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Cuando tienes las cosas claras, no dejes que nadie te haga cambiar de opinión

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Cuando tienes las cosas claras, no dejes que nadie te haga cambiar de opinión.

Casi no se diferenciaba el inicio de la uña y el de la carne de tanto mordérselas. Estaba muy nerviosa desde que habló con Alister. Hablar con Lucas...no era fácil. Por ya no decir que ni siquiera sabía por dónde debería comenzar. ¿Cómo iba a sacar el tema? ¿Cómo le dices al demonio del que estás enamorada que sabes que está sufriendo por tu culpa?

Pero sabía que no podía dejar las cosas así; Lucas había cuidado de ella y la había protegido. Ahora era su turno, aunque eso significase no volver a verlo.

Estaba tumbada en la cama, boca arriba y con la mirada perdida en el techo, cuando entró Amelia en la habitación.

—¡Liv! Es hora de ir a la cena —anunció la pequeña.

Olivia desplazó la mirada y dio un suspiro. No quería ir a esa estúpida cena repleta de gente hipócrita que no le importaba nada que no fuese su culo.

Amelia puso los brazos en jarra.

—¿Todavía no te has vestido? Mamá te va a matar.

Con mucho cansancio y desgane, se levantó de forma paulatina de la cama.

—Estaba esperando a que vinieras para que me ayudases a elegir —dijo, y miró de reojo a su armario.

A la pequeña se le hicieron chiribitas los ojos y corrió al gigantesco armario a elegir las prendas de su hermana. Olivia sonrió al verla tan contenta.

Mientras Amelia miraba la ropa con detenimiento, ella se fue a su tocador para arreglarse un poco. Se tapó las marcadas ojeras y se puso un poco de brillo en el párpado para que no se notase tan caído y derrotado. Colorete para darle color a su pálida piel y un rojo carmesí en sus labios para que fuesen aquellos los que llamasen la atención y no sus ojos moribundos.

Su cabello se lo recogió en un moño bajo  y dejó que algunos mechones cayesen por su rostro.

—¡Este! —gritó Amelia, y Olivia se giró.

La pequeña tiraba de un trozo de tela colgado en el armario. Olivia lo reconoció de inmediato.

—¿No crees que sea demasiado?

—¿Demasiado? Es muy bonito. ¡Por fa, póntelo, Liv!

Se acercó al armario con una pequeña sonrisita por la cara de felicidad de su hermana y descolgó el vestido. Era negro en su totalidad. Largo y con una abertura  en la pierna derecha. Tenía el escote en forma de corazón y las mangas rozaban casi el suelo, aunque estaban abiertas por la zona del hombro para permitir el movimiento del brazo.

—Ve a elegirme los zapatos mientras me visto.

Amelia salió corriendo al zapatero del armario y ella cambió sus desgastadas mayas y sudadera holgada, por el lujoso y elegante vestido.

(( ❤️‍🔥;; Cuidado con lo que deseas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora