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Cuando te pillen en una situación comprometedora, evita el tema y huye

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Cuando te pillen en una situación comprometedora, evita el tema y huye.

Tumbados en la cama, Olivia descansaba su cabeza en el pecho de Lucas, y acariciaba con las yemas de sus dedos su tonificado abdomen al suave ritmo de los latidos de su corazón.

Olivia estaba tranquila, casi dormida, como le estaba ocurriendo desde que el demonio apareció por primera vez. Y al final, acabó cediendo a sus ojos a y terminó profundamente dormida bajo las caricias de Lucas.

Cuando los rayos de sol comenzaron a asomarse, la pequeña Amelia irrumpió con estrépito en la habitación, haciendo que Olivia y Lucas se despertasen sobresaltados y mirasen a la niña allí presente.

—¡El chico del baile! —gritó la pequeña.

Olivia no sabía qué hacer. Él debería haberse ido hacía un par de horas, pues era bien sabido que Amelia iba todas las mañanas a despertar a su hermana, pero no, esta vez estaba ahí, con ella en la cama, ¿y lo más gracioso de todo? Lucas estaba, para variar, sin camiseta, ¿y sabéis quién la llevaba puesta? Exacto, Olivia. ¿Y sabéis qué más? Lo único que llevaba aparte de la camiseta eran las bragas.

—Amelia, esto no es... —comenzó, pero no supo cómo excusarse. Por Dios, estaba en la cama con el chico más guapo que había visto en su vida y en una situación un tanto comprometedora.

Quiso retomar la explicación, pero Lucas se había levantado de la cama y se había puesto al lado de Amelia, acuclillándose para estar a su altura. Mientras, Olivia miraba la escena alucinando, sin entender nada de lo que iba a ocurrir.

—Hola, pequeña —dijo Lucas, mostrándole una sonrisa a Amelia.

La pequeña le devolvió la sonrisa.

—Tienes unos ojos muy bonitos —susurró ella.

En ese momento, Olivia se dio cuenta de la mirada encandilada de su hermana y del brillo que reposaba en los ojos del demonio, más brillante que lo habitual.

La estaba hipnotizando.

—¡Lucas! —exclamó, y a la vez que este giraba la cabeza, el brillo volvió a tornarse en el verdor oscuro de siempre, y Amelia volvió en sí, mirando a los mayores expectante.

Olivia desvió la mirada de Lucas y la dirigió a la pequeña.

—Venga, Amelia, vamos a desayunar —dijo, cambiándose la camiseta del demonio por su pijama y tomando después a su hermana en brazos.

—¿No vendrás con nosotras? —Puso morritos la pequeña, mirando a Lucas.

—Él se va ya, y tú tienes clase.

—Jo, yo quería jugar con él —dijo mientras miraba por encima del hombro de su hermana al demonio —. ¿Vendrás otro día a jugar conmigo?

Lucas le enseñó una ancha sonrisa.

—Por supuesto.

Tras aquello, las dos hermanas salieron de la habitación, y cuando Olivia regresó, él ya no estaba.

Tras aquello, las dos hermanas salieron de la habitación, y cuando Olivia regresó, él ya no estaba

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