41.- El odio a los hospitales.

668 65 84
                                    

Apenas recobro la conciencia, sin tener que si quiera abrir los ojos, se sintió enojado, abrumado y desesperado.

Estaba en el hospital.

Lo sabía con tan sólo sentir el holter de su dedo, la bata que más que nada le daba frío, la manta que tampoco ayudaba a calentarlo, el pitido suave de la pantalla, llantos muy lejanos, pláticas suaves. El abdomen le dolía horrores.

Sentía que había dormido tanto y al mismo tiempo tan poco.

Quizá si volvía a perder la conciencia al despertar estaría en su cama, con Larry a un lado y Gizmo al otro.

Se movió intranquilo, tratando de buscar una buena posición para volver a intentar hundirse en la oscuridad. Tuvo el recuerdo de haberlo hecho cuando era niño, le daba miedo hablar con las enfermeras y con el doctor, así que siempre que los escuchaba fuera se hacía el dormido.

Justo cuando logró encontrar la posición indicada, escuchó como la puerta se abría y una voz de mujer joven comenzó a llenar la habitación.

—...para mañana podría irse a su casa, pero tendremos que esperar a ver qué ocurre. También depende que opine el señor Fisher.

Era información que podría beneficiarle, pero no estaba de humor, por lo que estuvo a punto de volver a su plan de tapar al mundo y volver a desconectarse del lugar.

—Oh, bien. Muchas gracias— era Larry.

Se cancelaba la idea de dormir. Aún así no abrió los ojos. Esperaría a ver si la mujer se iba.

—No te preocupes. Ya hasta que le pudimos quitar el oxigeno y la herida esta mucho mejor. Va a estar bien— lo ánimo la voz. Hubo un momento de silencio antes de que volviera a hablar—. Los dejó solos, cualquier cosa me llamas, ¿bien? Vendré enseguida.

—Si, gracias.

Apenas la puerta se cerró abrió los ojos.

Larry, con la sudadera roja que ahora era extraño verla en él, se estaba sentando cuando lo volteó a ver.

—¡Mierda!— su repentino susto lo hizo sonreír. Por un momento pareció que iba a regañarlo, pero entonces sus ojos se pusieron vidriosos y se tapo la cara— Dios mío, Sally, estás bien.

—Tendríamos que discutir cuáles son nuestras definiciones de esa palabra— gimió, tratando de sentarse lo mejor que pudo.

—Estás vivo— replanteo, separando sus manos de su rostro y mirándolo con una sonrisa. Se veía acabado, cansado, delgado y pálido, más que de costumbre por lo menos.

—Lo siento si te preocupe— se disculpó, extendiendo su mano para que Larry le diera la suya.

Fuera una sensación agradable cuando los dedos se entrelazaron sobre las incómodas sábanas.

—Estuviste inconsciente 2 días— no le gusto ver como sus labios se apretaban con fuerza, tratando inútilmente de apaciguar las ganas de llorar.

La idea no le asombraba, había pasado mucho más tiempo así después del accidente, y aunque en esta ocasión la lesión no había sido realmente fuerte o peligrosa, parecía ser que a su mente le gustaba mucho la idea de usar cualquier pretexto para abandonarlo.

Y antes de que pudiera decir alguna otra cosa volvió a ver los ojos rojos en sus memorias.

—¿Qué fue lo que pasó?—preguntó mirando a la ventana. No quería alarmar a Larry si no era necesario— Quiero decir, exactamente.

La tristeza cambio por rabia demasiado rápido.

—El puto padre de Travis es lo que paso— gruñó mirando abajo. Luego levantó la mirada de nuevo—. Te disparó en el abdomen.

Sólo un mal sueño | Sally Face | LarrisherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora