CUARENTA Y DOS

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JOAQUÍN

La música pulsaba frente a mi ventana y los extraños que no conocía, llenaban el área de la sala de los apartamentos cada vez más fuerte. Creería que por tratarse de un condominio la gente de las otras unidades se quejarían. Pero, aparentemente, esto era un centro de fiesta. Los altavoces en la piscina explotaban música para bailar. Podía oír el mismo ruido yendo por mi cabeza. El lugar entero estaba alocado. No era un gran edificio. Tenía, al menos 30 unidades y, según Nicolas, todos eran utilizados por sus propietarios. No eran alquilados. Cerré las cortinas para darme un poco de privacidad. Tres personas diferentes ya habían llamado a mi puerta. Después del segundo golpe, dejé de atender. Tipos borrachos con chicas igualmente borrachas, buscando un lugar para tener desagradables, sin protección y enfermamente infestadas relaciones sexuales. Temblando ante el pensamiento, fui al baño privado al lado de mi habitación. Estaba agradecido por esa pequeña área de paz.

—Abre esta puerta ahora mismo, Joaquín —gritó Nicolas mientras golpeaba la puerta de mi habitación. Genial, ya estaba borracho y me iba a forzar a ir la fiesta. Suspirando, me dirigí a abrir la puerta y terminar con esto. Sólo quería un largo baño caliente. Abriendo de un tirón la puerta, empecé a decirle que no estaba interesado cuando me interrumpió pasándome de largo y cerrando la puerta detrás de él. La cerró con seguro y se giró para mirarme.

—¿Qué DEMONIOS le hiciste a Emilio osoeio? —demandó con una mirada de asombro en su rostro. No quería hablar de Emilio.

—Te dije que no quiero hablar sobre él.

—Bueno, vas a tener qué, porque acabo de exponer mi trasero por ti mientras el chico me rogó y suplicó que lo llame si oía algo sobre ti o si tenía alguna idea de donde podrías estar.

¿Había llamado a Nicolas?

—¿Cuándo? ¿Justo ahora? ¿Te llamó? —pregunté confundido.

—SI, me llamó. Sexy acento y todo. Te digo, era lamentable. LA-MEN-TA-BLE. ¿Qué hiciste ¿Puedes darme lecciones? Porque, chico, debiste haber sacudido su mundo.

Hundiéndome sobre la cama detrás de mí, subí la mirada hacia él y sacudí mi cabeza. ¿Por qué me llamaría? Él tenía a Dani ahora. ¿No podía simplemente ser feliz? ¿Por qué iba a estar rogándole Nico por ayuda? Por el amor de Dani. Esa era la única cosa que tenía algún sentido.

—¿Qué dijo exactamente? —pregunté.

Nico apoyó una mano en su cadera y negó con la cabeza. —Oh no. Tú no consigues hacer las preguntas primero. Yo las hago. Yo pregunto y tú respondes. Entonces, y sólo entonces, te diré lo que se dijo entre nosotros. Demonios.

—Por favor, no me hagas hacer esto. No quiero hablar sobre él.

—No más súplicas. He tenido mi cuota de la noche, muchas gracias. Ahora, habla.

Sólo pensar en él me puso ansioso. ¿Cómo se suponía que iba a hablar de él? Poniéndome de pie, empecé a caminar frente a la cama. Podía hacer esto. Quería saber qué le dijo a Nico y qué le había dicho mi amigo porque, si a Nico se le escapó algo, necesitaba hacer maletas y marcharme. No quería que mi mamá o Dani se aparecieran aquí.

—He estado enamorado de Emilio Osorio desde que era un niño. Él ha estado enamorado de Daniel por el mismo tiempo. Rompieron hace unos siete meses porque mi primo se enamoró de su primo, Eduardo. No me preguntes por qué, porque no puedo entenderlo. Emilio es perfecto. Eduardo es... bueno, Eduardo es un bárbaro... pero él esta locamente enamorado de Daniel

—Espera, ¿Estos dos chicos están enamorados de Daniel? —preguntó Nicolas.

—Sip. Siempre lo han estado —contesté, luego respiré hondo antes de continuar—. Pensé que una vez que Emilio tuviera tiempo para superar a Dani, entonces yo intervendría y haría un movimiento. Tratar de llamar su atención. —La lastimada y dolorosa risa que se me escapó rayaba en un sollozo. Odié mi debilidad cuando mencioné su nombre.

—Hice toda esta cosa del cambio de imagen con la esperanza de atraer a Emilio. De todos modos, estaba bien dejar el pasado para mí, dejar de lucir como un ratón. Lo hice porque quería ser un chico que pudiera llamar la atención de Emilio. Y funcionó. Me notó. Pero no fue suficiente. —Por favor, Dios, haz que eso sea suficiente para Nicolas. No quería hablar más sobre esto.

—Está bien, así que si eso no fue suficiente, entonces ¿Por qué el chico me pedía que lo ayudara a encontrarte? Porque por la forma en que sonaba, conseguiste mucho más de lo que piensas — aseguró.

Iba a tener que contárselo todo o terminaría asumiendo la cosa equivocada y le diría a él dónde estaba.

—Estoy seguro que lo hizo. Porque cuando Daniel quiere algo, Emilio moverá montañas para dárselo.

—Él está con Eduardo, ¿Cierto? —preguntó.

Girándome para que las lágrimas que picaban en mis ojos estuvieran ocultas, negué con la cabeza.

—No. Eduardo lo engañó. Estaba realmente sorprendido porque él está tan completamente enamorado de mi primo, pero él tenía pruebas. Tan pronto como se enteró, corrió hacia Emilio. Me dejó como si estuviera en llamas y lo dejó correr directamente a sus brazos. —Sorbiéndome la nariz, sequé las lágrimas que habían logrado escapar antes de mirar de vuelta a Nicolas.

—¿Quieres decir que él está desesperado por encontrarte porque a Daniel le molesta que te fueras?

Lo único que pude hacer fue asentir.

—Maldición —murmuró Nico, y luego una enfadada mueca vino a su rostro—. Voy a golpear su carita bonita.

—Nico, no. No culpes a Dani. Nada de esto es su culpa. No puede controlar el hecho de que Emilio lo ama. Fueron una pareja durante tres años. Él es su lugar seguro.

—Esto apesta. Lo sabes, ¿Cierto? —El disgusto en su rostro casi me hizo sonreír. Casi.

—Sí, lo hace. Pero entré en esto. Tomé una oportunidad. —Encogiéndome de hombros, me acerqué para sentarme a su lado en la cama—. Ambos sabemos que era el momento de comenzar a tomar riesgos. Me he caído y quemado, pero aprendí de ello.

Nico envolvió su brazo alrededor de mi hombro y atrajo mi cabeza contra su hombro.

—Ah, maldición. Esto apesta. —suspiró—. No le diré nada. Rogó y suplicó que lo llamara si escuchaba de ti o si pensaba en algún lugar en donde pudieras estar. Dijo que "necesitaba" encontrarte. Me equivoqué con su tono ansioso. Me imaginé que lo habías envuelto alrededor de tu dedo y te habías enojado con él y lo dejaste tambaleándose. No me di cuenta que estaba tratando de aliviar algo de la culpa de otro chico. Él puede ser tu primo, pero no soy su fan. Sólo digo.

Nos sentamos en silencio por un rato. Finalmente, me incorporé.

—Gracias por mentir. Tengo plena confianza en tus habilidades de actuación.

Nico sonrió. —¿Así que quieres huir a Hollywood conmigo? Podríamos sacudir esa ciudad. Tú y yo. Una verdadera risa logró salir y yo negué con la cabeza.

—No justo ahora. Tal vez algún día, pronto.
—Sal de aquí y diviértete. Olvida todo. Toma una de mis bebidas tropicales. Tengo una que hago con ron de coco que es para morirse.

No estaba listo.

—¿Dame unos días más?

—Claro, cariño

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2.- YO SOY TUYO (EMILIACO) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora