Cóndor y Jaguar

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Narrador omnisciente.

El jaguar no puede ocultar su gesto de disgusto por los hechos ocurridos en los últimos días, sus ojos dorados brillan con ferocidad tal felino rodeando su presa, está listo para atacar y demostrar su superioridad.

La persona a la que él Jaguar viene a visitar recibe a los guardias con una sonrisa cínica en la cara, deja hacer lo que ellos le piden sin poner mucha resistencia, estas atenciones solo se las dan si de una persona se trata. Se acomoda y espera paciente que la puerta se abra.

Para el visitante de la isla viajar a la Gorgona después de casi seis meses es cansado, la humedad de la zona hace que la camisa se le pegue al torso y lo único que quiere es regresar a su ciudad y al lecho de la mujer que desea.

La Gorgona, antes pertenecía a Colombia, ahora pertenece a América Latina sin discusión. Un punto exótico que en el siglo XX sirvió como cárcel, una cruel e insufrible condena y tortura para aquellos que lograron habitarla. Se dice que aún se escuchan en las madrugadas los gritos de los condenados por las torturas ejercidas de los miembros de las fuerzas de seguridad, un lugar como dice el adagio, sin Dios ni ley.

Ahora, el Jaguar se encamina por las piedras que forman un sendero entre la maleza, los árboles, matorrales y animales silvestres conviven en paz aquí, incluso las serpientes que se arrastran parecen felices de la intrusión, se puedo apreciar unas cuantas a medida que paso a paso se va acercando al lugar ha mantenido encerrado a su rival, se siente tranquilo todos estos meses porque no está siendo un peligro para aquellos que quiere.

La cárcel de Máxima seguridad de la isla Gorgona solo tiene unos cuantos presos y en estos está uno en particular que necesita una visita de parte de él. El proyecto estaba desde antes de que el Jaguar interviniera, lo único que hizo fue ponerlo en marcha y manejarlo a su antojo.

Como muchas de las cosas que le gusta hacer, lo mantiene en silencio, son pocos los encerrados y los custodios que viven en la isla, son los más hijos de perra que existen.

Sólo le obedecen a él, una prisión que sirve a intereses mezquinos disfrazada como cárcel de máxima seguridad. Le deben lealtad y fidelidad porque él es quien les dio rango, posición y nombre de élite, mercenarios hijos de puta que debieron ser juzgados por delitos de lesa humanidad.

El precio del poder es algo en lo que al Jaguar le gusta mojarse, bañarse y hasta beberlo, exuda dominio. Pero lo disfruta en silencio, alejado de todos.

Los custodios al verlo pasar apartan la mirada, saben mi identidad, conocen su historia de primera mano, sin embargo, no se atreven a pronunciarlo. Simple y llanamente me llaman Jaguar.

Aquí es lo que es, no se oculta y hace que me identifiquen como tal.

—¡Jaguar!— grita el director del penal que lo recibe en la puerta.

El trigueño, con la cabeza rapada, cuerpo musculoso y ojos café claro lo saluda afectuoso, es uno de los mejores elementos que pudo poner en la Gorgona.

—Rogelio— sonrió—. ¿Cómo van las cosas por aquí con las vaquitas?

Suelta una carcajada sonora.

—Aquí no hay vaquitas, hay un poco de cabrones sanguinarios— le contesta.

—¿Te quejas de todo el ganado que tengo en el potrero?— digo haciendo referencia a las celdas.

—Cabrones sanguinarios— refuta.

—Al final todos lo somos, solo que estos no contaron con la suerte de caerme en gracia— se encojo de hombros y el trigueño sonríe con confianza—. Llévame a la celda de mi invitado especial— digo.

Ministro +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora