Una mano ensangrentada sostenía un viejo diario. Las luces de la ciudad iluminaban el cadáver en medio de la calle principal. Todos lo habían visto caer desde el último piso del rascacielos central. El estallido producido por su cuerpo al colisionar contra el suelo fue de tal magnitud que la alarma de un coche se activó. El mismo día, todos los medios de comunicación hablaban de ello, pero sobretodo, hablaron sobre el contenido del diario. En un periódico se publicó el escrito principal del diario, que decía así:
Cuando era joven, el sol brillaba más, y las mujeres eran más atrevidas. Cuando era joven, conseguía sonrojar a las damas y hacer que sus padres hablaran con orgullo de mí. Pero un día mi corazón latió de manera distinta, parecía que en cualquier momento fuera salirse de mi pecho: estaba desbocado. No conocía esa sensación. Era agradable y a la vez horrible. Y todo fue culpa de una mujer que había llamado mi atención. No era la más guapa, ni tampoco la más brillante, no obstante, a mis ojos, era la mujer perfecta. Una sonrisa suya hacía que me derritiese. La encontraba adorable, encantadora en los aspectos más pequeños: la forma de mirarme, su manera de expresarse, su pestañear... También me fascinaba su carácter determinado y seguro. Era un espíritu fuerte y bondadoso. Creo que ya lo he comentado, pero quiero que quede constancia de ello varias veces: era perfecta para mí, y estaba locamente enamorado. Curiosamente las cosas fueron bien y empezamos a salir al cabo de poco tiempo. Me sentía genial. El mundo estaba pintado con colores distintos, y un velo había sido retirado. Todo lo que había vivido sin ella no lo podía considerar vida. Sus labios carnosos me pedían a gritos besos durante el día y la noche. Sentía la necesidad de abrazarla y estar a su lado continuamente. Me descubrió placeres inimaginables y yo no podía pensar, no cabía en mí la idea, que pudiera llegar a enfadarme con ella nunca. Todo era perfecto. Aunque... un buen día, la soga que había mantenido lacia, se apretó sutilmente. Un comentario por aquí, una pequeña disputa por allá. Los enfados venían por nimiedades, por pequeñas diferencias entre los dos. El corazón, que había latido desbocado día y noche, pensando solo en ella, empezó a ralentizarse. No lo entendía, no lo lograba comprender. Hubo más peleas. Yo, enamorado, me sentía fatal por ella, no por mí. Seguía pensando en ella aún en el dolor, aunque creo que ella nunca llegó a comprender esa sensación. Mi corazón gritaba de frustración. Mi mundo era ella, pero ella no se veía el centro de mi mundo. Lloré amargamente durante muchas noches.
El tiempo pasó y seguí a su lado. No había apenas disputas, pero la llama se seguía apagando. Ya no la veía perfecta, ni sentía esa atracción por cada centímetro de su cuerpo. Veía sus defectos como eran. Mis ojos ahora comprendían realmente lo que veían. No la odiaba ni la amaba, solo sentía bastante afecto por ella y un apego especial, aunque sobretodo, lo que me unía era una necesidad a evitar la soledad. Pero era un remedio con doble filo: tranquilizaba mi vacío, pero marchitaba mi alma. Empecé a compensar las carencias que tenía por otros medios. Salía más, bebía más, compraba revistas moralmente juzgables... Pero no os penséis que la trataba mal, no, no. Yo seguía mimándola tanto como podía, aunque dentro de mí ya no florecieran esos poemas que una vez había escrito, ni pudiera sentir la excitación de una noche sin fin, a su lado.
Mis manos se han resquebrajado con los años. Seguí a su lado y formé una familia. ¿Hice bien en seguir con ella? No lo sé. Tal vez el amor es un estado pasajero que nunca puede conservarse eternamente, al igual que un fuego. El fuego puede arder con fiereza durante varias horas, pero habrá un momento en el que empiece a calmarse, hasta que finalmente solo queden unas pocas brasas, que se aviven puntualmente para, un día, morir finalmente.
El texto fue estudiado por muchos psicólogos reconocidos del momento, y fue tema de discusión en los debates durante largo tiempo. Pero tampoco duró para siempre. Muchos de ellos acabaron afirmando que el anciano cometió un error fatal al seguir con la mujer. Otros afirmaron que simplemente siguió su deseo de no estar solo. Unos pocos comentaron la forma en la que se suicidó y sus motivos. La caída podría haber sido una metáfora de la sensación que tuvo al morir lentamente su alma, con una excitación inicial increíble y una precipitación incontrolable. Su mujer fue encontrada; había muerto un día antes. Esto también podría hacer pensar que la amó hasta el final, y no pudo soportar su perdida.
El fuego tiene un principio y un final, al igual que todos nosotros, los mortales. La vida es algo abstracto que nos fue entregado sin ningún tipo de instrucción, y hacemos uso de ella de la manera que nos parece mejor, aunque hay veces que los caminos son confusos y solo sabemos si hemos acertado hasta pasado mucho tiempo, porque el tiempo, ¡oh, el tiempo!, solo él sabe la verdad y la mentira.
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Terror a media noche
HorrorCómo describir la mezcla entre terror, delirio, gore, amor, dulzura... Ah, no nos olvidemos de la locura. "Terror a media noche" es un libro compuesto por historias breves, todas independientes entre sí, fáciles y rápidas (o no tan rápidas) de leer...