34.- La lluvia después de la tormenta.

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Lisa cumplió su palabra y cuando bajaron al día siguiente para que Larry fuera por ropa limpia prácticamente lo arrastró al hospital.
Le insistió un poco más a Sally que fuera con ellos, y casi se vio tentado a aceptar, más que nada para no quedarse solo, pero siendo que justo esa mañana notó que sus medicamos se terminaron mucho más rápido de lo que tenía calculado, se excusó con eso y termino separándose para ir a la farmacia. Aunque quizá en el hospital también los abría conseguido.

De todas formas el caminar podría ayudarlo a despejarse un rato.

Afortunadamente la nieve había bajado su nivel, y aunque parecía que volvería a caer, estaba seguro que por lo menos tendrían un par de días tranquilos.

El sonido junto a la sensación de sus pies compactando la nieve bajo su peso le daban una sensación de calma, había muy poca gente y lo mejor era que había muy pocos carros paseándose, por lo que se permitió perderse en las melodías de la naturaleza.

Pasó por el bar de Robert. Ya estaba terminando por lo que podía decir, todavía cerrado, pero el logo de afuera estaba acabado y no parecía que los trabajadores fueran a regresar, tampoco se oía ruido adentro.

Tenía que ir a mostrarle la canción... O no, podría simplemente no hacerlo. No participaría en la inauguración y no habría mucho más problema. Quizá le había hecho ilusión en algún momento, pero ahora sentía que sólo iría a hacer el ridículo.

Se miró las manos después de asegurarse de que ningún auto pasara y pudiera cruzar. Los nudillos de la mano con la que había golpeado a Larry ya estaban mejor, y su nariz también, aunque esa seguía doliendo de forma curiosa gracias al frío, al igual que las cicatrices en general. No entendía como le podía gustar la nieve si sabía las sensaciones que la acompañaban.

Aprovecharía para comprar vendas y un ungüento, quizá un botiquín completo en caso de emergencia. Esperaba que no fuera necesario, y aún así era consiente de que nunca se puede ser demasiado precavido.

Abrió la puerta de cristal que daba a la farmacia e inmediatamente pudo sentir el calor de adentro. Se aseguró dejar toda la nieve en la alfombrilla gastada y entró agradeciendo el cambio de clima.
El joven de la registradora lo recibió con una sonrisa.

—Hola, Sally— saludó dejando el teléfono en el mostrador frente a él, estaba jugando ese juego de la viborita que se muerde la cola— ¿Vienes por lo de siempre?

—Hola, Kevin— hizo un gento con la cabeza— también vengo por un botiquín.

—Ah, claro, si quieres búscalo en el pasillo de por allá— señaló con la cabeza a un lado—, y mientras yo traigo lo otro. Cualquier cosa me hablas.

Asintió y se dio la vuelta, dirigiendo sus pasos a dónde le apuntó el joven.

Había un montón de cosas que se acomodaban a cualquier situación. Desde botiquines de mano para cargar en la bolsa, hasta botiquines como para sobrevivir en la intemperie, lo cual era útil considerando que vivían al rededor del bosque y cualquiera podía tomar la decisión de adentrarse a lo desconocido. Se preguntó si alguna vez Travis se había lastimado en sus salidas nocturnas al bosque. 

Volvió a concentrarse en lo que estaba frente a él.

Después de observar un buen rato escogió uno que tuviera lo suficiente, ni más ni menos. Tampoco era como si se metiera en pleitos todos los fines de semana.

Cuando llegó a la caja el joven ya estaba de nuevo en el teléfono, con todos los medicamentos en el mostrador.
Verlos le dio una sensación que no le gusto.

—¿Va a ser todo?— preguntó después de sacar la cuenta.

—Si.

Pago en efectivo y cuando estiró la mano Kevin la miró de reojo.

Sólo un mal sueño | Sally Face | LarrisherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora