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Cuando te derrumbas y te falta el aire, hay veces que crees que no hay salida

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Cuando te derrumbas y te falta el aire, hay veces que crees que no hay salida.

Tenía clarísimo que eso iba a ocurrir. Quiso no pensar mucho en ello, pero sabía de sobra lo que se venía. A lo que debía enfrentarse.

Lucas las había dejado en la puerta e hizo como que se marchó, pero lo cierto era que se quedó al lado de las dos todo el tiempo. Se ocultó como ya había hecho en otras ocasiones, para que nadie le viese. Y se quedó allí custodiándolas. Olivia notó su presencia todo ese tiempo aunque no le viese. Lo que consiguió tranquilizarla un poco.

Cuando llegaron al comedor, una sirvienta se llevó a Amelia del lugar y se quedaron solos Olivia y sus padres. En silencio. Sin duda fue un momento bastante incómodo, y lo único que la reconfortaba un poco, era que Lucas, de alguna forma, estaba allí.

—Supongo que nos darás una explicación —dijo su madre, quien se puso de brazos cruzados. Tenía una actitud retadora, esperando la sumisión de su hija y su arrepentimiento, como llevaba haciendo toda su vida; cumpliendo todas las expectativas de su madre y aceptando todos sus reproches.

Pero ya no.

—¿Qué se supone que tengo que explicar? No he hecho nada malo. —Su mirada estaba inquieta. Iba y venía de un lado a otro. No quería pararse, porque sabía que eso acabaría con ella y sus orbes, fijos en su madre. Y tal vez no se creía tan fuerte para decir lo que sentía si esa mirada de desprecio estaba fija en ella.

—¡¿No te parece nada malo que tenga que venir tu novio a decirnos que estás con otro?!—Genevieve estaba comenzando a impacientarse —. Y encima delante de sus padres. ¿Sabes el ridículo que nos has hecho pasar?

A Olivia le entraron ganas de reír. No solo Alexandre había tenido la hipocresía de ir a sus papis a contarles lo que le habían hecho al "pobre angelito", sino que los suyos propios habían decidido tachar a su hija de una cualquiera antes de ni siquiera plantearse que se podría tratar de un malentendido.

Pero claro, él era el protegido de sus padres, y ella era la simple marioneta de imagen de los suyos. Estaba claro de qué parte se iban a poner sus progenitores.

—Te lo pasé en la fiesta cuando te marchaste. No te dije nada aún cuando todo el mundo me lanzó miradas estupefactas ante tu idea de marcharte con un chico —prosiguió su madre tras ver que Olivia no iba a abrir la boca—. ¿Quién es él?

Olivia negó con la cabeza.

—No te lo voy a decir.

—Olivia. —Ahora fue su padre quien alzó la voz, en tono de advertencia. No quería que su mujer estallase en furia.

—Da igual quién sea él, porque no voy a dejar de verle —sentenció la menor.

Su mirada, al contrario de hacía unos meses, ya no estaba vacía. Ahora las llamas crepitaban en sus orbes. ¡Estaba harta! Harta de no ser dueña de su propia vida, de hacer todo lo que el resto quería para que estuviesen felices, de tener que resignarse siempre. Ya no lo iba a aguantar más. Se negaba a estar un solo minuto más, sin ella tomar decisiones sobre sí misma.

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