder, voy eligiendo el lado en el que quiero estar. ¿Sabes? huelo mi libertad, la siento entre mis dedos cada día que avanza, nos queda poco tiempo separados.

Espérame y espérame con ansias, las mismas que consumen mi alma por verte y tenerte completa para mí.

Nos vemos pronto querida mía.

Arrugo el papel que saqué del cesto de basura de Dayana, antes de salir a arruinarle los planes y demostrar que hay algo más entre los dos, aunque carnal, prefiero no ocultarlo como ella pretendía.

Me pregunto quién le escribe con tanta intensidad, amenaza e intriga. ¿Un amante del pasado? ¿Alguien a quién destruyó? ¿Una jaula? ¿A qué se refiere con eso? ¿está preso? Tengo muchas preguntas sin resolver y eso me va a volver loco.

No entiendo una mierda.

Y además, los dulces que estaban en la mesa donde reposa el televisor me intrigan, dulces de café. Los probé hace unos años, me parecieron deliciosos, pero los dejaron de producir y son difíciles de conseguir porque son muy costosos y escasos en el mercado.

—Fede— mi hermano pequeño me saca de mis pensamientos—, ¿Cómo fue que los Bravo nos invitaron a comer?

—Porque tuvo de postre de la cena de ayer a Dayana— responde Gregorio por mí—.

Lo miro mal y él se echa a reír de inmediato.

—Me acosté con Dayana— me encojo de hombros—.

—¿Y lo disfrutaste?— pregunta Max con curiosidad—.

Sonrío en respuesta.

—Lo disfruto y mucho, Max. Pero, eso lo entenderás cuando crezcas un poco más— dice Gregorio—.

—Entiendo— le responde a mi amigo con gesto imperturbable en la cara—. Fede, ayer quería matarte por dejarme en ese evento de mierda solo, nunca pensé que te fuiste con Dayana, desapareciste mucho antes que ella— me aterra la buena memoria que tiene mi hermano—.

Ministro +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora