Capítulo 26

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Espero leer sus reacciones del capítulo

Dayana.

Estoy de aquí para allá con un muy disgustado Harold, llevamos cerca de media hora recorriendo los lavabos, buscando evidencia de las personas que estaban cogiendo aquí sin obtener ningún resultado, obviamente no va a encontrar nada.

—Es inaudito que no dieran la cara— dice con algo de furia—.

Tiene a uno de los implicados al frente, solo que, no tiene el derecho de enterarse.

Lo peor, no siento ni una pizca de culpabilidad por lo que hice. Estoy enojada con el Ministro por omitir mi decisión de que parara y además inmovilizarme para que mi colega me escuchara gemir, pero llegar a sentirme culpable por pasarlo bien, ¡nunca!

Ese hombre hace maravillas con la boca y los dedos.

—Tranquilo, tal vez escuchaste mal y no era nada— intento persuadirlo—, quizá, tus sentidos te jugaron una mala pasada.

Estoy actuando como una persona horrible, si y no me importa. Si la llamada de Harold no interrumpía el momento con Federico, estaría en otro lugar feliz y cogiendo como una zorra barata en los brazos del Ministro.

Ahora, estoy con el coño al aire, sin bragas, con una excitación que va en aumento de solo pensar en su polla en mi entrada, sus dedos en mi piel y sus labios devorando los míos con agilidad.

Es que todo se me hace agua de solo pensarlo y tengo que apretar de forma disimulada las piernas para evitar que mis fluidos se deslicen más.

—No escuche nada mal, no me hagas sentir como loco— me reprocha con algo de enojo—. Alguien estaba aquí manteniendo relaciones sexuales, en nuestras narices, estaban violando los acuerdos de la moral, los acuerdos mínimos—dice con exasperación—.

Intento poner los ojos en blanco, pero mantengo el impulso a raya.

—No quería decir eso— me disculpo—. No pongas palabras en mi boca que no he enunciado— claro que no está loco, si lo que escuchó fueron mis gemidos—. Pero, quizá era una parejita de enamorados que estaban experimentando, relájate.

Quiero quitarle gravedad al asunto, pero se empecina en que es algo grave. Me parece molesto que sea tan terco con lo que se propone, menos mal no quedó evidencia de lo que hicimos, ni siquiera el empaque del condón rasgado, nada que pueda implicarnos.

—Eso diste a entender— me dice con tedio y esta versión nada agradable del matemático me fastidia—. Es que tener tan grande osadía, ¡imagínate!— explaya los ojos—, que los estudiantes los escuchen o sean adolescentes irresponsables, no queremos volver a lidiar con embarazos en la institución, la última vez fue catastrófico y estos jóvenes calenturientos e irresponsables son un problema para todo el mundo.

No respondo nada.

Recorremos por milésima vez los pasillos del baño de arriba a abajo, con cuidado, igual no encontramos nada.

Los pies me están chillando por el tiempo que llevo parada, además, tengo que sumarle el uso de los insufribles tacones que adornan mis pies, amo los tacones, pero en este momento lo único que deseo es estar tirada en mi cama o ponerme unos cómodos zapatos deportivos.

Estoy cansada y prefiero dejarme de payasadas, no voy a mantener el teatro que el matemático está montando con todo el asunto.

—Me cansé— digo con enojo contenido en mi voz—, no vamos a encontrar nada, así que es mejor dejar esto aquí— digo cortante—.

—¿Por qué te escuchas tan convencida, Dayana?— pregunta con duda en su voz—.

—Estoy hablando a partir de la evidencia, numeritos— bromeo con tranquilidad, ocultando que estoy fastidiada a morir por todo el tiempo que he perdido.

Ministro +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora