Emilio
Joaquín estaba sosteniendo la nueva taza de café cerca de su nariz, oliéndola a su antojo. Estaba mucho más despierto y alerta que cuando había salido tambaleándose de la casa más temprano en una nube de sueño. Había querido acurrucarme contra él y llevarlo de vuelta a la cama, pero no era algo que pudiera hacer. Había trazado una línea entre nosotros físicamente y yo estaba tratando de mantenerme detrás de esa línea. Pero cuanto más tiempo pasábamos juntos, se hacía cada vez más difícil.—¿Por qué este café que me compraste huele mejor que cualquier otra cosa que puedes hacer en casa? —preguntó, con sus ojos en mi dirección mientras pestañeaba coquetamente. Si no fuera por el hecho de que ya sabía que el chico no tenía idea de cómo coquetear, pensaría que lo hacía a propósito. Cuanto más lo conocía más me daba cuenta de que en realidad no tenía idea de lo tentador que era.
—Es un juego mental. Hacen un excelente trabajo de marketing —respondí, buscando mi taza y tomando un largo trago antes de volver a ponerla en el apoya-vasos.
Iba a seguir con mi respuesta, pero Diego gritó: —No hay suficiente lugar en este asiento para mí y para Eduardo. Estamos apretados. Ren y yo necesitamos intercambiar los lugares.
—Eduardo, sólo pon a Dani en tu regazo y muévanse —respondí, echándole un vistazo a Joaquín que me estaba mirando con sorpresa en los ojos. Guiñándole un ojo, busqué su mano.
—¿Qué pasa? —pregunté.
Sólo sacudió la cabeza y me devolvió la sonrisa.
—¡AH! Dios, así está mucho mejor —gruñó Diego en voz alta—. Tírame mi almohada, Ren. Voy a tener que ir a dormir. Con Dani en el regazo de Eduardo esto va a terminar yéndose de las manos muy pronto y preferiría no mirar.
Mi estómago se tensó ante sus palabras pero sólo por un segundo. No me había molestado sugerir que Dani se sentara en el regazo de Eduardo, pero la idea de que mi hermano lo tocara todavía me llegaba. Entrelazando mis dedos con los de Joaquín, me centré en el camino y el hecho de que lo tendría acurrucado a mi lado por las próximas tres noches.
~ * ~
Las carpas estaban todas puestas y el fuego ardía brillantemente para cuando el sol se puso en las montañas. Habíamos tenido que instalar el campamento más cerca de lo que yo prefería de la casa de baños públicos, pero Dani había hecho un mohín cuando sugerí que nos moviéramos otro kilómetro. Eduardo había bajado todo de sus manos y sin mirarme ni a mí ni a nadie había comenzado a instalar el campamento. Dani jamás me había hecho un mohín cuando quería que las cosas fueran a su manera. Fue extraño ver su posición en una opinión. Fue incluso más extraño ver a Eduardo rendirse ante alguien tan fácilmente.
Dani realmente era diferente con él. No se rendía ante su voluntad y le preguntaba lo que él quería primero. El pequeño niño de espíritu libre que le gustaba arrojar globos de agua a los autos, envolver los patios en papel higiénico, y salir a hurtadillas por la ventana de su habitación para ir a consolar al pobre hijo de la camarera, estaba de vuelta. Sólo había necesitado a Eduardo para ayudarlo a encontrarse otra vez. Un nudo se formó en mi garganta al darme cuenta de que era mi culpa que se hubiera perdido a sí mismo. Me alejé de la luz de la fogata y me metí en la oscuridad para observar la naturaleza sombría que nos rodeaba. Presionando una mano contra mi pecho, me froté duro para alejar la emoción punzante allí.
Justo cuando pensaba que las cosas se estaban poniendo mejor con cómo me sentía acerca de Dani, siempre pasaba algo que me enviaba en espirales de vuelta al dolor. Por supuesto, se estaba poniendo más fácil y no era ni de cerca todo lo que había sido al principio, pero no se había ido del todo. Temía que jamás lo hiciera. Dani siempre sería mi más grande error. No porque lo hubiera amado, sino porque lo había perdido.
—¿Estás bien? —La voz de Eduardo rompió el silencio a mí alrededor. Dejando caer la mano de mi pecho, la metí en mi bolsillo y asentí sin darme la vuelta para mirarlo.
—¿Qué estás haciendo aquí afuera? ¿Alejándote de los quejidos de Diego?
—Sólo miro los alrededores —respondí.
Eduardo se detuvo a mi lado. Podía verlo observar en la misma dirección que yo desde mi visión periférica.
—Pareces feliz con Joaquín. Dani dijo que le gustas mucho.
Podía escuchar la silenciosa advertencia en su voz. Si hería a Joaquín, hería a Dani y Eduardo no estaría bien con eso.
—Joaco es genial. Conoce mi postura. Agosto llegará pronto y yo me iré a la Universidad de Yale y él se irá...a dondequiera que vaya a ir.
Eduardo giró la cabeza para mirarme.
—¿Ni siquiera sabes a dónde irá a la universidad?—No. Jamás ha salido a colación.
Eduardo sacudió la cabeza.—Una vez, hace no mucho tiempo, tú eras el hermano bueno. Eras cuidadoso con los sentimientos de los demás. Era jodidamente ridículo lo atento y amable que eras. Has cambiado, hombre. No puedo creer que esté diciendo esto pero extraño a ese chico. Él era alguien a quien siempre admiré. No podría estar más orgulloso de mis decisiones, pero siempre estuve tan condenadamente orgulloso de las tuyas.
La ira que había surgido se fue al instante, con esa última oración. Eduardo se dio la vuelta y volvió al campamento dejándome allí para pensar en lo que había dicho. Saber que él estaba orgulloso de mí hacía que me ardieran los ojos. Eso era algo que jamás había imaginado que admitiría mi duro y cabrón hermano.
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2.- YO SOY TUYO (EMILIACO) TERMINADA
FanfictionEl era el chico Osorio perfecto, buenos modales, todo un caballero pero no era mio, el era novio de mi primo Daniel, sin embargo luego de terminarlo por Eduardo ahora me dejaba el camino libre para conquistar a Emilio Osorio. SEGUNDA PARTE DE EL ES...