El Carcelero [Español]

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Unas llaves oxidadas cayeron del bolsillo agujereado del Carcelero llenando el silencio de los pasillos. Se agachó, intentando no doblar demasiado su espalda dañada por los años, y las recogió con unas manos algo temblorosas. Se las volvió a guardar en el bolsillo, sin importarle que se le volvieran a caer y prosiguió su marcha. Como cada día, iba por los pasillos con su marcha lenta pero inexorable, vigilando todos y cada uno de los presos. Ninguno hablaba, ninguno se movía, ninguno hacía nada, sólo permanecer en su rincón de la celda, esperando el día. El Carcelero, un hombre de unos setenta años, con una barba blanca y bastante densa, con unas gafas redondas que le hacían los ojos muy grandes, estaba acostumbrado a las caras inexpresivas o tristes de los prisioneros. Hacía demasiados años que hacía su oficio, y eso lo había convertido prácticamente en un hombre de piedra. Cuando llegó al final del pasillo, se acercó a una silla que parecía tener muchos más años que él y se sentó. De repente, sucedió algo no muy frecuente en el Pasillo: alguien llamaba al Carcelero. Se levantó extrañado, preguntándose qué querría quien lo estaba llamando. Cuando llegó ante la celda, se encontró con un hombre que nunca había visto: tenía un aspecto muy saludable, su ropa, aunque siendo de la prisión, lucía como si fuera nueva, y su expresión, aunque pareciera extraño, era sonriente. A pesar de estar desconcertado por la situación, le preguntó qué quería y él le contestó:

Carcelero de ojos tristes,

mirada perdida en el horizonte,

corazón frío como una piedra,

que caminas sin rumbo.

Has perdido toda una vida,

vagando entre duelos y gemidos,

has perdido toda una vida,

entre insultos y reproches.

Nunca has buscado ser feliz,

nunca has vivido una vida,

tu llama se ha encogido,

hasta ser una chispa tímida.

  

Yo he vivido como he querido,

disfrutando de los placeres de la vida,

y aunque ahora estoy aquí,

no me arrepiento de nada!

Sólo me arrepiento de lo que has sufrido,

tú, que has estado solo sin ningún amigo,

solo entre pasillos grises,

solo sin ningún sentido.

  

Y aunque mañana sea mi último día,

aunque nunca más vea nada,

tras mis ojos cerrados te veré,

te veré como una sombra,

una sombra solitaria,

una sombra de corazón frío.

El Carcelero no contestó, sólo dejó que las lágrimas le cayeran por el rostro, recordando todo lo que podría haber hecho con su vida, pero ahora se miraba las manos y veía las arrugas, y se daba cuenta de que era demasiado tarde. Miró al prisionero a los ojos y vio que lo compadecía, él, un prisionero que iba a morir al día siguiente. Las llaves le cayeron, y cuando las recogió ya volvía a tener el rostro de siempre, frío, inexpresivo, típico del Carcelero. Se las guardó en el bolsillo agujereado y prosiguió su marcha, vagando por los fríos pasillos, olvidando aquel preso que lo había compadecido.

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Bueno, aquí os dejo la traducción del Carceller, un relato que escribí hace mucho tiempo en catalán y que hoy he decidido traducir al castellano. Espero que os haya gustado. He intentado buscar la traducción más coherente en castellano, aunque puede que se me haya escapado algo. 

Por cierto, ¡ya estamos en Navidades! Disfrutad de las vacaciones y no os paséis con los polvorones ;)

D.F.

Terror a media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora