Capítulo XXVII

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Zachary

Me tiraría así toda la vida. Estoy encima de Kiara, con la cabeza apoyada en su pecho y mis brazos rodeándole la cintura. Me he despertado en cuanto ha empezado a acariciarme el pelo, pero ni me he movido ni he abierto los ojos porque me encanta.

Seguimos así un rato hasta que noto que deja de acariciarme el pelo y quita la mano, estirándola a un lado. Se la vuelvo a poner donde estaba y noto como se ríe un poco.

–Buenos días –saluda mientras vuelve a lo que estaba.

–Mm mm –le contesto, estoy tan cómodo que no me apetece ni hablar.

–Venga levanta, que tengo hambre –me da unas palmaditas en el hombro, pero no me muevo –Zachary, me estoy meando, quita –me empuja de los hombros y cedo a regañadientes, quedando acostado a su lado.

Se levanta y se mete al baño mientras yo me quedo boca arriba en la cama, mirando al techo. Estoy confundido. Es obvio que siento algo por Kiara. Llegué a la conclusión ayer, cuando casi se me va la pinza al saber que Neftalí tuvo algo con ella. Nada más de recordarlo me dan arcadas y me entra una mala leche...

Aunque no es eso lo que me confunde. Lo que no entiendo es cómo en tan solo unos meses ha conseguido que sienta más cosas por ella que por mi ex en 5 años. Es surrealista, pero cierto. No sé lo que somos o lo que pasará de ahora en adelante, pero si una cosa tengo clara es que no la puedo dejar marchar tan fácilmente.

Escuchar el ruido de la ducha es mi señal para levantarme de la cama y meterme al baño con ella. La puerta está sin seguro, así que abro y una vez dentro vuelvo a cerrar. Parece que ella no se ha dado cuenta todavía, así que me quito los pantalones y entro. Está de espaldas a mi, lo que me hace aprovechar para darle un repaso y después le rodeo la cintura con los brazos, pegándola a mi.

Ella no se sobresalta, se da la vuelta entre mis brazos y me sonríe pícaramente, por eso deduzco que ya sabía que iba a entrar pero se ha hecho la loca. Le devuelvo la sonrisa pícara y la beso.

***

Después de la ducha, porque sí, ya que estaba he aprovechado y me he duchado yo también, estamos en su cama. Ella está con la cabeza en mi regazo y yo estoy sentado, acariciándole el pelo. Sé que me voy a arrepentir tanto si le pregunto como si no lo hago, así que decido hacerlo.

–Kiara –llamo su atención y ella me mira –¿Tú y yo qué somos? –se piensa la respuesta.

–¿Que quieres que seamos? –me devuelve la pregunta y mi mente contesta al instante.

–Quiero que seas mi novia.

–Bien –mi corazón da un vuelco –pero no te lo pondré tan fácil –le sonrío divertido porque sabía que no me sería fácil –tienes 1 mes para conquistarme.

–Dalo por hecho –le guiño el ojo y ella reprime una sonrisilla, mirando para otro lado –Esta noche vendré a recogerte –me mira de nuevo, divertida.

–No pierdes el tiempo, ¿eh? –me encojo de hombros, divertido también–¿A dónde vamos?

–A correr, con las motos.

–Vale.

***

Antes de ir a las carreras he pensado en llevarla a otro lado, así que paso a recogerla antes de lo que hemos quedado. Toco a la puerta una vez llego a su casa. Es ella quien me abre y mira la hora en su reloj.

–¿Faltan 3 horas o mi reloj va mal?

–Faltan, pero quiero llevarte a un sitio primero, cámbiate –me vuelve a mirar y después de pensarlo un poco deja la puerta abierta para que pase y sube a su habitación.

Entro y me quedo esperándola bajo, sentado en el sofá. Al poco baja ya cambiada, con unas mallas negras que se ciñen a sus muslos y a su culo de una manera... En la parte de arriba lleva una sudadera corta, por lo que las vistas a su culo son mucho mejores.

–Tengo los ojos arriba, Durand –me dice, divertida.

–Ya lo sé, Shallow, no son tus ojos lo que estoy mirando –le respondo, divertido también, mientras me levanto, acercándome a ella.

Kiara sale de su casa después de pillar unas llaves, que supongo que serán las de la moto y yo me voy a la mía. Le hago una señal para que me siga y arranco, poniendo rumbo al lugar donde la quiero llevar.

Dando una vuelta para despejarme encontré una carretera por la que no hay nada de tráfico en al menos 100 kilómetros y su alrededor está lleno de árboles y demás plantas y flores. Es bastante bonito y cuando lo vi fue ella quién se me vino a la cabeza, así que he decidido llevarla allí.

Bajo un poco la velocidad para que le alcance y cuando lo hace vuelvo acelerar, haciendo que ella también acelere y me siga el ritmo. No vamos tan rápido como en las carreras, pero tampoco vamos despacio, ni mucho menos.

Conducimos hasta el final de la carretera, donde hay un lago precioso en el que se refleja el atardecer. Noto su mirada, así que se la devuelvo y veo como me sonríe, a lo que le devuelvo la sonrisa y nos quedamos disfrutando del atardecer y de la compañía.

–¿Puedo preguntarte algo?

–Técnicamente eso ya es una pregunta –le contesto, mirándola.

–Ja ja, muy gracioso.

–Pregunta.

–¿Qué les pasó a tus padres? –sabia que se lo tendría que contar en algún momento, pero eso no lo hace más fácil.

–Mi padre tuvo un accidente con la moto, le cortaron los frenos en una carrera.

–¿Y tú madre?

–Se suicidó –dejo de mirarla y me centro en las vistas.

Se queda callada durante unos minutos. No es un silencio incómodo, todo lo contrario, es uno de los que te reconfortan, de los que consuelan. Al poco me mira y yo le devuelvo la mirada.

–¿Vamos a las carreras? –me pregunta, sonriéndome un poco.

–Sí, estaba pensando... ¿Te gustaría venir más a menudo?

–No sé, no hay ninguna chica que compita.

–No veo problemas en que seas la primera.

–¿Y si no me aceptan?

–Pues te escondes el pelo en el casco y te dejo mi chaqueta, así puedes correr todo lo que quieras –veo como se lo piensa. Es bastante obvio saber cuándo le está dando vueltas a algo, pues de queda mirando un punto fijo, arruga un poco el entrecejo y se muerde el interior del labio inferior.

–Bueno, dale –se sienta correctamente y arranca, dejándome atrás.

Arranco tras ella y la alcanzo en poco, pero al darse cuenta de que estoy a su lado, utiliza mi técnica y se inclina más en la moto para ganar velocidad al mismo tiempo que acelera, adelantándome de nuevo. No voy a permitir que me gane, así que hago uso de mis dotes y la adelanto, dejándola bastante atrás.

Llega un punto en que no sé dónde está ni escucho su moto, así que le bajo velocidad y me giro, pero no la veo por ninguna parte. Paro la moto y mantengo el equilibrio con un pie y miro mejor para atrás. Ni rastro de ella.

«¿Se habrá caído?»

Me empiezo a poner nervioso, la verdad es que no me gustaría que se hubiera hecho daño o a saber qué. Justo cuando voy a arrancar para darme la vuelta e ir a buscarla, ella me adelanta desde algún lado y no puedo evitar sonreír un poco y arrancar para alcanzarla e ir tras ella.

𝚂𝚝𝚊𝚛𝚜 𝙰𝚗𝚍 𝚁𝚘𝚊𝚍𝚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora