Destino número 13

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Hay una teoría que dice que solo hay trece destinos distintos en la vida, es decir, cuando cambiamos algo que íbamos a hacer o iba a ocurrir, tenemos por delante 12 futuros diferentes que nos pueden tocar de forma aleatoria. Se dice que de los 13 lo normal es que 8 sean corrientes, ni buenos, ni malos; luego hay 4 un poco más extremos, dónde puedes ser bastante afortunado o desdichado; y por último tenemos el destino número 13, el cual todos dicen que es mejor morir antes que vivirlo, puesto que es muchísimo peor que la propia muerte, pero ¿existe algo peor que la muerte?

Feit podía ver los diferentes caminos, y al igual que un obstáculo en una carretera, evitarlo o coger carreteras mejores. Lo que no sabía Feit es que iba a darse un destino que ni él mismo podía controlar. Ese destino era el destino número 13...

Un día radiante, perfecto, no había más palabras para definir el día que se avecinaba. El Sol lucía en un cielo azul despejado, el viento soplaba suavemente creando las típicas brisas de verano, aquellas que no refrescaban. Feit se desperezaba, estirado sobre la ladera de hierba que se extendía al lado del río que cruzaba la ciudad, bajo la sombra de un árbol bajo. Un gato con los ojos azules empezó a cruzar el puente que separaba las dos riberas. El tiempo había debilitado los tablones y las cuerdas ya no eran tan resistentes como en otros tiempos. Feit giró la cabeza a tiempo para ver cómo el gato se precipitaba puente abajo, estampándose contra las rocas del rio con un sonido parecido al cascar nueces. El agua se tiñó de rojo escarlata. La visión era escalofriante, sin embargo Feit ni pestañeó, simplemente cerró los ojos e hizo lo que hacía siempre. Seguro que alguna vez habéis podido observar al viento si éste viene cargado de polvo... Feit podía ver las perturbaciones del tiempo y pronunciarlas. Si estas perturbaciones se maximizaban, el tiempo no podía sostener el presente; Digamos que se volvía inestable y se rechazaba a sí mismo. Si el rechazo se producía solo quedaba una opción: reemplazar el presente por uno alternativo. Jugar con los hilos del tiempo puede ser peligroso, pero como un experto marionetista, Feit lo manejaba a su antojo. El aire vibró por un momento, y al instante siguiente, cuando Feit abrió los ojos, el gato seguía cruzando el puente. Se volvió a estirar bajo el árbol y se durmió profundamente. Se hizo tarde... La noche ya había caído y cubierto con su manto de oscuridad la ciudad. Se levantó, tranquilo como siempre, y puso rumbo incierto a su casa. En un callejón poco iluminado, varias sombras se entrevieron tanto al final como en el principio de éste. Feit se encontraba en medio, sin salida. Su rostro no delataba miedo, ni angustia, ni cualquier emoción salvo, tal vez, aburrimiento. En total 10 hombres encapuchados. Todos portadores de armas blancas y corpulentos. Sus rostros mostraban unas dentaduras grisáceas... Y en sí, sus apariencias eran un tanto decrépitas. Uno de los asaltantes se abalanzó contra Feit y hundió su cuchillo en uno de sus costados. Pero de Feit no manó una sola gota de sangre. El asaltante cayó al suelo, retorciéndose de dolor y apretándose el costado con fuerza. Sus compañeros se quedaron mirando pasmados, ¿Qué acababa de pasar? El segundo más bravucón se abalanzó sobre Feit, al segundo yacía en el suelo con un corte muy profundo en la garganta. Los demás se miraron unos a otros y con un asentimiento unánime cargaron a la vez contra Feit. Solo se escuchaba un silbido que entonaba una melodía triste. Atrás dejaba diez cadáveres mutilados de diez desafortunados que se habían cruzado en su camino. De repente unos fríos ojos se dibujaron en la oscuridad. Feit sintió un escalofrío; era muy raro, no solía tener escalofríos, es más, no solía sentir nada. De repente se empezó a escuchar una voz, fría como un témpano y carente de vida. La voz parecía que acariciase las palabras y rasgase el aire, una combinación hermosa y tétrica a la vez:

Una mirada de verano,

Dos besos enamorados,

Tres manos entrelazadas,

Cuatro personas despedazadas,

Cinco sonrisas de locura,

Seis risas de amargura,

Siete lazos mal atados,

Ocho cuchillos afilados,

Nueve nanas mal entonadas,

Diez rosas bien clavadas,

Once gritos marchitos,

Doce futuros escritos,

Trece destinos malditos.

Feit se puso pálido, muy pálido.

-¿Qué pasa? ¿¡Me tienes miedo!? -alzó la voz.- Creo que ya sabes por qué estoy aquí, ha llegado tu hora de ser condenado.

Feit cerró los ojos e intentó manipular los hilos del destino como tantas veces había hecho ya, pero esta vez no pasó nada.

-¿Has intentado huir? –dijo sarcásticamente la voz. - En realidad... -hizo una pausa dramática.- No puedes. - dijo con un tono divertido.

-¡¿Por qué ahora?! -dijo Feit con un matiz de desesperación en su voz.

-¿Y por qué no ahora? Para mi pasado, presente y futuro son lo mismo. La vida y la muerte carecen de sentido. Nacer, envejecer... Enamorarse y asesinar por amor... -Esa última frase la dijo con un tono diferente. -ser el Señor del Tiempo te permite ver el mundo de forma distinta. La gente me ha llamado de muchas formas distintas... Incluso Dios... Y tampoco se alejan tanto ya que existo desde siempre y desde nunca. La única tarea que tengo es controlar que la vida transcurra de forma normal, con sus bellezas, horrores, tristezas y alegrías. Y esto es inquebrantable. Y tú, amigo mío, has quebrantado la única regla del juego... -parecía cansado. - Así pues, has de ser castigado de forma severa.

-¿Voy a morir? -dijo Feit con la voz un tanto temblorosa.

-Morir es poco en comparación con lo que te espera. El aire tembló. Feit ya había experimentado esa sensación miles de veces, pero esa vez era diferente. El aire se contrajo brutalmente, el espacio-tiempo parecía retorcerse sobre sí mismo. Una oscuridad densa empezó a cubrir todo lo visible. Feit empezó a retroceder alarmado. Tenía muchísimo miedo, no quería morir, tampoco ser castigado. De su garganta brotó un grito animal desgarrador. El aire se acabó de contraer, y parecía que todo había llegado a su clímax.

-Disfruta de tu destino, Feit. -dijo la voz en forma de susurro apagado.

Un día radiante, perfecto, no había más palabras para definir el día que se avecinaba. El Sol lucía en un cielo azul despejado, el viento soplaba suavemente creando las típicas brisas de verano, aquellas que no refrescaban sino que traían la típica calima. Un gato se desperezaba, estirado sobre la ladera de hierba que se extendía al lado del río que cruzaba la ciudad, bajo la sombra de un árbol bajo. Un joven delgado empezó a cruzar el puente que separaba las dos riberas. El tiempo había debilitado los tablones y las cuerdas ya no eran tan resistentes como en otros tiempos. El gato giró la cabeza a tiempo para ver cómo Feit se precipitaba puente abajo, estampándose contra las rocas del rio con un sonido parecido al cascar nueces. El agua se tiñó de rojo escarlata. La visión era escalofriante, sin embargo el gato ni pestañeó, simplemente cerró los ojos e hizo lo que hacía siempre, dormir plácidamente. Era la decimotercera vez que se intentaba suicidar. Pero no moría. Sus pies andaban solos, sus brazos se movían por su propia voluntad. El Señor del Tiempo lo había condenado a vivir eternamente una vida que no podía controlar y, cada vez que moría, resucitaba al día siguiente, no sin antes haber sufrido todo el dolor del suicidio que hubiese cometido. Solo controlaba su mente y lo único que conseguía con ello era ser consciente de todo el dolor y la desesperación que sentía. ¿De qué vale una vida dónde no puedes controlar tus acciones, donde no tienes voluntad? La mirada vacía, con ojos que miraban perpetuamente al infinito. Un castigo peor que la muerte, un destino maldito.

There is a song in the jukebox… You can listen to it if you are the master of your fate… Fade – One Reason

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Lo prometido es deuda, aquí tenéis la historia completa. ¡Disfrutadla!

En breve subiré un nuevo capítulo de Dioceus y otro de Terror a media noche :)

D.F

Terror a media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora