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Cuando estás con quien te hace feliz, tu belleza se vuelve más deslumbrante

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Cuando estás con quien te hace feliz, tu belleza se vuelve más deslumbrante.

Aunque el castigo seguía vigente en la desquiciante vida de Olivia, tres semanas más tarde, este había aminorado. Ahora, por la tarde, debía ir a recoger a Amelia al colegio y dejar que jugase con sus amigos en el parque que había al lado de la institución. Esto que decidieron sus padres, para cualquiera se podría ver como un acreciente del castigo, pero era todo lo contrario, pues después de casi un mes, las dos hermanas añoraban la compañía de la otra, y Olivia adoraba ver a su pequeña corretear por todos lados con sus amigos.

Además, así aprovechaba y se encargaba de que Amelia se ensuciase un poquito el uniforme. Eso pondría histérica a su madre, y como la niña era, la dulce y pequeña Amelia, ni siquiera su madre la regañaría.

—Te ves muy sexy conduciendo, pero creo que deberías dejarme a mí.

Olivia quitó un segundo la vista de la carretera para mirar a su copiloto con cara de incredulidad. ¿Acababa de decir lo que creía que había dicho?

—Alexandre, cállate —su respuesta fue rotunda y seca, como la mayoría que le dedicaba a ese repugnante ser.

Para su lástima, ese día su madre invitó a Alexandre y su familia a comer, y cuando llegó la hora de ir a por la pequeña de la familia, Genevieve casi que arrastró al novio de su hija dentro del coche. «Así pasáis un agradable rato juntos y veis lo que es cuidar niños. Para cuando os toque a vosotros.» Esas fueron las palabras con las que se excusó, y Olivia solo quería que la tierra se la tragase.

El resto del trayecto fue totalmente silencioso, y el ambiente que había dentro del coche, indicaba que en cualquier momento la conductora se pararía y estrangularía al copiloto. Dios, no soportaba esos gestos, esa sonrisa asquerosa que ponía mientras ligaba por Instagram con todo lo que se moviese, su arrogante presencia cada vez que bajaba el parasol de su asiento y se empezaba a acicalar. Era malo, hacía daño a la gente, y como tenía el dinero de su papá, ni siquiera se preocupaba de hacer algo con su vida. En su mente solo cabía su imagen y el sexo.

Recogieron a Amelia, quien se tiró a los brazos de su hermana nada más verla, y se dirigieron al parque. Era un mini paseo de no más de dos minutos para llegar, y en ese tiempo, las dos hermanas iban hablando alegremente y el chico estaba totalmente apartado. A Amelia siempre le había caído mal el novio de su hermana, aún cuando en su inocencia no sabía que su relación era más falsa que los "abre fácil".

Nada más llegar, la pequeña se fue corriendo con sus amigos, y Olivia se acercó fingiendo una sonrisa a su novio.

—Estamos en un parque infantil, así que compórtate. Nada de miradas lascivas ni acercamientos inapropiados al resto de mujeres que hay aquí, ¿entendido?

Olivia caminó hasta un banco libre desde donde podía observar a su hermana, y se sentó. Al cabo de pocos segundos, Alexandre hizo lo mismo a su lado.

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