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Cuando sufres, debes intentar convertir el sufrimiento en algo bonito

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Cuando sufres, debes intentar convertir el sufrimiento en algo bonito.

Olivia tardó un rato largo en ser capaz de levantarse del suelo. La conversación con la mujer consiguió dejarla un tanto consternada y pensativa. ¿Tanto le estaba jodiendo la vida a Lucas? Era algo que no asimilaba. Era duro pensar que mientras ella lloraba por razones externas en su hombro, él estaba sufriendo y sacrificando por ella.

Había sido tan egoísta.

Finalmente, tras abrir los ojos y ser consciente de dónde estaba y por qué, procuró que los pensamientos negativos de su mente desapareciesen. Ahora solo debía centrarse en Andy y en lo que le depararía en los próximos minutos. No se podía permitir desperdiciar aquella tan increíble oportunidad por tener la cabeza en otra cosa. No era el momento. Ya hablaría con Lucas cuando lo viese.

Se levantó del suelo y cerró un momento los ojos. Dejó que todo lo malo desapareciese y solo se quedase Andy en su cabeza. Ahora solo tenía que esperar a que ella llegase.

—¿Qué haces con los ojos cerrados?

Abrió los ojos de golpe.

Era Alister, con una medio sonrisa en los labios.

Olivia inspeccionó la habitación con rapidez, con la esperanza de ver a su hermana, pero no estaba.

—¿Dónde...

—Cruzando la puerta —interrumpió el ángel.

Ella le miró con el ceño fruncido. No había ninguna puerta.

Alister extendió más su sonrisa y chasqueó los dedos, justo como hizo la diablesa con anterioridad.

Apareció una puerta. Pero no era una puerta cualquiera. Era la de su sótano. La de la habitación de Andy. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Los nervios se apoderaban de ella. Detrás de esa puerta estaba su hermana.

Miró a Alister, dubitativa. No sabía si debería de entrar o si sería Andy la que saldría.

—Tu hermana te está esperando. Pasa.

Olivia respiró profundo. Había llegado el momento.

Se acercó a la puerta, y con el corazón azotándole con fiereza, hizo girar el pomo. La habitación que tantos recuerdos le traía se presentó en su campo de visión. Entró, y la puerta se cerró con ímpetu tras de sí. Pegó un brinco ante el susto, e instintivamente, miró hacia atrás. Pero un suave rumor consiguió que volviera a su postura inicial.

Con el rumor, aparecieron dos siluetas que poco a poco se fueron haciendo más nítidas. Olivia miraba atenta, un poco confusa, hasta que se dio cuenta que la silueta que estaba en la cama era Andy, y la otra...era ella misma. Era uno de los recuerdos que habían compartido cuando su hermana todavía estaba viva.

Todos los momentos vividos en esa habitación entre las hermanas, aparecieron poco a poco, y Olivia los observó ensimismada y nostálgica. Echaba tanto de menos a Andy que el corazón ardía.

Con el último recuerdo. Ese en el que se despidieron cuando Olivia se fue al campamento, las figuras desaparecieron y volvió a quedarse sola y en total silencio. Su interior era un revoltijo de sentimientos que no sabía cómo apaciguar. Se sentía triste, pero también se sentía feliz. Se sentía frustrada, pero también se sentía tranquila. Pero todo desapareció, en el momento en que vio a Andy de verdad.

La respiración se le cortó y las lágrimas escaparon de sus ojos. Su hermana estaba delante suya. Y en la mejor versión que jamás había visto: sus facciones se habían suavizado, articulaba bien, e incluso estaba de pie.

Andy, en el Cielo, había dejado de tener el síndrome de Rett.

—Hola, Liv.

El labio le tembló y salió corriendo a abrazar a su hermana pequeña.

La tenía entre sus brazos. Sana y a salvo.

Se separó un poco de ella y colocó las manos en el rostro de Andy. Le colocó un mechón rubio y largo detrás de la oreja.

—Estás preciosa, Andy.

Su hermana sonrió, y con sus pequeñas manitas le limpió las lágrimas que resbalaban por sus mejillas.

—Por favor, no llores. No estés triste. —Andy mantenía un rostro tranquilo y dulce —. Sé que lo has estado pasando muy mal desde que me fui. Sé que has estado mal con papá, con mamá, y contigo misma, pero por favor, ya no más. Eres una persona maravillosa, y no te mereces sufrir así.

—Pero por mi culpa tú...

—Liv. No. Aquí no hay nada que sea tu culpa. Has sido fuerte, valiente y la mejor hermana que se pudiese tener.

—Te he echado mucho de menos.

Andy sonrió y tomó entre sus manos las de Olivia.

—Y yo. Pero no quiero que te sigas torturando con ello, porque no puedo volver.

Olivia sabía eso, pero escuchárselo decir fue muy doloroso.

Un destello surgió de entre sus manos unidas, y las dos bajaron la vista. En el momento en que la luz se apagó, sintieron que sujetaban algo de peso. Andy apartó las manos y dejó que Olivia mirase lo que había.

Una estrella.

—Es una estrella angelical —explicó Andy —. Debes de tirarla al cielo cuando sea de noche. Allí se guardará parte de mi alma, que te guiará y brillará siempre que me necesites. Así recordarás que no estás sola. Yo siempre estaré contigo, igual que tú lo estuviste conmigo.

Otra vez cayeron las lágrimas, y se sumergieron en un sentimental abrazo.

—Te quiero tanto —susurró Olivia entre pequeños sollozos.

—Cada vez que la estrella brille, seré yo diciéndote lo mismo.

Se separaron.

Se sonrieron.

Y Andy desapareció.

Olivia apretó contra sí la pequeña estrella mientras surcos de lágrimas resbalaban por sus mejillas.

Andy estaba bien. Eso era la felicidad para Olivia.

N/A

Ayy, este capítulo encoge el corazón a cualquiera. Mentiría si dijese que no me quedé triste después de escribirlo.

Espero que lo disfrutéis.

Con todo el cariño,

Mía Moon. 🌙♥️

 🌙♥️

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