18.- Hay gente con hobbies raros.

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—Por favor tengan cuidado— rogó Ash en el pasillo.

—No es para tanto— Larry estaba tranquilo, quizá emocionado, pero definitivamente no tenía miedo.

Por otro lado, Sally estaba nervioso, había algo en su ser que lo mantenía alerta, un mal presentimiento, pero quería creer que todo iba a salir bien al final.

Abandonaron la escuela en la bicicleta de Ashley poco antes de que la alarma sonara, indicando que su clase iba a comenzar junto a la de matemáticas, la de matemáticas que al parecer les tocaba a los de el grupo contrario.

Larry conducía con cuidado y sin embargo Sally tenía miedo de salir volando. Se aferró más fuerte a su amigo. Jamás había aprendido a andar en bicicleta, e incluso si lo hubiera hecho, la de Ash era más grande de lo que hubiera podido manejar, además que Larry podía ir más rápido gracias a sus piernas largas, así que no hubo necesidad de una votación y sin planearlo fue el castaño quien tomo el manubrio.

—Es a la derecha— indicó cuando pasaron a un lado de la farmacia donde compraba sus medicamentos.

Su amigo giro, tratando de no ser demasiado brusco.

En algún momento pasaron por el camino que generalmente los llevaba al árbol donde solía dejar las cartas para Travis y no pudo evitar soltar un suspiro.

Seguía sin haber señales de su pareja. Lo había visto en los pasillos y en clase, pero era evidente que su mente estaba en otro lado, y la ausencia de correspondencia lo hacía sentir extraño. No podía decir que estuviera pensando todo el tiempo en cuánto añoraba hablar con él, pero tampoco podía decir que no le importaba, al fin y al cabo se había vuelto una costumbre bastante agradable el escribir cartas por la noche, y leer las respuestas al día siguiente.
Se preguntó si verdaderamente tendría que esperar una semana para volver a esos hábitos o si tendría que esperar mucho más. Supuso que dependería de cual era el problema que aquejaba a su pareja, pero al no tener la menor idea sólo le quedaba dar golpes de ciego.

Estaba triste, pero no podía evitar sentir que no lo suficiente. Estaba seguro a que se debía a que malamente había crecido en un entorno que lo había acostumbrado a que sus emociones no importaban tanto y que no valía la pena pensar demasiado en ellas hasta que realmente fuera un problema. Aun así deseaba poder tener una reacción un poco más normal a que tu pareja dejara de hablar contigo.

—Izquierda y derecho hasta llegar a una ferretería— le indicó a Larry.

En menos de lo que hubiera esperado, ya habían llegado.

Era inconfundible, Ash tenía toda la razón cuando la describió como una casita de muñecas.
Era una suerte que como tal no estuviera en un vecindario, de lo contrario sería un vecindario muy extraño o sería una casa que llama demasiado la atención y sería difícil entrar sin que nadie lo notara.

—Que aterrador— habló Larry, sin bajarse de la bicicleta.

Estaba pintada de un gris claro y los detalles eran de un blanco hueso y rosa pálido, había tantos de esos que se preguntó si realmente alguien se había tomado el tiempo de remodelarla de esa forma, porque estaba seguro de que en Nockfell nadie construiría algo así. También cabía la posibilidad de alguien si lo hubiera hecho hace muchos años y por eso estaba en una zona tan desolada.

Cuando terminaron de analizar el exterior, Larry puso el seguro de la bicicleta con el pie y se bajo con un movimiento rápido, ayudó a Sally a desmontarse antes de agarrar los manubrios y guiar el aparato a su lado.

—Dejémosla en esos arbustos de allá— sugirió. La ocultaron lo suficiente como para que nadie la viera a primera vista, pero fueran capaces de agarrarla rápidamente en el peor de los casos.

Sólo un mal sueño | Sally Face | LarrisherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora