EMILIO
Daniel se detuvo en nuestra rama y se sentó. Hace algún tiempo, había necesitado de mi ayuda para impulsarse. Ahora, no necesitaba nada de mí. Lo había decepcionado de tantas maneras. Había escuchado el término corazón roto antes de siquiera entenderlo. Hasta ahora. Sentado aquí observándolo, mi pecho dolía literalmente. Tomar un respiro profundo se había vuelto difícil desde el día en que salí de la iglesia y lo vi con Eduardo. Lo había sabido. Había querido que Daniel me lo dijera para demostrarme que estaba equivocado.
Aunque, en el fondo, lo sabía. Daniel ya no era mío.
—Impresionante. Lo hiciste parecer fácil —dije lo suficientemente alto para que me escuchara. Me había enviado un mensaje de texto para avisarme que estaba afuera. Había bajado hace algunas horas para pensar. Aquí fue donde todo empezó. Era adecuado que terminara aquí también.
La expresión de Daniel era ligeramente confundida. Amaba esa mirada. Era adorable.
—Ya estaba aquí cuando enviaste el mensaje. —Le expliqué y una pequeña sonrisa tocó sus labios.
—Oh —respondió.
—¿A qué debo la visita? —Ya tenía una buena idea del por qué vino. Sólo quería que lo dijera en voz alta. Era tiempo de que limpiáramos los aires para bien. Levantándome, me encaminé hacia la rama donde estaba sentado, no sin antes notar la audiencia escondida en la oscuridad. Parecía que Eduardo también había venido a buscarme. O tal vez había seguido a Daniel.
—Quería ver cómo estabas. Eduardo dijo que tenías una conmoción cerebral.
No pude evitar reírme. Tenía una conmoción cerebral después de todo. Arrojé la roca que tenía en mi mano a través del agua.
—¿Te dijo como la obtuve?—Sí. —La culpa en su voz era evidente. Debió haber admitido que le dio una paliza a mi cabeza. De todos modos, no era su culpa.
—Me lo merecía. Fui una mierda contigo durante toda la semana —Mi pecho dolió aún más. Ver a todos tratarlo tan cruelmente, mientras me sentaba y no hacía nada, sería una culpa que me perseguiría durante mucho tiempo.
—Um —Parecía inseguro de qué decir a continuación. Lo había decepcionado esta semana. Me había decepcionado a mí mismo. El chico que había sido, el modo en que había reaccionado... Ese no era yo.
—No debí dejarlos hacerte esas cosas. Honestamente, el que Eduardo sacara toda la mierda fuera de mí fue un alivio. Me había estado castigando a mí mismo. Tener a alguien que me hiriera físicamente fue una agradable liberación.
—¿Qué?
Daniel estaba sorprendido de que me sintiera mal acerca de lo que yo había dejado que le hicieran. Maldita sea, como si eso no hiciera esto aún más complicado. Respirar se estaba volviendo cada vez más difícil.
—Dani, fuiste mi chico por años. Incluso antes de eso, fuimos amigos. Los mejores amigos. No debí dejar que un bulto en el camino causara que me volviera contra ti en la manera en que lo hice. Estuvo mal. Tomaste toda la responsabilidad de algo que no era enteramente tu culpa. Fue culpa de Eduardo y también mía.
—¿Tuya? ¿Cómo...?
—Sabía que Eduardo te amaba. Había visto el modo en que te miraba. También sabía que tú lo amabas, más de lo que me amabas a mí. Ustedes dos tenían un vínculo secreto que yo no compartía. Estaba celoso. Edu era mi hermano y tú eras el chico más bonito que nunca había visto. Te quería para mí. Así que te invité a salir. Sin recurrir a Eduardo en primer lugar, ni una vez preguntándole cómo se sentía él sobre eso. Aceptaste y mágicamente, rompí el vínculo que ustedes dos tenían. Nunca volvieron a hablarse. No había más charlas hasta altas horas en la noche en el techo y ya no tenía que sacarlos de problemas. Eduardo era mi amigo y tú eras mi novio. Era como si su amistad nunca hubiera existido. Fui egoísta e ignoré la culpa hasta que se desvaneció. Sólo las veces en las que lo veía observándote, con esa dolorosa y necesitada expresión, era cuando la culpa se revolvía en mis entrañas. Mezclada con miedo. Miedo de que vieras lo que había hecho y corrieras a él. Miedo de perderte.
Ésta era la primera vez en que expresaba la verdad en palabras. Por años la mantuve adentro. Incluso la empujé lejos cuando mi conciencia me fastidiaba. Viendo a Daniel transformar su personalidad y nunca diciendo una palabra para detenerlo. Todo esto era mi culpa.
La mano de Daniel jugó ligeramente con mi cabello y quería cerrar mis ojos y suspirar ante el inocente y pequeño toque. ¿Siempre lo amaría de este modo? ¿Pasaría mi vida entera pagando por mi pecado viviendo con el dolor constante en mi pecho?
—También te amaba. Quería ser lo suficientemente bueno para ti. Quería ser el chico bueno que te merecías.
Escuchándolo decir que quería ser lo suficientemente bueno para mí, me recordó una vez más por qué lo nuestro no había funcionado. El había sido perfecto desde el primer día que lo conocí pero le dejé creer que esperaba más.
—Daniel, eres perfecto en el modo en que eras. Fui yo el que te permitió cambiar. Me gustó el cambio. Era una de las muchas razones por las cuales me atemorizaba perderte. En el fondo, sabía que un día ese espíritu libre que habías reprimido lucharía por liberarse. Sucedió. Y el hecho de que sucedió con Eduardo no me sorprende al final.
—Lo siento, Emilio. Nunca quise lastimarte. Hice un desastre de las cosas. No vas a tener que mirarnos a Eduardo y a mí estando juntos. Estoy saliendo de las vidas de ambos. Puedes tener de vuelta lo que perdiste.
Cuándo Eduardo no vino desde el bosque maldiciendo como un marinero, supe que estaba muy lejos como para escucharnos. Alcancé y agarré la mano de Diego. Yo era el único que podía convencerlo de que no necesitaba hacer eso. Era tiempo de dejarlo ir.
—No hagas eso, él te necesita.
Sacudiendo su cabeza, me dio una sonrisa triste.—No, eso es lo que quiere él también. Hoy, a duras penas, me reconoció. Solamente me habló cuando les estaba diciendo a todos los demás que tenían que dejarme en paz.
Daniel en verdad no tenía ni idea.
—No durará mucho. Nunca ha sido capaz de ignorarte. Ni siquiera cuando sabía que estaba observándolo. Justo ahora, está lidiando con muchas cosas. Y está lidiando con ellas solo. No lo alejes.
Bajándose de la rama, Dani se elevó en las puntas de sus pies y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello, por lo que sabía era la última vez.
—Gracias. Tu aceptación significa el mundo para mí. Pero ahora, él te necesita. Eres su hermano. Sólo seré un estorbo entre ustedes mientras arreglan sus asuntos.
El dolor era casi insoportable. Inclinándome, jugué con un mechón de su cabello. Había estado fascinado con su perfecto color dorado desde que teníamos cinco años. Siempre me había recordado a un príncipe de un cuento de hadas, incluso cuando jugaba con anzuelos de hígado de pollo. Había perdido a mi príncipe pero su recuerdo valía cada oscuro y doloroso rincón de mi corazón.
—Incluso aunque estaba equivocado en tomarte, sin tener en cuenta los sentimientos de Eduardo, no puedo arrepentirme. Tuve tres maravillosos años contigo Daniel.
Esa era mi despedida. Eduardo estaba esperando ahí afuera a que me alejara. Era su tiempo ahora. Yo había arruinado mi tiempo por completo. Dejando caer su cabello retrocedí, dando la vuelta hacia el bosque, y dirigiéndome hacia mi hermano.
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Bueno aquí vamos de nuevo.....:)
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2.- YO SOY TUYO (EMILIACO) TERMINADA
FanfictionEl era el chico Osorio perfecto, buenos modales, todo un caballero pero no era mio, el era novio de mi primo Daniel, sin embargo luego de terminarlo por Eduardo ahora me dejaba el camino libre para conquistar a Emilio Osorio. SEGUNDA PARTE DE EL ES...