CATORCE

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EMILIO

Joaquín abrió la puerta en el momento en que me detuve en el camino de entrada de Daniel. Necesitaba arreglar el lío que había hecho la noche anterior, así que, en vez de disfrutar de la vista de sus largas piernas cremosas, exhibidas en esos minúsculos pantalones cortos, rojos, salté de la camioneta y caminé alrededor de la parte delantera de la cabina para poder abrir la puerta y ayudarlo a entrar.

Una tímida sonrisa jugó en sus carnosos labios mientras lo encontraba en el otro lado de mi camioneta. Sí, tenía esperanza. Incluso después de la hazaña que había hecho la noche anterior, él se vio afectado por mí. La culpa se instaló en mi estómago cuando miré fijamente sus confiados ojos.

—Hola — Nunca me había dado cuenta de que Joaquín tenía una voz sexy.

—Me alegro de que me hayas perdonado lo suficiente como para venir conmigo hoy.

Encogió uno de sus delicados hombros pequeños. Unas pocas pecas adornaban la suave piel que estaba exponiendo con la camiseta sin mangas. No había notado esas la noche anterior y las ganas de besar a cada una de ellas me impactaron.

—No hay mucho que perdonar. Te comportaste como un idiota, pero estabas borracho. Debería haber estado prestando más atención.

No pude contener la risa. Joaquín Bondoni me había llamado un idiota.

—Eso es muy considerado de tu parte —contesté.

—Mmmm... Tal vez sea así.

Abrí la puerta de la camioneta y extendí la mano para tomar la suya mientras entraba a la cabina. Los pantalones cortos subieron incluso más arriba en sus piernas y, en mi mirada apreciativa, noté una solitaria peca increíblemente cerca de la curva de su trasero. Mi corazón se aceleró y me obligué a parar de comérmelo llevando los ojos a su espalda.

Inseguro acerca de si mi voz iba o no a traicionarme, no le dije nada mientras cerraba la puerta y volvía hacia el lado del conductor. Una vez que nos dirigimos hacia el embarcadero, miré a Joaquín

—Aún recuerdas el wakeboard, ¿No? —Había pasado horas enseñándole cómo navegar un verano, cuando estábamos en la escuela secundaria, mientras que Daniel y Eduardo lo abucheaban desde el barco.

Una pequeña sonrisa tiró de sus labios y me pregunté si estaba recordando ese día también. Habíamos sido nosotros en contra de Dani y Eduardo. Por una vez, sentí como si tuviera un equipo. Siempre era yo tratando de controlarlos a los dos, pero ese día, había tenido un compañero. Por supuesto, había querido a Daniel como mi pareja. Ese fue el verano antes de que todo cambiara. El verano antes de convertirme en mariscal de campo y conseguir a Dani.

—Sí, creo. Es como una bicicleta... ya sabes ¿Una vez que aprendes nunca se olvida?

Los chicos iban a disfrutar esto un poco demasiado. Si no necesitara un ayudante y un conductor auxiliar estaríamos haciendo esto solos hoy. Pero el esquí y el embarque, con sólo dos personas, no era seguro. Alguien tenía que estar vigilando el corredor y luego, si yo quería subir, y lo haría —sobre todo con Joaquín, entonces necesitaba otro conductor.

—Mmmm... Tal vez un poco. Te puede llevar varios intentos si estás oxidado —respondí finalmente.

Joaquín dejó escapar un pequeño gemido y reprimí una risa. Había tenido más dificultades para aprender a subirse a los esquís y luego el wakeboard casi lo había hecho caer. Siempre he admirado su determinación, sin embargo. Él no se había dado por vencido.

—Si estamos esquiando y navegando, otros estarán allí ¿Verdad? Asentí con la cabeza, notando la pequeña decepción en su voz. Me quería solo. Me gustó eso, mucho.

—¿Estará Andrés allí? Mi pequeño momento de placer se evaporó.

—¿Andrés? Uh, probablemente. —Bueno mierda. Había olvidado su pequeño episodio de unión en el restaurant. Andrés no había estado en la fiesta de anoche. Él no sabía nada de nuestra pequeña demostración pública de afecto. No, espera... probablemente sabía. Eso era un digno chisme. Alguien tenía que haberle dicho a estas alturas.

—Oh, qué bueno. Voy a tener por lo menos otro amigo ahí.

Diablos, no. Tendría que tirar a Andrés a un lado sin que Joaquín lo notara y asegurarme de que entendiera que Joaquín estaba fuera de sus manos.

Una vez más, la culpa comenzó a tirar de mí y me empujó. Claro, Andrés podría ser más sincero acerca de su interés en Joaquín, pero él estaba aquí sólo por el verano. Luego nos dirigiríamos todos a la universidad. Si alguien iba a tener una aventura de verano con él, ese iba a ser yo. Fin de la historia. No hay razón para la culpa. Esto era un medio para un fin. Además, tomé un rápido vistazo por encima a Joaquín, no era como si no me gustara su compañía. Era hermoso, inteligente y divertido. Además, estar con él iba a volver loco a Daniel Tal vez, incluso enviarlo de vuelta a mis brazos... ahí estaba esa maldita culpa otra vez. Necesitaba una cerveza. Eso siempre ayudó a limpiar mi conciencia.

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2.- YO SOY TUYO (EMILIACO) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora