44.- Tan sencillo como eso.

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Había sangre por toda la casa.

Larry no estaba por ningún lado.

Había sangre por todo el edificio.

Nadie parecía responder a sus gritos desesperados.

Salió y todo Nockfell estaba cubierto de rojo, caminos, árboles, casas.

Y no encontró ni siquiera un sólo cadáver, sólo los restos de una civilización que ya no existía.

Gritó y gritó. Corrió. Buscó. Volvió a gritar.

No había nada más que las marcas de un demonio que había conseguido adueñarse de todo y como castigo lo había dejado con vida para que pudiera ver cómo, una vez más, todo le había sido arrancado.

La única solución fue sacrificarse.

Cuando sus ojos se abrieron y el aire entró como una torbellino a su garganta supo que todo el dolor mental que acababa de experimentar ahora era más bien físico, más específicamente ubicándose en su abdomen como una serpiente clavándole los colmillos a un ratón.

—¡Ay! ¡Sally!— gimió Larry a su lado— ¡Esta bien! ¡Esta bien! ¡Tranquilo!

Tosió teniendo que aguantarse la sensación de que su garganta había sido destrozada por las garras de un monstruo desde adentro.

"Agua" trató de pedir, pero no estaba seguro de la palabra hubiera tenido sentido entre las arcadas que le dieron.

—¿A-Agua? Si, si. Aquí queda... A-Ahora vuelvo— sintió como el cuerpo ajeno se levantaba y desde lejos gritaba— ¡No te toques la herida!

Por supuesto que eso iba a hacer que hiciera todo lo contrario.

Tragando saliva, que al parecer se había mezclado con un sabor a hierro, se llevó una mano a la principal fuente de malestar y no tardó en sentir esa sensación pegajosa tan característica a la que estaba bastante familiarizado.

—Aquí— llamó su atención Larry cuando menos se dio cuenta, pasándole un vaso de vidrio.

Sentía que estaba viviendo una especie de dejá vù.

Tomó despacio y apenas la suficiente, porque la verdad era que lo que más quería era acostarse de nuevo. La cabeza le estaba girando y ahora que había notado que la venda estaba empapada se sentía incómodo.

—Voy a prender la luz— aviso el castaño tomando el vaso y dejándolo en la mesita.

Sally tuvo tiempo de acostarse hacía atrás y taparse los ojos con un brazo antes de que se escuchara el "clic" y pudiera medio ver qué el cuarto se había bañado de luz en un segundo.
No supo cuánto tiempo se quedó quieto, pero agradeció el silencio que reino el lugar.

No quería pensar en la pesadilla que acababa de tener.

Cuando por fin levantó el brazo y abrió los ojos se dio cuenta de lo pálida que estaba su pareja, con los ojos bien clavados en su abdomen.

—¿Se abrió?— preguntó con la voz ronca.

—Creo que un poco— respondió parpadeando antes de restregarse las manos contra su rostro. Una vez terminó volvió a hablar—. ¿Estás bien para sentarte? Necesitamos cambiar la venda.

Asintió antes de ayudarse de sus brazos para intentarlo.
Larry lo tuvo que ayudar.

La verdad no parecía grave.

—¿Deberíamos ir al hospital?— preguntó Larry nervioso.

—No. Sólo hay que volver a poner una venda. Así se ven siempre las heridas que dejan cicatriz.

Sólo un mal sueño | Sally Face | LarrisherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora