El festival de las flores

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Tocaron la puerta de mi casa, como era de noche, ya suponía quién era. Abrí la puerta para confirmar mis sospechas, era él.

-Hola- hablé, miré sus labios y lo besé. Al principio era raro para mí besar a mi único y mejor amigo, ahora es una costumbre, una muy buena costumbre

-Hola- dijo con una sonrisa al terminar de besarnos -¿Nos vamos?- puso una mano en mi cintura. También se volvió costumbre ese gesto, es más, me gustaba.

-Sí, deja que le avise a mi padre- lo volví a besar. Necesitaba los besos y las únicas veces que los obtenía eran cuando Antonio aparece. Caminé hacia el cuarto de mi padre y le dije que me iría al festival con Antonio, él asintió. Salí de su cuarto y fui con Francisco -vámos- salí y cerré la puerta de mi casa.

-Vámos- fuimos a la plaza mientras estábamos agarrados de la mano. En la Plaza habían varios juegos, al igual que niños corriendo y jugando, también habían personas que entraban y salían de un juego a otro. Se escuchaban risas y gritos de emoción. De igual forma, habían varios puestos de comida y de flores, era el festival de las flores de invierno, por lo que todo era alusivo a estás, y su color, tos adornos eran rojos. Para mí, este festival era normal, pero para Francisco, todo era nuevo, parecía como uno más de esos niños sorprendidos, no corría a todos lados porque tenía que actuar como adulto.

-Y...- me pare frente a él -¿Qué quieres hacer?- Extendí las manos a mis costados y las volví a bajar rápido.

-No sé, son muchas cosas que ni sé por dónde empezar...- puso sus manos en mi cintura -... Pero si sé que quiero hacer esto primero- me besó. Amaba besarlo. Es raro besar a tu mejor y único amigo, pero para nosotros es normal.

-¿Te gusta besar, eh?- le respondí al terminar el beso.

-Extrañamente, solo me gusta cuando te beso. Una vez besé a Aurora y no fue lo mismo... Son tus labios, son especiales. Tengo envidia de tu próximo novio falso- volvió a besarme. Sentí algo de mentira en sus palabras, pero no le hice caso debido a que su beso me había hipnotizado. Al terminar, empezamos a caminar mientras sostenía mi mano -... Vamos.

Caminamos por todo el lugar para observar los juegos. Eran enormes, habían más que los años pasados. Francisco abrazaba mis hombros con su brazo, esto indicaba que no era una chica soltera, sino que estaba acompañada por él. Este gesto y otros más los hacía debido a lo que pasó en la taberna.

-Mira- señaló un juegos al que nunca me había subido antes, era nuevo. Caminamos hacia el juego que producía la mayor cantidad de gritos de emoción. -Buenos noches, señor- Francisco le habló al dueño del juego -¿Cómo se llama este juego y de qué trata? Las personas parecen amar esto.

-Le llamamos montaña mecánica,- señaló su atracción -es una montaña donde hay diferentes cambios de velocidad, el juego parece simple pero la experiencia es única.

-¿Cuánto cuesta subirnos en él?- preguntó Fran.

-Dos monedas de plata por ambos- lo sentía cinco. La mayoría de juegos cobran tres o tres monedas de bronce, un metal que valía menos que la plata.  Una monedas de plata valían como doscientas monedas de bronce. Negué subirme al juego.

-No me alcanzan las monedas, además, es muy costoso- le comenté a Francisco -mejor probemos otro- tomé su mano y di la media vuelta, él me detuvo.

-No te preocupes, yo pagaré por ambos- no quería aceptar su dinero pero insistió. Le entregó al dueño del juego las dos monedas de plata y nos dejó subir.

Nos señaló una espera de metal con un hueco en ella, nos dijo que nos sentamos en ella y nos agarremos fuerte. Empezó el juego y la esfera se movió por un camino. Al principio, el juego iba lento, hasta que subimos la primera cúspide de la montaña, donde nos detuvimos por unos tres segundos, luego bajó. Este juego era muy rápido, nunca había sentido está velocidad. Me asusté y empecé a gritar de miedo. Normalmente no soy miedosa, pero cuando me llega el miedo, difícilmente se va. Abracé a Francisco con todas mis fuerzas, me aferré a él como si mi vida dependiera de ello. Cerré los ojos para no ver nada, Fran se percató.

Diario de una CampesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora