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Cuando el olvido no es una opción, aumenta el dolor

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Cuando el olvido no es una opción, aumenta el dolor.

De forma poco común, las luces de la habitación de Olivia estaban todas prendidas. Rondaban las dos de la madrugada, y su menudo cuerpo, estaba sentado en su silla de estudios, con los brazos en el escritorio y su mano izquierda escribiendo frenética sobre uno de los tantos papeles que reposaban en la mesa.

Nunca había estado hasta tan tarde estudiando. El horario de su madre se lo impedía, y ella se había adaptado bien a este como para necesitar la noche entera de estudios, pero esta vez, por primera vez, se había saltado el horario.

—Es tan inaceptable este comportamiento, Olivia. Estoy tan decepcionada contigo —dijo su madre, quién sentada en la cama, se dedicaba a reprocharle constantemente.

La joven iba a explotar en cualquier momento. Solo escuchaba a su madre dar cansados suspiros y reproches que le impedían concentrarse en sus estudios.

—Mamá, es tarde. Vete a la cama y yo termino de estudiar.

La madre de Olivia, Genevieve, se levantó y colocó sus brazos en sus caderas, amenazante.

—Estuviste todo el fin de semana sin apenas dar señales de vida. No pienses que te voy a dejar sola para que vuelvas a escaparte.

En ese momento, Olivia quería levantarse de la silla y encararse a su madre. Quería hacerle saber lo que sentía, pero sabía que no era buena idea, así que solo agachó la cabeza y dejó que su madre siguiese con su discurso.

—Olivia... —dijo en un suspiro, y se apoyó en el escritorio. Ella la miró, esperando que continuase —. Tienes que dejarla marchar. Te estás torturando en vano.

Seguía sin decir nada, pero no desvió la mirada de su madre, quien, por el contrario, incómoda con la expresión sin vida de su hija, acabó apartando la vista.

Su madre sí que la había torturado. Aunque se mostrase afligida por su estado, ella había tenido el poder para detener el dolor de su hija. Pero no lo hizo, y por el contrario, dejó que Olivia sufriese, sin importarle el estado de nadie. Solo pensó en su bien, y eso es lo que más le molestaba a a su hija; para su madre, todo era la imagen perfecta que debían ser, y si había algo que impedía esa perfección, se encargaría de que desapareciese.

—No me puedes obligar a olvidar. No lo haré, y lo siento, pero tampoco dejaré que tú lo hagas.

Lo siguiente que supo Olivia, es que su madre le había dado un bofetón. Las dos estaban sorprendidas por tal decisión. Nunca había pasado algo parecido.

—No te permito que me hables así. ¡Por todos los Santos, Olivia! Soy tu madre, y no te he educado así.

Genevieve estaba muy alterada, y Olivia, aunque estaba algo sorprendida, seguía en su estado inerte. Ni siquiera se había llevado la mano a la enrojecida mejilla.

En el tono más calmado que encontró, Olivia respondió a su madre:

—¿Quieres que te diga a quién no educaste?

La mayor, enrojecida de furia, miró a su hija durante unos largos segundos, pero, como ya le había pasado en otras ocasiones, no pudo soportar su mirada, y esta vez, con la tensión notoria en el ambiente y los nervios a flor de piel, decidió marcharse de allí antes de montar un escándalo mayor y despertar a todos los que habitaban la casa.

—Mañana decidiremos tu padre y yo el castigo adecuado por incumplir nuestras normas y haberte fugado.

No miró a su hija, simplemente, con la cabeza alta, abandonó la habitación, y a la vez que la puerta se cerraba, Olivia dejó que las primeras lágrimas mojasen su rostro.

Entre sollozos, notó que unos brazos la rodearon y la cogieron como si de una princesa se tratase. Lucas le dio un cálido beso en la frente, indicándole que estaba allí y que nada iba a pasarle, y ella escondió su rostro húmedo en su cuello.

Se tumbaron en la cama, y entre sollozos y caricias, Olivia acabó cediendo y se quedó dormida.

Se tumbaron en la cama, y entre sollozos y caricias, Olivia acabó cediendo y se quedó dormida

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