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Cuando todo se ponga difícil, tienes que ser valiente

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Cuando todo se ponga difícil, tienes que ser valiente.

Agarró el colgante entre sus manos cuando este comenzó a desprender un pequeño ardor. Por encima de las gotas de lluvia que caían, se escuchó un golpe seco en el tubo.

Ahí estaba Lucas. Como siempre.

—Estaría bien si salieses. No cabemos los dos ahí dentro.

—Está lloviendo. Me voy a resfriar. Además, estás muy mono con la cabeza del revés y los pelos colgando.

Lucas rio. Olivia sonrió.

—Me va a subir toda la sangre a la cabeza.

—¿Acaso tienes sangre?

—Buen punto.

Olivia se llevó la mano al moño mojado. Se lo deshizo y se lo medio peinó con los dedos.

—¿Te has enterado?

—¿De por qué estás aquí?

—Sí.

—No lo sé, pero te veo fuerte, valiente. Y eso me encanta.

Le encantaba.

Le encantaba verla poderosa.

Como alguien enamorado.

—Alexandre me ha pedido matrimonio. —Lucas alzó una ceja —. Le he dicho que no. Delante de todos. Con mi madre al lado.

Hizo una pausa con cada una de sus palabras. Lenta, tranquila, segura.

Aún le costaba asimilar lo que había hecho. "No". Dos insignificantes letras que para ella siempre habían sido un mundo. Pero hoy, por fin, se atrevió a decirlas en voz alta. Un monosílabo que había roto sus cadenas.

En algún punto pasó por su cabeza la bronca que le esperaría al llegar a casa, pero era un pensamiento que eliminaba rápido de su cabeza. No le apetecía pensarlo. Solo quería disfrutar de lo bien que se sentía en ese instante.

Miró a Lucas. Era el momento.

Iba a tener la conversación que tanto miedo le daba antes. Todavía le asustaba, pero era un pequeño cosquilleo comparado con cómo se sentía los días atrás.

—¿Me quieres?

La pregunta era clara. Directa.

—¿Qué clase de pregunta es esa, princesita?

—Tú responde.

Lucas sonrió. Imaginaba que era una pregunta retórica. Para afirmar lo que ya sabía y sentirse aún mejor con ella misma.

—La luna ha sido testigo incontables veces de esa sonrisita tonta que tengo cuando estoy contigo. De lo encandilado de mi ser cuando te veo. De lo feliz que me siento cuando te ves así de bien contigo misma. Si eso no es quererte, no sé cómo llamar a esta sensación.

Por un momento quiso dar un paso atrás. Ir a sus brazos y sentirse cálida y segura a su alrededor.

Pero no.

Olivia se mordió el labio. Le temblaba un poco. Y comenzaba a sentir el frío que provocaba la lluvia que calaba en sus huesos.

—¿Esas palabras...son de Lucas o de Kamor?

El rostro del demonio cambió. Incluso sus orbes esmeralda se tornaron más oscuras.

—No creo que quieras tomar ese camino.

—Por supuesto que quiero. —Sus palabras atropellaron a las de Lucas.

Se sintió un poco ridícula en la postura en la que se encontraban, por lo que se recogió un poco la falda del vestido para no tropezarse y salió del tubo por el lado contrario al que estaba él.

Las gotas de lluvia caían sobre su piel ya mojada. Lucas saltó del tubo y se puso en frente suya.

Se miraron fijamente.

Desafío.

Dudas.

Temor.

—Si rompiese el pacto, ¿tú seguirías conmigo?

Silencio.

Dolor.

Mal augurio.

Olivia alzó la barbilla. No quería llorar. No iba a llorar.

El demonio no contestó.

—Entonces lo haré. Romperé el pacto.

Dejó de mirar a Lucas y se giró. Dio unos cuantos pasos, decidida. Pero Lucas volvía a estar delante suya. La cogió del brazo de manera delicada pero firme.

—¿Por qué quieres hacer esto? ¿No eres feliz conmigo?

Olivia dio un suspiro.

—¿De qué sirve mi felicidad si tú no tienes la tuya? ¿Si te estoy quitando años de vida?

Sus ojos estaban empañados, al filo de cristalizarse. Apartó la mirada.

»Soy feliz contigo y te quiero como nunca me he atrevido a querer desde Andy. Y es por eso, que no puedo hacerte esto —se arrancó el colgante con la mano libre —. Me quieres porque te viste obligado a darme tu corazón. Comenzaste a sentir sin siquiera conocerme. Y no eres tú el que me quiere. Lo hace Lucas, no Kamor.

—Lucas es parte de mí.

—¿Pero eres tú?

Silencio otra vez.

Las lágrimas resbalaban traicioneras por sus mejillas y se mezclaron con las otras tantas gotas de lluvia que calaban en ella. Dejó caer el colgante al suelo.

—Por favor, suéltame. —La voz de Olivia sonó entrecortada, casi sin fuerzas.

Lucas aflojó el agarre y Olivia quitó el brazo de manera brusca. Se sostuvieron la mirada mientras los rasgos del demonio cada vez fueron menos nítidos hasta simplemente desaparecer.

Por segunda vez en la noche se había enfrentado a sus miedos, pero en esta ocasión, se sentía destrozada y dolida.

Miró a todos lados con impotencia en su interior.

—¡Alister! —Llamó —. Ya he hablado con Lucas. Ahora tienes que ayudarme, ¡me lo prometiste!

Gritaba histérica por la presencia del ángel. No podía más. Sus piernas temblaban y acabó sentada en el mojado suelo. Fuertes sollozos agonizantes salían de su garganta.

Al final, todo daba igual. Siempre habría algún factor que la hiciese sentirse tan mal consigo misma y llorar hasta no poder más. Su historia nunca iba a cambiar.

 Su historia nunca iba a cambiar

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