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Cuando los pensamientos te atormenten, recuerda que después de la tormenta, viene la calma

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Cuando los pensamientos te atormenten, recuerda que después de la tormenta, viene la calma.

Olivia realmente nunca quiso hacer un pacto con un demonio. Simplemente fue algo que pasó. Fue un accidente, como cuando estás jugando y te caes. No fue algo premeditado. Y por eso no fue consciente hasta ese momento de lo que realmente podía significar ese pacto.

Lucas no era un demonio corriente. No era un diablillo que se divertía haciendo trastadas. No, era Kamor, uno de los demonios más peligrosos. No sabía cuánto de todo lo que había escuchado de él era verdad, pero sí sabía que si en algo no se habían equivocado los humanos, era en saber quiénes estaban en el Infierno. Sino Lucas no habría mencionado tantas veces a Lucifer..., y obviamente no sería su padre.  Por ya no hablar, de que la razón de que los humanos supiesen de todos ellos, no se podía deber a otro motivo que los hubiesen visto. A fin de cuentas, Olivia no era la única que había hecho un pacto con un demonio, aunque su pacto fuese algo diferente al resto.

No todos podían decir que tenían el corazón de un demonio.

No sentía miedo. Con Lucas nunca lo sintió, pero ahora que tomaba consciencia de la realidad, todo se estaba volviendo más complicado en su cabeza. Era imposible que hubiese atrapado en aquel juego tonto en el que estaban metidos, al heredero del Infierno. ¿Qué sentido tenía eso? Era ridículo.

Entonces recordó lo que le dijo aquella noche. Esa noche en que le contó la verdad: «Acepté tu invocación porque me estaba tomando la vida loca en el Infierno y mi padre me dio un ultimátum: si no hacía un pacto, me quitaría la herencia, pero a estas alturas, si la pierdo por ti, no me importaría».

Comenzó a reflexionar. ¿Qué significaba tomarse la vida loca en el Infierno? Porque suponía que no significaría lo mismo eso en su mundo. ¿Tal vez no tentaba lo suficiente a los humanos? ¿Tal vez los tentaba demasiado? No tenía ni idea, pero sabía que, fuese como fuese, el pacto con ella lo había aceptado a la desesperada. Y que al principio solo aparecía por las noches. Y que ahora llevaba mucho tiempo que pasaba con ella casi las veinticuatro horas del día. Y no creía que eso entrase dentro de las reglas del mismísimo Lucifer.

No sabía qué responsabilidades tendría un príncipe del Infierno, pero la lógica le decía que pasarse el día con una chiquilla cualquiera, aún cuando era su "princesita", no sería una de ellas. Y eso solo significaba una cosa.

Lucas se alejaría de ella.

Olivia sabía que eso pasaría tarde o temprano. Los demonios y los humanos no se enamoran. Pero nunca se había detenido a pensarlo seriamente, porque siempre que lo hacía, Lucas le regalaba una sonrisa y se olvidaba de todo. Ahora que sabía la verdad, una sonrisa no serviría para aplacarle sus pensamientos.

Lucas, o Kamor, como narices se llamase, era peligroso. Y las leyendas que había sobre él no ayudaban a su reputación. Pero lo peor no era eso. Lo peor, era que a Olivia no le importaba. Ella solo quería estar con él. Y habló totalmente en serio cuando le dijo que rompería algunas reglas para poder ir con él al Infierno.

De repente, un pensamiento cubrió toda su cabeza, opacando al resto. Lucas le había dicho que los demonios hipnotizaban con su belleza, y así podían hacer después con ellos todo lo que quisieran, por lo que cabía la posibilidad de que él estuviese haciendo eso con ella.

No. Imposible. Él tenía su alma, realmente podría hacer con ella lo que quisiera, y nunca lo hizo.

Él no iba a hacerle daño.

O por lo menos, no mientras ella tuviese su corazón, y Lucas le había dicho que él no podía romper el pacto. Solo podría ella. 

Sabía que estar con el heredero del Infierno no iba a ser la mejor decisión de su vida. Pero también sabía que era una decisión que la haría feliz. Y ante todo, quería ser feliz. Con él. Aunque esa felicidad durase poco.

Salió de su nube de pensamientos en el momento en que el brillante le abrasó el pecho y tuvo que llevarse una mano a la cadena para apartarlo un poco de su piel.

Miró a Lucas. Parecía impaciente, como si necesitase una respuesta de los labios Olivia. Se miraron durante unos segundos. Unos segundos eternos en los que se podría haber cortado la tensión con unas tijeras.

¿Qué debía decir? 

—No me importa quién seas. Me da igual si te llamas Lucas o Kamor. —Cogió la mano de Lucas y se la llevó al pecho —. Todo eso da igual, porque solo tú eres capaz de hacer latir así mi corazón.

Otra vez silencio.

Sus miradas, puestas en los orbes del otro, decían más que cualquier palabra que pudiesen transmitir. Los dos eran conscientes de lo peligrosa que era esa relación que mantenían.

Pero Lucas no podía romperla.

Y Olivia no quería romperla.

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