Lust

658 29 13
                                    

Se pasó un dedo lentamente por los labios. Eran carnosos y de un rojo intenso, resaltados por un pintalabios carmesí.

Movió ligeramente la cabeza y su melena castaña onduló con la elegancia de las hojas otoñales.

Era perfecta, y ella lo sabía.

Un hombre en la barra no se preocupaba por disimular su atenta mirada. Se había quedado embelesado mirando esas curvas que se contorneaban en ese vestido azabache. Además llevaba unos tacones que le hacían resaltar los glúteos, dándole un aspecto idílico.

Habría dado cualquier cosa por hablarle.

De repente la mujer empezó a andar hacia él. Andaba de forma segura, con paso firme, aún llevando esos tacones.

-Me has estado mirando toda la noche-dijo sin previo aviso.

Lo cogió tan por sorpresa que solo pudo balbucear algunas onomatopeyas incomprensibles.

-Me estabas desnudando con la mirada, reconócelo-afirmó, no sin antes reflejarse en sus ojos una pequeña chispa de diversión.

-Yo, yo, yo...

-Shhh... -dijo poniéndole un dedo en los labios-. Dentro de media hora; habitación 203. No te retrases.

Atónito, vio como la mujer se alejaba de la misma manera como había llegado, sin embargo, aún no daba crédito a lo que acababa de ocurrir. Y lo que es peor, no había podido articular una sola palabra porque se había perdido en su penetrante mirada de ojos azules.

Tragó saliva y pidió un último trago de whisky a la barra del bar del hotel.

Miró su reloj de pulsera para comprobar por enésima vez que era la hora. Movió los pies ligeramente denotando cierto nerviosismo y, haciendo uso de todo su coraje alzó la mano y llamó con los nudillos a la puerta de la habitación 203. Ésta se desplazó un poco: no estaba cerrada. Era una clara invitación a entrar. Con cierto corte fue empujando la puerta hasta dejarla abierta totalmente. Dio su primer paso dentro de la habitación y cerró con sigilo. No había nadie, aparentemente. Había sido un idiota. ¡Cómo una mujer tan perfecta iba a invitarlo a él, un Don Nadie, a su habitación! Le habían gastado una broma...

Empezó a girarse otra vez para encarar la puerta, pero unas manos le taparon los ojos con una venda. Su cuerpo se tensó de golpe, asustado.

-Eh...-dijo susurrando una voz melodiosa- relájate y déjate llevar...

Dos manos habilidosas le quitaron la camiseta básica que llevaba, dejando su musculoso torso al descubierto. De repente notó una presión cálida en la espalda y unas manos que lo abrazaban desde atrás. Lo podía notar, ¡la mujer estaba desnuda! Sentía la calidez de sus senos, notaba sus pezones rígidos contra su espalda. Una erección empezó a formarse rápidamente.

- Vaya, vaya... veo que te emocionas rápido.

Dejó de sentir el contacto de los senos contra su piel, y dejó que una mano lo arrastrara.

De repente perdió el equilibrio: lo había empujado. Una sensación de vértigo lo invadió, y cuando pensaba que el duro suelo lo recibiría, un lecho mullido lo sorprendió.

Escuchó cómo algo se cerraba alrededor de su muñeca izquierda con un sonoro "clac". ¿Unas esposas? Luego notó lo mismo en la otra.

Sin esperárselo, lo besó, quitándole el aliento. Fue un beso lento, con lengua, y le mordió juguetonamente el labio inferior. Sus labios se desplazaron por su torso desnudo, llegando hasta el cinturón.

Con un movimiento fluido, su pantalón fue retirado, y notó cómo una mano suave le acariciaba el interior de la pierna, haciendo círculos cada vez más cerca de su ingle.

La venda fue retirada, y pudo ver la majestuosa mujer que tenía delante. Los pechos eran incluso mejor a como se los había imaginado: eran medianamente grandes, con una areola pequeña y unos pezones que sobresalían ligeramente. La única prenda que llevaba puesta eran las bragas.

Se inclinó sobre él y lo besó en el cuello; a su vez desplazaba la mano sobre su pene erecto, rozándolo ligeramente. Cada vez se estaba excitando más.

Fue bajando sensualmente hasta sus calzoncillos y los fue retirando con la boca. Cogió su pene con la mano derecha y empezó a masturbarlo con suavidad, luego acercó sus labios y lo besó desde la parte inferior hasta la punta. Cuando llegó a la punta empezó a chuparlo con una lengua ondulante. Se lo metió en la boca y, mientras tanto, seguía masturbándolo con la mano.

Notó el éxtasis. Era increíble. Su juego con la lengua era para volverse loco. Se retorció en la cama de placer, y notó cómo las esposas se tensaban.

Lo miró con travesura y lo besó. Se quitó las bragas y se dio la vuelta, haciendo que su vagina quedase a la altura de su boca. Sintió como el hombre introducía su lengua entre sus labios vaginales. Notó cómo se abría paso con excitación. La estaba poniendo muy cachonda, y cada vez estaba más húmeda.

Mientras él le hacía un cunnilingus, ella jugaba con su pene en la boca. Era un 69 increíble.

Él buscaba el clítoris con afán, y lo movía lentamente con movimientos circulares con su lengua. Notaba como las piernas de ella se tensaban, reflejando un grado de excitación importante. De repente ella se giró, le lanzó una mirada turbada por la lujuria y le quitó las esposas. Se puso sobre él y dejó que le agarrara las nalgas con fuerza, a la vez que le besaba los pezones y los succionaba ligeramente. Estaban duros al contacto con la lengua. Y eso aún le ponía más.

Ella empezó a moverse hacia adelante y hacia atrás, haciendo que su pene no llegara a penetrarla, pero haciendo que sintiera la calidez de sus labios vaginales.

Se besaron desenfrenadamente y él le agarró un pecho, masajeándolo con cierta locura.

La excitación era tal que ella no pudo resistirlo:

-¡Penétrame ya!-dijo con un deje de súplica.

No hizo falta repetirlo dos veces. Notó como el pene se introducía bruscamente en su vagina. Él la penetraba con frenesí, sintiéndose en la gloria. Ella jadeaba de placer. Estuvieron varios minutos en esa posición, luego ella, sin interrumpirlo, se giró y le dio la espalda, manteniendo esa posición varios minutos más. De repente él la giró otra vez y se intercambiaron los papeles. Ahora ella estaba debajo y tenía las piernas casi por encima de sus hombros. Siguieron haciendo el amor, hasta que una sensación de urgencia los invadió a los dos.

El ritmo aumentó, los jadeos también eran mucho más fuertes:

-¡Oh, sí! ¡Oh, sí!

-Voy a acabar-dijo él a duras penas.

-¡Yo también! ¡Más rápido!

La penetró aún más rápido, y entonces llegó el clímax.

Se dejó caer al lado de la mujer y la miró con ojos de fascinación.

-Ha sido increíble-dijo con la respiración entrecortada.

Ella no dijo nada y simplemente le sonrió con picardía. Hizo que él acercara sus labios y se besaran lentamente.

La noche acababa de empezar.


Terror a media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora