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Cuando confiesas tus temores en alto, las heridas comienzan a cicatrizar

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Cuando confiesas tus temores en alto, las heridas comienzan a cicatrizar.

En cuanto Olivia pisó la habitación, el demonio hizo acto de presencia y se acercó a ella, dejando tan poca distancia, que sus respiraciones y pálpitos sonando al unísono, era lo único que escuchaban. El brillante de Olivia comenzó a emanar un destello furioso, y ella bajó la vista a este, sin entender qué ocurría.

—¿Por qué no me lo contaste? —preguntó Lucas en un gruñido.

—¿Contarte qué?

—Que tienes novio —afirmó.

Olivia hizo una mueca. Había tenido muchos problemas por ese tema, y que fuese a repercutir en su relación con Lucas, ya era el colmo.

—Para tener esa información, supongo que habrás estado espiándonos, ¿no?

—Estabas otra vez en una de esas puñeteras fiestas de pijos, e iba a sacarte de ahí, pero te vi tan bien acompañada, que me fui. —Estaba de brazos cruzados, con la respiración tensa, y haciendo que el colgante de Olivia brillase cada vez más, y que incluso, comenzase a quemar.

–O sea, te fuiste antes de que comenzase la cena —supuso Olivia. Parecía bastante hastiada de ese tema, y a la vez, totalmente segura de sus palabras.

—¿Eso que tendrá que ver? —volvió a gruñir Lucas.

—Pues todo, porque te habrías dado cuenta de mi cara de asco y de la forma en la que él se marchó con otra chica al terminar la cena.

Tras decir aquello, dejó el bolsito que llevaba en el escritorio, y apoyándose en este mismo, se quitó los tacones que llevaban toda la noche torturándola. Lucas no le quitaba el ojo de encima, inspeccionando todos los movimientos que ella hacía: era algo a lo que se había acostumbrado, quería tener grabado en la mente todo sobre Olivia.

—Y si sabes que estaba con otra, ¿por qué sigues con él?

Olivia clavó su vista en los orbes negros de Lucas. La mirada de ella estaba vacía, muerta, y la de él era oscura, perversa. Cualquiera que mirase a los ojos a alguno de los dos, se sentiría incómodo o asustado, pero siendo ellos, los sentimientos provocados eran totalmente contrarios.

—Alexandre y yo tenemos una relación arreglada. Nuestros padres fijaron un compromiso entre nosotros nada más nacer, y al cumplir los catorce años, nos obligaron a comenzar nuestra relación, pero es todo pura fachada. Además —entonces, rio —, él es un idiota arrogante que solo piensa en su aspecto. Por ya no hablar de que no le importa que esté yo delante para ponerse a coquetear con otras chicas.

Lucas estaba perplejo, y el colgante, que parecía que iba a estallar en cualquier momento, comenzó a tener su color normal. A Olivia le alivió, pues el brillante cada vez ardía más, y su pecho había comenzado a quemarse bajo el vestido, pero para variar, no hizo ninguna señal de dolor.

Ninguno de los dos dijo nada, y por primera vez, el ambiente se sentía un poco incómodo. Tanto así, que verles era incluso cómico, con el demonio con la vista en el suelo y los brazos cruzados sobre su marcado abdomen, y ella con la mirada inquieta, posando sus ojos en todo lo que les rodeaba.

Viendo que no parecía querer avanzar el momento, y pesándole demasiado el cuerpo a Olivia por aquella movidita noche, dio media vuelta y sacó de su armario su pijama, y sin tapujo alguno, sabiendo que él estaba detrás, se quitó el vestido y sujetador y se cambió de ropa. Acto seguido, se fundió con la cama y se acurrucó entre las sábanas, pero por más cansada que estuviese, si no estaba Lucas a su lado, le era imposible dormir.

Se quitó las sábanas y se arrodilló. Lucas la miraba, y esta le hizo un ademán con la mano para que se acercara. Él lo hizo, sin decir nada.

—Solo existe una persona que consiga tener mi mente distraída, Lucas. Y ese eres tú.

Él seguía sin decir nada, aunque, para su lástima, sus ojos, que miraban fijos a Olivia, delataban todo lo que sentía. Ella dejó entrever una pequeña sonrisa.

Sus miradas estaban conectadas, sus cuerpos a muy poca distancia, y ninguno de los dos decidió acabar con esta, pero Olivia acabó subiendo la mano hasta el pelo del demonio y comenzó a acariciarlo con mucha lentitud. Ella no era bajita, pero Lucas era muy alto, y por ello, su mano estaba casi del todo estirada para ser capaz de llegar hasta su pelo, gesto, que el cansancio de su cuerpo no agradeció, pero a ella no le importó.

Ella se mordió el labio de manera muy sutil. No se terminaba de creer que fuera a contarle eso, pero la situación lo ameritaba, y curiosamente, no se sentía tan acongojada como pensó.

—Tengo depresión y ansiedad  —dejó escapar un suspiro —. Me lo detectaron hace dos años, y no lo sabe casi nadie, ni siquiera Alexandre. Las pocas personas que lo saben a parte de mis padres, son guardaespaldas y mucamas, que son los que me sacan de los sitios cuando me va a dar un ataque de ansiedad para que nadie me vea. Y tú, eres la primera persona a la que se lo cuento yo.

Sintió mucho alivio cuando se dio cuenta que Lucas no iba a poner una cara de pena. Las odiaba. Odiaba que se compadecieran de ella. Y así, el demonio, sin saberlo, le había dado a Olivia una razón más para quererle. Sabía que Lucas no era de esos que simplemente te decían "lo siento", sino de esos que no decían nada, pero se quedaban a tu lado.  

Lucas sonrió y puso todo su peso contra Olivia para así caer los dos en la cama, con él encima de ella.

—Acepté tu invocación porque me estaba tomando la vida loca en el Infierno y mi padre me dio un ultimátum: si no hacía un pacto, me quitaría la herencia, pero a estas alturas, si la pierdo por ti, no me importaría —confesó.

Poco a poco, con la luna de testigo, como siempre, un alma oscura y un corazón roto, se iban recomponiendo con la ayuda del otro.

Poco a poco, con la luna de testigo, como siempre, un alma oscura y un corazón roto, se iban recomponiendo con la ayuda del otro

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