Capítulo 50

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Federico.

Dayana está en mi cama, durmiendo tras el fiasco de su cumpleaños. Su familia entendió que me haría cargo y se fue. Se notaban genuinamente asustados por la reacción, aunque Joaquín felicitándome por un golazo no me pasó desapercibida.

Me cuestiono incesantemente ¿Qué pudo ponerla tan mal?

No tengo la menor idea y quiero pensar que va a tener la confianza suficiente para contarme lo sucedido.

Se desmayó, afortunadamente precipité sus movimientos cuando recibió la rosa.

Una que inexplicablemente apareció con ella sin que nadie del equipo de seguridad se percatara de quien la entregó.

Segundos de angustia inminente se hicieron presentes y algo en mi pecho se oprimió al ver esa rosa quemándose pétalo a pétalo.

Totalmente inesperado, una sorpresa desagradable que la desequilibró.

Trabajo un rato en mi teléfono revisando correos y otros asuntos de mis responsabilidades como Ministro. Estoy cerca de la cama en la que ella reposa y siento un leve murmullo.

—¿Fede?— escucho su voz en un susurro y su mirada desorientada revisando la habitación—. ¿Dónde estamos?

—En el apartamento, preciosa.

Traga grueso, lo sé, porque escucho su garganta sonar.

—¿Dónde está?— pregunta nerviosa y buscando en todas las direcciones de la habitación.

—¿Dónde está quién?— pregunto.

Creo que aún está adormilada, porque busca a alguien que claramente no está aquí.

—Él...

—Dayana, estamos solo los dos en mi apartamento— acuno su rostro y paso mis pulgares por sus mejillas con la intención de tranquilizarla.

En sus orbes ya no se mira la paz de siempre, el iris cambió y está turbio como si de un pánico inexplicable se tratara.

—¿Qué pasó Preciosa?

—No sé... Él...

—¿Quién?

—Él, volvió...— se pone a llorar inconsolable y se tira a mis brazos.

—¿Quién?

—Mi pasado...

¿Su pasado?

Con su pasado se refiere a muchas situaciones, pero no es explícita en cual...

Sus dedos temblorosos acunan mi rostro y veo el abandono de esta realidad, está perdida en su cabeza, en su tristeza o en lo que la perturba que creo que se enfoca en el esmeralda de mis ojos para regresar a la realidad.

Sus dedos se van volviendo más intensos enterrando las uñas en mi rostro, me atrae a sus labios con rabia estrellando nuestras bocas para devorarme como nunca lo ha hecho.

Una furia que la consume y ese sentimiento de abandono que la vuelve vulnerable mezclado con el deseo intenso de ser follada hace que empiece a tirar de mi ropa como si no hubiera mañana.

Ahora entiendo el "la ropa nos estorba", porque ella lleva sus manos con afán a mi camisa y saca los botones con torpeza y rapidez volando algunos por la fuerza que ejerce. El vestido que le regalé es muy bello, pero no dudo en rasgarlo cuando también me entra la urgencia de tocar su piel con mis yemas.

—¡Fede!— exclama con la lujuria ardiendo en sus ojos—. Ese vestido me gustaba— vuelve a chocar nuestros labios para otro beso ardiente.

—Su destino siempre fue terminar hecho harapos— me encojo de hombros y voy arrastrando por sus piernas la braga que estaba debajo del vestido.

Ministro +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora