Había pasado una semana completa desde que salí con Christopher. Esa mañana que me desperté me sorprendí estar en mi cama porque no recordaba cómo había llegado ahí, pero al mirar el mensaje de Chris supe lo que había pasado. Esa salida me había gustado mucho y quería repetirla. Lo único que había salido mal de ese día fue el encuentro con esa rubia, me había caído tan mal por la forma en la que me habló la muy estúpida. Quería saber quién era esa chica y por qué Christopher le había hablado así, pero no quería presionarlo hasta que él no estuviera listo de decírmelo.
Durante esa semana que pasó Christopher y yo no pudimos vernos mucho en la cafetería porque ya habían empezados las reuniones y prácticas de su equipo ya que la competencia de natación inicia pasado mañana –viernes–. Mi hermano también pasaba ocupado en esas reuniones y muchas veces tenía que estar antes en el instituto por lo que decidí que ya era hora de aprender a manejar porque Nain no me podía llevarme y mis padres tampoco. Ya llevaba tres días en clases de conducción, había empezado el domingo por la mañana.
Quedaban quince minutos para empezar la clase de conducción. Mi madre me había dejado antes de irse a una entrevista de trabajo. Estaba tan feliz por estas clases que ya le había pedido a mi padre que me comprara el auto que siempre me había prometido.
– ¿Estás lista Mar? –Me preguntó Bradley, mi profesor de conducción. Él es un hombre joven de unos veintiocho años, cabello negro, trigueño y de ojos miel. Durante los días que llevamos conociéndonos me ha contado prácticamente toda su vida, me dijo que se casó con su novia de instituto cuando ambos tenían veinte años; durante los primeros años tuvieron algunos problemas matrimoniales, pero nada que no pudieran arreglar. Margine su esposa, es blanca de ojos verdes y cabello negro. Cinco años después nació Carmine su hija de tres años, es blanca, con los ojos miel y cabello negro. Es una niña muy bella y eso lo sé porque me mostró una foto donde salen los tres. Bradley es un buen chico, me cae bien y es sumamente amables, siempre que me equivoco en algún cambio él me ayuda.
– Si, vamos. Estoy súper lista –me reí. Llegamos al auto que siempre usamos para mis clases. Me subí en el asiento del piloto.
Ya llevábamos una hora de clase y me sentía una experta. Iba mejorando en los cambios y en dar las vueltas. Aceleraba lo necesario, aunque quisiera ir a toda velocidad Bradley no me dejaba, decía que todavía no era el momento. No sé cómo no pude querer manejar antes, soy una imbécil, pero mejor tarde que nunca.
– Haz el cambio tres y pisas el acelerador un poco –murmuró Brad.
– ¿Cuándo voy a acelerar más? Estoy muy ansiosa Brad –fruncí el ceño–. Solo me quedan tres días para finalizar las clases y siento que no paso de lo mismo.
– Mañana lo intentamos –suspiró–. Por ahora haz lo que te dije y terminemos.
Regresamos a la escuela y aparqué el auto, cosa que aprendí fácilmente y me salía muy bien. Bajamos y nos sentamos en las bancas de la entrada. Bradley entró a hacer el registro que siempre hace después de cada clase y a entregar las llaves del auto. Brad regresó y se sentó a mi lado mientras hablaba con su hermano por celular. Terminé de tomarme la malteada de frambuesa que había comprado y arrojé el vaso en la basura. Mi celular sonó y contesté la llamada, me llevé el celular a la oreja sin ver quién me llamaba.
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Amor de aeropuerto ¿Destino o casualidad? (Biología Amor #1) +18
Novela JuvenilMarena, es una chica de diecisiete años y prácticamente toda su vida ha pasado viajando de ciudad en ciudad junto a sus padres y su hermano gemelo. Ella nunca ha tenido amigos, no se ha enamorado, no ha probado el alcohol y mucho menos a asistido a...