Epílogo

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La fiesta estaba eufórica y ya me estaba volviendo loco

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La fiesta estaba eufórica y ya me estaba volviendo loco. Todos los amigos y conocidos de mi madre y de mi tío estaban aquí y algunos de mis amigos. Unos bebían hasta decir ya no más, otros bailaban y otros comían. Todos estaba felices, aunque en esa felicidad no entraba yo, todo hubiera sido distinto si la chica a la que amo estuviera conmigo. Los chicos estaban con sus parejas, al inicio estaban conmigo distrayéndome y dos horas después me dejaron solo al ver la cara de mierda que tenía, ellos no podían pretender que estuviera feliz cuando hace más de dos semanas que no lo estoy. Pasé un rato con mi madre, con mi tío y Lana –quien no pudo ir a la fiesta de Paul por estar con la familia–. Me cansé de escucharlos durante veinte minutos y me fui de ahí directo a la barra. Llevaba hora y media aquí tomando whisky, había decido no beber, pero al ver la desgracia y la soledad en la que estoy decidí que el alcohol sería mi única compañía el día de hoy, y aquí estaba, bebiendo mi séptimo vaso de whisky. Estaba tomando despacio para no emborracharme de golpe antes de año nuevo porque sé que después sería un desastre de borracho y mi madre me mataría por no estar sobrio al recibir año nuevo con ella.

Estaba desconectado de todo el mundo. los chicos estuvieron llamándome, pero ignoré todo. Desde hace más de cinco horas que no sé nada de mi celular, lo tengo guardado en el bolsillo de mi pantalón y no sé ni por qué. Hoy quería estar aislado de todos y por eso no lo he cogido durante la fiesta.

– Otro –pedí tendiendo el vaso. Saqué mi celular del bolsillo de mi pantalón. Iba a distraerme un poco para no estar de lleno en el alcohol–. Mierda –dije al ver las cuarenta llamadas perdidas de Mar. No sé en qué momento se me pasó por la cabeza poner en silencio el puto celular, claro que lo recuerdo, no quería que nadie me jodiera y si hubiera sabido que mi chocolatico blanco me llamaría jamás hubiese puesto el bendito celular el silencio. Devolví la llamada, pero no respondió. Cinco llamadas después el celular quedó descolgado.

– Christopher –dijo una voz del otro lado de la línea–, soy Antonella.

– ¿Qué diablos haces con el celular de Marena? –Espeté.

– Primero cálmate. Siéntate y relájate que lo que te diré es complicado y por favor no te alteres –pidió.

– Te escucho.

– Marena tuvo un accidente en la autopista, iba conduciendo, yo le pedí que no lo hiciera por la nieve, pero no me hizo caso –sentí mi mundo girar y mi corazón dejar de latir con tan solo escuchar la palabra accidente.

– ¿Cómo está? Y dime la verdad Antonella.

– Mal. No deja de votar sangre por la cabeza, tiene la pierna izquierda fracturada por el golpe y en el brazo izquierdo tiene algunos cristales de la ventana enterrados. Miel y yo no la sacamos del auto para no lastimarla.

– ¿Está consiente?

– Está agonizando.

– Chris... –escuché la voz dolida de Mar.

Amor de aeropuerto ¿Destino o casualidad? (Biología Amor #1) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora