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Cuando quieres a alguien, haces lo imposible por esa persona

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Cuando quieres a alguien, haces lo imposible por esa persona.

El Cura Thomas entró en la iglesia apresurado. Sus ojos se abrieron de par en par al ver a Olivia dentro. A las cinco de la mañana. Y con la iglesia bajo cerrojo.

—¡Por la Santísima Trinidad! La aparición del ángel ha sido real.

Alister ya le había explicado que para romper el pacto, les hacía falta un intermediario. Así que hizo de las suyas para tener allí cuanto antes al cura Thomas.

El hombre se presentó delante de Olivia.

—Madre mía, chiquilla, tu aura está empapelada de oscuridad. No quiero ni imaginarme en lo que andas metida.

—Bueno... —se le escapó una sonrisa nerviosa.

Alister estaba detrás de ella. Se acercó a su oído.

—Él no puede verme. Voy a estar aquí contigo, pero no puedo hacer demasiado.

Olivia asintió. Había llegado el momento. Le contó un poco por encima la situación, y omitió algunas cosas como el hecho de que se había enamorado de él. Vamos, no contó las cosas que harían que la duchase a ella en agua bendita.

—¡Kamor! Invocaste a Kamor. No sé cómo sigues viva.

«No creo que quieras saberlo». Pensó ella.

—Dame el colgante. Contiene un aura demasiado maligna.

¿Colgante? Olivia se miró el cuello, extrañada. Pero, como él había dicho, el diamante estaba en su pecho. No tenía ni idea de cuándo apareció.

Con los dedos temblorosos se desenganchó el colgante y se lo entregó. Este quitó la cadena y la tiró al suelo. Olivia bajó su vista al hilo de metal. Tuvo que tomar aire con mucha lentitud.

—El maleficio se completó con este diamante, ¿cierto?

—Es su corazón —susurró.

El ya de por sí blancuriento tono de tez de Thomas, se volvió todavía más pálido. Estaba claro que para él Olivia era ya una servidora del Diablo sin retorno. En parte le hizo gracia su actitud.

—Bueno, voy a ir a preparar lo necesario. Tú espera aquí —dijo, y se fue mientras se santiguaba una y otra vez.

Soltó una pequeña risilla y miró a Alister. 

—Creo que no le caigo demasiado bien.

—Chiquilla, eres una aberración del Diablo — imitó, y Olivia soltó una amplia carcajada.

El ángel cogió su mano y le acarició el dorso con el dedo pulgar.

—¿Estás lista?

—Como se diría en el escondite: ¨Preparados o no, allá voy¨.

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