22.- Hay que saber dejar ir.

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A la mañana siguiente le contó a su amigo que se vería con Travis por la tarde. Fue más que obvia la renuencia que tuvo al principio, no lo dijo con palabras y trató de ocultarlo, sin embargo no paró de preguntar cuánto tiempo tardaría y dónde iban a estar.

—No tengo idea, pero vamos a estar bien— le aseguró mientras se abrochaba las agujetas.

—Ten cuidado, por favor.

No soltó el comentario sarcástico que se inserto en su lengua, supo que sería mal visto y no parecía que fuera un buen momento para ese tipo de bromas.

No podía decir que no le fue difícil salir de los edificios sin sentirse tentado a quedarse junto a su amigo en casa, pero dios sabía cuanto necesitaba despejarse un rato de todo lo que había pasado y todo lo que había en su mente, quizá la propuesta de Travis de verse era una señal y una buena oportunidad para dejar todo por un momento.

Ahora que estaba fuera se permitió ponerse nervioso. Para que Travis dijera que era importante debía verdaderamente ser importante, y después de estar días sin hablar... Sólo podía pensar que o iban a cortar o Travis se iba a ir a un lugar muy lejano. Ninguna de las ideas eran agradables.

Pensó en trotar un poco para quitarse la sensación de incertidumbre, pero no quería llegar lleno de sudor. Así que sólo trató de pensar en algo más.

El día estaba gris, apenas el sol salía por unos momentos antes de volver a ocultarse. No hacía un frío verdadero, indudablemente el clima era agradable como para sentarse y relajarse toda la tarde. Había algunas cuantas personas caminando por las calles, algunas traían postres, otras bolsas. Verdaderamente parecía que apenas el día anterior no hubieran encontrado a un psicópata en el pueblo.

Pasó por el local de Robert. Seguía cerrado y la fachada estaba incompleta, y aún así no había ningún trabajador ahí, como era costumbre.
Sintió otro tipo de nervios. No había podido revisar la canción con oídos frescos, posiblemente ahora que había pasado la emoción inicial la volvería a escuchar y le parecería una mierda. Quiso pensar que no sería el caso, pero era una posibilidad y era mejor irse haciendo a la idea.

A una calle de distancia se detuvo. Tomó aire y se aseguró de que su cabello estuviera bien acomodado, lo había dejado suelto de nuevo porque le empezaba a gustar cómo lucía a pesar de que seguía sintiendo que se le iba a enredar todo.
Reanudo la marcha. Temió llegar y encontrar que Travis tenía nuevas heridas.

Y para su gran fortuna no fue el caso, estaba en perfecto estado, quizá lo único que no le agrado fue ver su ceño fruncido.
Estaba recargado contra el árbol, con los brazos cruzados, moviendo el pie con nerviosismo. No podía decir si estaba enojado o preocupado, pero su mirada estaba perdida en un punto en el suelo.

Su nuevo miedo fue que estuviera molesto con él. No tenía motivo, hasta donde sabía, pero ahí estaba la inseguridad.

—Hey— saludó aparentando calma.

Estaba casi seguro que nunca antes había presenciado un cambio tan radical de emociones.

—¡Sally!— sus ojos se iluminaron y una sonrisa se dibujo en su rostro. Que lindo era cuando estaba feliz.

El abrazo no fue corto y estuvo lleno de calor y mucho cariño, no le gustó la idea de que Travis lo había extrañado más a él que él a Travis, pero se permitió disfrutarlo. La prótesis se le clavo un poco de más, pero era una incomodidad soportable.

—Siento que han pasado años— murmuró el más alto, apretando un poquito más fuerte.

—¿Todo bien?— preguntó una vez se separaron.

Sólo un mal sueño | Sally Face | LarrisherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora