Red Rain (Lluvia Roja)

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¿Crees en los fantasmas? No, por supuesto que no, eso ya son cuentos para niños... Lo mismo pensaba Sue mientras andaba tranquilamente hacia su casa. ¿Cómo iban a existir los fantasmas? ¿Seres sin materia, amorfos? Iba en contra de toda lógica... Sin embargo la oscuridad de la noche, el rugir del viento, las farolas emitiendo una luz blanquecina intermitente, los ojos brillantes de un gato entre la maleza... Por separado no le darías ninguna importancia, pero en conjunto producen un escenario aterrador. Por ello mismo Sue intentaba auto convencerse que las sombras con formas extrañas que veía en cada rincón de la calle eran simples malas pasadas de su cabeza, pero cuando empezó a llover todo cambió...

La lluvia... la lluvia no era normal... algo andaba mal, muy mal. Empezó como una simple gota en la cabeza, una gota solitaria. Pronto cayó otra, y otra más, hasta convertirse en una lluvia tan densa que no dejaba ver a más de medio metro de distancia. ¿Qué era lo raro de aquella lluvia? El mero hecho de ser de un rojo carmesí ya no era buena señal. Sue intentó refugiarse en algún lado, pero se dio cuenta que la calle había cambiado, ya no era como la calle por la cual andaba antes. Ahora andaba por la misma calle en apariencia, porque al acercarse a los edificios de los laterales pudo comprobar que eran planos, no tenían relieve, era como si los hubieran dibujado sobre un papel de una forma extremadamente realista. Sue se empezó a asustar... todo aquello era muy raro. ¿Tal vez la lluvia contenía algún agente tóxico que produjese alucinaciones? Su cabeza no pudo responder a la pregunta, pues la vista se le estaba nublando, los ojos se le cerraban, las piernas flaqueaban, los brazos caían muertos a los lados y su boca se desencajaba en una mueca de dolor. Cayó al suelo como un peso muerto. 

Al despertar todo fue a peor. No solo seguía en esa calle tan rara, sino que además sufría un terrible dolor en todo su cuerpo. ¿Qué pasaba? Su mente consiguió encajar la situación por un segundo, y sus ojos focalizaron su cuerpo de forma nítida. Un grito desgarrador rebotó en las paredes de la calle. "¡Qué me ha pasado!" ,pensó. No podía creer lo que sus ojos estaban viendo: su cuerpo estaba cubierto de esa lluvia rojiza, y lo peor de todo era que estaba corroyendo todo. Sus brazos, que era lo que tenía más descubierto, empezaban a no tener piel, pues esta se derretía, dejando al descubierto el rojizo músculo. Donde había ropa tampoco iba mejor, pues se quemaba con facilidad al contacto con la lluvia y producía un ardor insufrible. "¡¿Por qué?!" era lo único que podía pensar. La lluvia seguía cayendo, ahora más lentamente, pero de forma inexorable. Por alguna razón la cara no se veía afectada, solo el cuerpo, cosa que dentro de lo malo era una "buena" noticia. 

Trató de levantarse y correr hacia donde fuese, escapar de ese sufrimiento, de ese dolor agonizante. Era peor que ser quemado por ácido, era peor que cualquiera de las peores torturas jamás imaginadas. Pero no pudo; sus piernas no respondían. Y lentamente veía como esa condenada lluvia iba quemando cada centímetro de su piel, arrancando gritos salvajes capaces de atemorizar a cualquier bestia. 

Su "cuerpo" yacía en una postura macabra, producida por el dolor. Entonces una figura se empezó a aproximar a Sue. Llevaba puesta una capa de un rojo muy intenso, y sobre su cabeza una capucha enorme que hacía imposible verle el rostro. "¿Quieres vivir?", preguntó la figura. Sue abrió la boca para hablar, las lágrimas corrían por sus mejillas. "Sí", contestó. La figura se acercó hasta su cara y le dijo en un susurro "¿A qué precio?".

Sue abrió los ojos. Se encontraba estirada en la calle, pero esta vez era la de verdad. Todo había sido una horrible pesadilla... O eso pensó ella en una primera instancia, porque cuando se vio el rostro en un escaparate, no pudo más que abrir los ojos como platos y chillar como nunca lo había hecho.

Había sobrevivido, su cuerpo estaba en perfectas condiciones, pero su cara... Su cara, la cual no había sido rozada ni por una gota de esa misteriosa lluvia roja... ahora se encontraba en carne viva, sin piel. Se había convertido en un monstruo. Un ser incapaz de existir, un ser que no debía existir, un fantasma condenado a vivir en perpetua agonía.

Terror a media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora