Oda al despertar

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Oh, no... ¡Oh, no!
Llego tarde, ¡qué follón!
Entre sueños de algodón,
yacía con mi amor.

Qué me enseñas... ¿Qué me enseñas?
¿Un reloj de cuerda?

No puede ser... ¡No puede ser!
¿¡Tan tarde es!?
Debo levantarme y con prisas acicalarme.

He de buscar la ropa mientras tomo un café moca.
Lavarme los dientes mientras corro a contracorriente.

Oh, no... ¡Oh, no!
He de llegar al tren, por favor.
Hoy toca examen,
el profesor va a matarme.

¿Dónde está la cartera?
¿Dónde están las llaves?
¿Dónde dejé la cabeza,
ayer por la tarde?

El pitido lo avisa: se cierran las puertas.
Mi corazón se acelera,
mis piernas se sofocan.

Un niño me despide,
sentado en su gozo,
con una mano alzada,
maldito mocoso...

Mira cómo se aleja,
altivo y distante.
Miro al reloj y me derrumbo al instante,
nada más y nada menos que una hora por delante...

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¡Hola querido lector! Sé que hace un tiempo que no puedo traerte algo con lo que saciar tu sed de relatos... pero me falta tiempo. Y en uno de esos momentos en los que me faltaba tiempo pensé "¿Y por qué no hacerle un poema a mi rutina mañanera? ¿Qué podría salir mal?". Y aquí estamos.

Espero que hayas podido reírte un poco, o al menos haber esbozado una sonrisa si te has sentido identificado al leerlo.

Sí, sí, por supuesto. Ya sé qué piensas: mi vida es una vorágine de emoción. Esto de tener que correr a contrarreloj cada día para no llegar tarde a la Universidad es digno de mención en las historias de aventura.

Pero bueno... si a lo que a ti te va son mis relatos más macabros, historias retorcidas y demás... en breve tendrás una nueva sorpresa.

En fin, nos vemos. O mejor dicho, nos leemos.

D.F.


Terror a media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora